Comentamos películas como la japonesa Beyond the Infinite Two Minutes (Droste no hate de bokura, 2021), la taiwanesa The Sadness (2021), la sudafricana Indemnity (2021) y la americana Agnes (2021). Todas fueron parte de la edición 25 del Fantasia International Film Festival.
El podcast especial #5 de Cinema Inferno cuenta con la participación de:
Iván Elvira Reyes – Periodista que colabora en los sitios YouRocket y Dromo Cinema. También ha publicado en el periódico El Universal.
Eric Ortiz García – Periodista (Cinema Inferno, Screen Anarchy) y profesor de cine (FES Aragón UNAM). Colaborador de Radio Mórbido.
La pandemia empujó la popularización del formato cinematográfico conocido como screenlife, aunque, básicamente, es la evolución del found footage o metraje encontrado. En pantalla vemos otras pantallas, reflejando buena parte de nuestras vidas en el “nuevo milenio” y su desarrollo por medio de dispositivos electrónicos. Antes de 2020 pocos usaban Zoom, hoy día es la norma para reuniones a distancia, sean laborales, escolares o lúdicas.
Si bien este tipo de películas han ganado terreno en el mainstream –hace siete años, por ejemplo, se estrenó la exitosa Eliminar amigo (Unfriended, 2014)–, actualmente nos encontramos ante una inevitable explosión del formato. No es coincidencia que uno de los proyectos de terror más populares del primer año en “cuarentena” haya sido Host (2020), de Rob Savage, que llevó el terror sobrenatural más clásico –una sesión espiritista que se sale de control– a una reunión de Zoom. Es un trabajo disfrutable de menos de 1 hora que va directo al grano, sus jump scares son efectivos. Sin inventar el hilo negro –si acaso inauguró el uso en cine de Zoom–, se estrenó vía streaming en el momento justo.
Mientras que Savage fue “fichado” por Blumhouse, los pioneros del screenlife parecen estar reclamando su formato. Hablo de Bazelevs, la compañía fundada por el reconocido Timur Bekmambetov, responsable de la mencionada Eliminar amigoy los thrillers Buscando…(Searching, 2018) y Profile (2018). Para sorpresa de nadie, Bazelevs se sumó a los exponentes de este formato durante la pandemia: el año pasado Bekmambetov declaró a Deadline que tiene ¡unos 50 proyectos de diversos géneros en desarrollo! De hecho, firmó un acuerdo por cinco películas con Universal Pictures. Con la llegada de más y más filmes narrados a través de pantallas, es natural que la audiencia comience a buscar cualidades diferentes en cada propuesta.
La rusa #Blue_Wale (2021), dirigida por Anna Zaytseva y producida por Bazelevs, está inspirada en un caso real: a partir de un reporte periodístico firmado por Galina Mursalieva en 2016, los suicidios de 130 jóvenes fueron ligados al reto de la “Ballena azul”, supuestamente difundido en grupos de Internet por “curadores” que ponían 50 retos a realizarse en 50 días, culminando en una invitación a quitarse la vida. Es un caso complejo que llegó a otros países provocando histeria, imitadores y arrestos. Todos los reportes al respecto enfatizan la imposibilidad de confirmar que cada uno de los suicidios haya sido realmente parte de este juego perturbador.
La película comienza con dos hermanas adolescentes peleando, rápidamente se establece que Yulya (Diana Shulmina) es la consentida de su mamá (Ekaterina Stulova), la chica dulce que sabe manipular para que Dana (Anna Potebnya) sea injustamente la única regañada. Sin embargo, la verdadera trama arranca unos meses después tras el shockeante suicidio de Yulya, videos del suceso circulan en la red. Motivada por la creencia de que su madre la culpa por la tragedia, Dana decide indagar en la computadora de su hermana fallecida. Un perfil alterno en una red social similar a Facebook revela un lado de Yulya que nadie de su círculo cercano conocía: fotos provocadoras en paños menores, también posteos y archivos del juego de la “Ballena azul”. Cuando un detective desestima la evidencia compartida por Dana, porque los responsables del reto fueron arrestados años atrás, ella se convierte en investigadora, dispuesta a conocer la verdad sobre la tragedia de su hermana.
#Blue_Wale está en la vena de thrillers que siguen al detectivesco personaje central mientras se adentra en aguas peligrosas, aquí, por ejemplo, la pantalla de computadora pasa a ser la de un smartphone cuando Dana –con el apoyo a distancia de su mejor amiga (Olga Pipchenko)– se mete a un departamento para indagar en la computadora de otra víctima. Es cuestión de tiempo para que la protagonista entre al juego suicida de la “Ballena azul”, con la intención de desenmascarar a los responsables. La película tiene reminiscencias del J-horror (terror japonés) hecho a finales de los años noventa y principio de los dosmiles: la curadora/antagonista principal recuerda a Sadako de El aro (Ringu, 1998). Aunque aquí no existe terror sobrenatural, el foco está en algunas de las 21 tareas que Dana debe completar, iniciando con dibujar algo que represente su dolor, obviamente las tareas subirán de tono: debe cortarse las muñecas, “torear” a los carros en una avenida, pasearse semidesnuda por su escuela, traicionar a una persona de confianza, etc.
#Blue_Wale también aborda los primeros pasos de un potencial romance entre Dana y Lesha (Timofey Eletskiy), un chico que participa en el reto, aunque él busca ponerle fin a sus días. El comentario contra el suicidio se subraya cuando Dana trata de hacerle ver su valía y en como la evidente falta de comunicación entre las hermanas y su madre desemboca en la importancia de entablar relaciones de confianza entre familiares. #Blue_Wale no pretende ser una película profunda sobre un tema por demás complicado, su propuesta es netamente de género, sobre todo en la confrontación de nuestra protagonista con la misteriosa enmascarada que controla el reto: “Ada Morte” es una antagonista imposible de engañar, maestra del hackeo y casi omnipresente, además se niega a aceptar que un joven recapacite antes del suicidio. Incluso puntos interesantes en la problemática relación entre Dana y su madre –piensa que su hija anda en drogas o, por la preocupación, la lleva a un hospital psiquiátrico, un punto argumental clásico en el terror: véase Candyman (1992) o El hombre invisible (The Invisible Man, 2020)– parecen meros obstáculos para Dana en la confrontación central.
No es coincidencia que “Ada Morte” en ocasiones luzca como villana de slasher, con todo y cuchillo en primer plano. Al final, en sus momentos efectivos, #Blue_Wale es sobre una asesina o asesino que enfrenta en el clímax a la “final girl” (quien se revela como virgen como se acostumbra en el género), sólo que todo es visto por medio de un live stream que incluye comentarios de los espectadores. Esto le da un peso importante a la revelación de la identidad de “Ada Morte”, y es donde la película es previsible, con un desenlace poco contundente. #Blue_Wale difícilmente se colocará entre las esenciales absolutas del creciente formato screenlife, que en palabras de Bekmambetov es “un nuevo lenguaje”. Aunque, si el público responde, este podría ser el primer capítulo de una franquicia.
PD: Nunca entendí por qué un plot point involucra engañar a los responsables del reto suicida para que proporcionen sus datos en un sitio falso con una promoción para un concierto de Motörhead. La historia se desarrolla en 2019 y “Lemmy” Kilmister falleció en 2015, poniendo punto final a la trayectoria de la legendaria banda británica.
The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 (2020) es la película del japonés Shunji Iwai, de quien ya les hablamos en el texto sobre la bella April Story (Shigatsu monogatari, 1998), para la pandemia de la COVID-19. Estrenada en Japón en julio del año pasado, esta producción tuvo su premiere norteamericana en el Fantasia International Film Festival. No es enteramente un exponente del formato screenlife, aunque buena parte de su duración está destinada a conversaciones por medio de Zoom, video selfies o videos de un canal de YouTube.
Takumi Saitoh encabeza el reparto como un actor en confinamiento que ve a su industria detenida para evitar la propagación del virus. Shinji Higuchi (co-director de Shin Godzilla y parte de los escritores de la serie Neon Genesis Evangelion) se interpreta a sí mismo. So Takei es un restaurantero que está buscando empleo y Non es una actriz también en paro. El protagonista se comunica con cada uno de sus amigos para compartir charlas casuales sobre la vida en cuarentena: Higuchi piensa que será difícil volver a acostumbrarse a la normalidad; So expresa su incertidumbre por el futuro y su deseo de emborracharse juntos hasta el amanecer; y Non comparte unas recetas. Son charlas que se sienten naturales y que nos permiten identificarnos.
Los encuentros virtuales se entrelazan con el concepto principal de la película, uno bastante peculiar: al inicio, por medio de un video, el protagonista revela que compró por Internet un kaiju (monstruo) de cápsula y ¡pretende criarlo para que luche contra el coronavirus! Usando como referencia aspiracional los videos grabados desde la bañera de una youtuber (Moeka Hoshi), cuyo kaiju está más desarrollado.
A lo largo de The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 Takumi documenta los cambios de forma de su kaiju, incluso aparecen otro par de huevos. Todas las evoluciones están hechas con lo que parece ser arcilla. Así tenemos un curioso repaso por una pequeña parte de la cultura pop japonesa, con Higuchi fungiendo como el experto: “en Japón ya tuvimos monstruos, aliens y luego fantasmas”, afirma sin ironía. Hay referencias directas a Ultraseven (Urutora sebun, 1967-1968) –en un punto Takumi tiene tres kaijus pequeños inspirados en Windom, Agira y Miclas–, El regreso de Ultraman (Kaettekita Urutoraman, 1971-1972) y a los mangas DemonSlayer y Jojo’s Bizarre Adventure.
Asimismo, Non compra un alien por Internet, sin embargo resulta que el extraterrestre no puede verse por medio de Zoom. Entonces imaginen tener a Takumi y Non conversando sobre un alien que se supone está a un lado de la actriz, hasta habla japonés y se burla del protagonista, pero nosotros tampoco vemos nada… ¡y aún así funciona! Son bastante divertidas estas interacciones, inevitablemente te hacen preguntarte en el buen sentido: “¿qué carajo estoy viendo?”.
The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 se vuelve un tanto repetitiva, con algunas escenas que se sienten aleatorias sobre una suerte de performance de unas actrices que portan cabezas de kaijus de arcilla puestas digitalmente. Al final del día, Iwai comunica claramente su intención principal y convierte a The 12 Day Tale of the Monster that Died in 8 en el mensaje a favor del uso de cubrebocas y la vacunación más singular que haya visto: estas herramientas contra el coronavirus están a nuestro alcance y no le piden nada a un heroico kaiju.
La trama clasiquísima del robo que sale mal está al centro de Baby Money (2021), un thriller desarrollado principalmente durante el transcurso de una madrugada. Su trasfondo está ligado a los problemas económicos de Minny (Danay Garcia) y Gil (Michael Drayer), una pareja a la espera de una bebé. Ambos se embarcan en un plan criminal con otros dos tipos, Tony (Travis Hammer) y Dom (Joey Kern), que consiste en robar una caja de la casa de un matrimonio de ancianos. Parece fácil, nadie debería salir lastimado, los dueños de la casa ni lo notarán, una vez cometida la fechoría es cuestión de esperar la llamada del cliente y listo, adiós a los problemas.
Cuando se presenta un escenario tan familiar, rápidamente es posible darse cuenta si estamos en buenas manos o no. Cuando el señor de la casa despierta –la razón es lo de menos, sabíamos que iba a pasar–, inicia una secuencia, él entra a un cuarto y sin prender la luz vuelve a salir, la cámara hace un movimiento ligero a la derecha para retratar a dos de los criminales escondidos, tratando de no hacer ningún ruido. Esto basta para notar que los directores Mikhael Bassilli y Luc Walpoth saben construir tensión.
Una vez que el plan se va completamente al carajo –con una brutal explosión de violencia incluida–, Baby Moneyse concentra en las consecuencias de ese fracaso. Gil y Tony, este último herido de bala, se resguardan con el botín en otra casa del vecindario, mientras la policía monitorea la zona. Minny –quien era la responsable del carro de escape– huyó del lugar.
Es evidente la habilidad de los cineastas para escribir un thriller. Situaciones que se antojan improbables quedarán más que justificadas si generan la tensión dramática que el género demanda. La secuencia inicial de la película, cuando Minny asiste a su primer ultrasonido, nos presentó brevemente a la enfermera Heidi (Taja V. Simpson), quien aparenta ser un personaje menor. Y al llegar a la secuencia animada de créditos notamos el oficio de Minny: es stripper. Estos detalles regresan en la madrugada del robo, cuando la enfermera resulta ser dueña de la casa donde Gil y Tony se esconden; además, la acompaña su hijo Chris (Vernon Taylor III), quien padece parálisis cerebral. Minny también es reconocida en un bar por un cliente del strip club, personaje que eventualmente se convierte en la posibilidad de conseguir otro carro para regresar por su novio.
No es fácil sostener un largometraje de 90 minutos y Baby Money flaquea en ocasiones, por ejemplo, cuando pretende ahondar en los conflictos de pareja entre Minny y Gil –ella nunca tuvo un buen presentimiento del robo– potenciados por la confusión. No obstante, la película es efectiva gracias a esos momentos propios de un thriller, como cuando Gil trata de convencer al inestable y violento Tony de no volarse los sesos porque de hacerlo serían descubiertos (no falta la dosis de humor negro), o la enfermera Heidi toma interesantemente el rol protagónico y se convierte en una mamá tratando de sobrellevar la noche más estresante de su vida, preocupada siempre por el bienestar de su hijo. En ese tenor cierra Baby Money, conectando a dos mujeres con la capacidad de salir adelante por sí solas.
Todas las lunas (Ilargi Guztiak, 2020), del vasco Igor Legarreta, tiene más ideas y ambición que buena parte de las películas modernas relacionadas a uno de los subgéneros clásicos del terror: los vampiros.
El inicio de la historia nos remonta hasta 1876, durante el final de la Tercera Guerra Carlista, cuando una huérfana (Haizea Carneros) es la única sobreviviente tras el bombardeo de un convento. “¿Eres un ángel?”, le pregunta la pequeña a una misteriosa figura que se aparece para rescatarla, pero estamos en un filme de terror que bebe del mito de los vampiros y, aquí, el tema está ligado al horror de la guerra: ¿qué mejor para una tribu necesitada de sangre que los “fértiles” campos de batalla de una guerra? Itziar Ituño interpreta a Emakumea, parte de dicha tribu y quien funge como la primera figura materna en la vida de la protagonista. La última parte de Todas las lunas se desarrolla en 1936, al inicio de la Guerra Civil española, otorgándole a la película una diversidad de facetas.
Luego de que en 1876 la niña se queda sola tras el brutal ataque humano a la tribu, Todas las lunas mezcla el vampirismo con la supervivencia en el entorno salvaje. Rápidamente pasan 10 años y nos encontramos con una suerte de niña feral viviendo en una cueva, ha aprendido a cazar animales para beber su sangre y, poco a poco, ha vencido una de las debilidades por excelencia de los vampiros: la mortal exposición a la luz.
Si la idea de poner a los vampiros como carroñeros de guerra se siente fresca, las cosas suben un nivel cuando la protagonista goza de inmunidad a la luz, remarcando esa vertiente de cine de supervivencia. Esto nos lleva a la siguiente faceta de Todas las lunas, cuando la pequeña se acerca a un pueblo y cae en una trampa para lobos, se revela la trágica historia de Kandido (Josean Bengoetxea): su esposa falleció al dar a luz y luego su hija se ahogó en un accidente.
Pueden imaginarse por dónde va la historia y, en efecto, Todas las lunas se dirige a la clásica y emotiva relación padre-hija que se antoja conflictiva. Kandido no tarda mucho en agarrarle cariño a la pequeña vampira –incluso le da ropa de su hija fallecida y la nombra Amaia– , hecho que lo hace sentirse vivo una vez más. Aunque, como aficionados al fantaterror, sabemos lo poco probable del final feliz de esta relación, sobre todo cuando Kandido comienza a llevar a Amaia a la iglesia o ella entabla amistad con un chico local (Lier Quesada).
Lo interesante de Todas las lunas es que cuando parece que el desenlace consistirá en la figura paterna tratando de salvar a la pequeña de los vecinos del pueblo, Legarreta consigue cambiar de dirección. Por un momento se encamina al subgénero de los exorcismos, aunque finalmente confirma su interés por la inmortalidad vampírica y así hacer más amplio el alcance de su relato. De esta manera queda claro el tema de esta ambiciosa épica menor a los 100 minutos de duración: la inmortalidad es una condena. Es un ciclo que Amaia pretende romper, porque la muerte es el combustible esencial para que la vida, mientras dure y duela, pueda ser eso: vida.