Fantastic Fest 2018: Amanda Kramer y su ópera prima LADYWORLD

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Ladyworld (2018) –lee aquí nuestra crítica– celebró su estreno en Estados Unidos en el Fantastic Fest de este año, donde la directora Amanda Kramer conversó con Cinema Inferno sobre su ópera prima minimalista.

Cinema Inferno: Realmente me gustó el escenario con sólo chicas jóvenes atrapadas en una casa, sin saber realmente lo que está pasando afuera. ¿Cómo fue la génesis de esta premisa?

Amanda Kramer: Quería escribir una película sobre la manía femenina y lo que hacen las mujeres jóvenes cuando están realmente aburridas. Me imaginé que no había mejor escenario que una dulce fiesta de 16 años que nunca se materializa en una celebración porque de inmediato se convierte en un desastre.

En este ensamble actoral, ¿cuáles fueron las inspiraciones detrás de las personalidades de los tres personajes principales, con Olivia (Ariela Barer) como la representación de la cordura, Dolly (Ryan Simpkins), la niña frágil, y Piper (Annalise Basso), la más egoísta?

Pienso en las ocho chicas como aspectos diferentes de la psique femenina: lógica y racionalidad, tendencias violentas y reacciones emocionales. Prefiero no pensar en ninguna de ellas como una villana o heroína. Creo que Olivia no es una gran líder, en realidad es una líder terrible, y no creo que Piper sea una mala persona, no es tan sencillo. Así que fue divertido verlas interpretar los roles y entrar y salir de la heroicidad y la villanía, pero cada una haciendo cosas contra el personaje; todo se trata de la perspectiva momentánea, pero me encanta el hervor entre Olivia y Piper, entre alguien que quiere estar a cargo y quiere ser manipuladora frente a alguien que accidentalmente se convierte en líder y no le gusta el hecho de que sabe que ella necesita ser manipuladora. Ariela [Barer] y Annalise [Basso] hicieron un trabajo increíble.

Una de las nociones de la película es cómo las mujeres suelen ser competitivas y desde el principio está claro que nunca se llevarán bien ni trabajarán juntas. Creo que es la naturaleza humana en general, pero ¿qué piensas de esto?

Que los hombres sean más competitivos no es para nada cierto, somos extremadamente competitivas también, todos los seres humanos somos extremadamente competitivos, lo quieran admitir o no. Nunca jugué un deporte y, sin embargo, estoy totalmente dispuesta a ir por todos y todos quieren ir por mí [risas]. Es parte de la experiencia humana, quieres luchar, batallar y seguir tu camino, es el problema del individualismo y de no tener ideologías comunitarias. Se nos dice que debemos ser individuales y lo que viene con ser individual es ganar.

Eso es parte de mi forma de pensar, la democracia es un ideal desde hace mucho tiempo que todavía estamos implementando o tratando de, y por supuesto, políticamente, todos estamos pidiendo ayuda y en peligro donde quiera que vivas, pero en nuestras relaciones personales, la democracia es imposible y alguien siempre necesita sentir que tiene la ventaja. Amamos a nuestros amigos, pero tan pronto como se casan, pensamos que “eso nunca va a durar”, o si consiguen un trabajo, decimos “nosotros merecemos ese trabajo”. Eso es la humanidad, ¿cierto? La humanidad es algo traicionera.

Entonces, los problemas en esta llamada democracia dentro de las chicas son mayores cuando aparece la idea de un hombre que es peligroso, pero al final parece que siempre son sus propias enemigas, así que, ¿qué puedes comentar sobre esta idea?

Perfectamente pensado. El hombre, por supuesto, está destinado a ser enemigo, él está en la casa de alguna manera, se encuentra en el sótano quejándose, tal vez quiere lastimarlas, tal vez quiere atacarlas, pero la traición principal es cómo se hieren y atacan mutuamente y las tensiones entre ellas es realmente donde está la tensión de la película. En un ambiente donde vemos películas de Marvel y pensamos en héroes y villanos, quién es malo y quién es bueno, y queremos crear estas líneas binarias, es importante reconocer que a veces la villanía es como una táctica de distracción y, en realidad, simplemente estamos luchando con nosotros mismos.

En ese sentido, el filme se convierte en una especie de performance con las chicas realmente volviéndose locas. ¿Cómo fue el proceso con tu elenco para entregar estas escenas llenas de acciones irracionales?

Ocho niñas que son todas ocho mujeres, extremadamente talentosas, muy vívidas, excéntricas y eléctricas, y también amigas, que se llevan bien y son muy poco dramáticas en el set y amables entre sí; así que es difícil decir, “sé que se están riendo en la esquina, pero tenemos que hacer una escena y tienen que ser malvadas entre ustedes”. Pero fueron capaces de comunicar eso, lo cual es un testimonio del gran trabajo actoral, que realmente no puedes estar absorto en el melodrama y luego la cámara comienza a grabar y todo es melodrama, melodrama puro, angustia y tormento.

En realidad, al final funcionó para que no te guste ninguna de ellas, lo cual es difícil, es difícil pedirle a una actriz que sea desagradable y eso es lo que yo les decía, “confundan a la audiencia, no traten de ganarse a nadie, no me ganes a mí, simplemente háganlo de manera pura, extáticamente, y tendremos algo realmente fantástico”. Y lo hicieron .

¿Cuál fue el mayor desafío al hacer una película en una sola locación?

Estábamos una encima de la otra, no mentiré. Creo que empezamos a sentir que todo se estaba haciendo realidad. Después de un día de filmación de 12 horas, en una casa muy pequeña con bastantes seres humanos, sientes esa energía claustrofóbica. Es la casa de un amigo y la destruí.

Estar en una sola locación, el principal desafío es, ¿puedes mantener a la audiencia interesada? Creo que tiene mucho que ver con la actuación, si la actuación es increíblemente abrumadora, realmente sensacional y convincente, no hay necesidad de nada más. Nunca pensé, “ojalá pudiéramos hacer esto en otro lugar o me gustaría que este momento pasara afuera”. No sentía la necesidad de mirar otra cosa, porque sólo quería mirar sus caras.

Acabas de decir que la actuación es básicamente lo más importante de la película, así que, ¿cómo fue el proceso para encontrar a las actrices adecuadas para interpretar a estos personajes?

Fue muy desafiante. La actuación lo es todo, no tengo trucos, mi truco es mi trabajo con los actores, así que no tengo ningún helicóptero, llamas, ni nada de eso. Para elegir a estas mujeres, hice una combinación de ver a quién admiraba y preguntarles si tenían alguna amiga que quisieran recomendar. Curiosamente, algunas de estas chicas se eligieron unas a otras. Nunca hago audiciones, no creo en las audiciones, no me gustan, por lo que se trataba de conversaciones, llamadas telefónicas y encuentros cara a cara. Sientes inmediatamente si son las actrices correctas.

Preferiste dejar muchas preguntas sin respuesta. ¿Por qué decidiste hacer una película que está abierta a diferentes interpretaciones?

En el mundo en el que vivimos ahora, con información, redes sociales y toda esa mierda, ya nadie aprecia un misterio. Todos quieren que les den todo y quieren saber. Pero algunos de los misterios de la vida son emocionantes, especialmente en el arte, el arte debe ser incognoscible, intocable, debe dar más preguntas que respuestas. No soy una cineasta que tenga un mensaje, tengo mis sentimientos y mis tradiciones, y las cosas que me emocionan en la escritura, el teatro y la actuación, pero preferiría ser más interesante y desafiante que cualquier otra cosa. Obviamente, la idea de que alguien salga de la película con sus propias teorías es mucho más emocionante para mí que mantener las cosas en una caja. Quiero crear y entablar una conversación, y quiero que mi película no se olvide de inmediato.

Fantastic Fest 2018: LADYWORLD, un performance lleno de locura

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En los créditos iniciales de Ladyworld (2018), minimalista ópera prima de Amanda Kramer, escuchamos lo que eventualmente confirmaremos como un terremoto que ha dejado atrapadas en una casa a ocho jovencitas, quienes estaban reunidas para celebrar el cumpleaños de una de ellas. Con la casa enterrada en los escombros, muy pronto este grupo de chicas –quienes no se conocen realmente– se dan cuenta que les será imposible salir y que es probable que nadie del exterior acuda a rescatarlas porque bien podrían estar en una situación de aislamiento similar.

Una cinta que se desarrollará en una sola locación, Ladyworld sugiere un escenario complicado inmediatamente, dado que la situación extrema será asimilada de maneras diferentes por cada una de las protagonistas. Al centro del ensamble está Olivia (Ariela Barer), representando la cordura, y la tímida Dolly (Ryan Simpkins), jovencita frágil que carga a todas partes una muñeca que aprecia demasiado por tratarse de una “antigüedad”; sin embargo, las ideas de estas chicas, por ejemplo la de Dolly de usar un cristal como indicador de la chica que tiene derecho a hablar, no serán bien vistas por otra facción del grupo, liderada por Piper (Annalise Basso), más engreída que Olivia y Dolly e indispuesta a aceptar a alguien más como líder de la supuesta democracia femenina.

Si ya de por si resulta imposible para las chicas ponerse de acuerdo en cómo proceder, las cosas se descomponen más, naturalmente, con el paso del tiempo y el inevitable incremento de su desesperación, pero de igual forma porque Eden (Atheena Frizzell), la chica que vive en la casa y de quien era el cumpleaños, afirma que hay un hombre adentro y, eventualmente, desaparece misteriosamente. Así, Ladyworld se torna en una constante exposición de la demencia que se va apoderando gradualmente de las protagonistas, con base en una noción interesante que presenta la directora y co-guionista Kramer: la naturaleza humana, no sólo la femenina, es competitiva y egoísta, además de que detrás de la belleza siempre habrá algo de fealdad.

En ese tenor, en Ladyworld parece que la amenaza verdadera es un hombre que, de acuerdo con las ideas de Piper, está listo para aprovecharse de ellas, empero al final del día nos damos cuenta que las chicas son sus propias enemigas. Es ahí donde cabe una especie de performance lleno de locura y acciones poco racionales –i.e. Romy (Maya Hawke) texteando y hablando con un celular que no tiene batería o bien Piper y su séquito cantando una pegajosa rima– con un diseño sonoro que tiene el objetivo de inquietarnos y adentrarnos a las insanas mentes de las jóvenes, por encima de cualquier tipo de profundidad en los personajes o en la misma trama.

Ladyworld, en consecuencia, apuesta por lo ambiguo y resulta ser una experiencia un tanto frustrante que simplemente nos invita a mirar una serie de acciones producto de un encierro con poca comida, sin electricidad, lleno de suciedad, y de la cruel naturaleza humana.