Cannes 2019: DOLOR Y GLORIA, una autoficción fascinante

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

No es difícil deducir que el personaje de Antonio Banderas en Dolor y gloria (2019), interpretación que le valió el premio a Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de Cannes, es una versión cinematográfica de Pedro Almodóvar.

Banderas le da vida a Salvador, un director de cine que en la actualidad no ha podido volver a rodar una película –sobre todo debido a sus dolores tanto físicos (sufre de migraña y de fuertes molestias en la espalda) como mentales (conoce bien la ansiedad y la depresión)–. Sus días de gloria parecen haber quedado en el pasado y es, justamente, cuando la Cineteca de Madrid restaura una de sus mejores cintas de los años ochenta, que Salvador se encontrará por primera vez en 30 años con Alberto (Asier Etxeandia), el actor que protagonizó dicho filme y con quien tuvo fuertes problemas durante el rodaje.

Por medio de un presente lleno de confusión, de bloqueo artístico, de un peligroso descubrimiento tardío (Alberto introduce a Salvador al “caballo”, la heroína fumada), es que este cineasta viajará a su pasado, confrontando momentos y personas que lo marcaron. Dolor y gloria es, por su puesto, una mirada a la vida de Almodóvar, a su infancia, a ese primer deseo, a un gran amor truncado cuando ya era un cineasta reconocido, y a la relación con su madre (Penélope Cruz y Julieta Serrano la interpretan en diferentes épocas).

Almodóvar evoca una serie de recuerdos en un ejercicio que también revela su amor por el cine y su proceso artístico. Salvador, el álter ego de Almodóvar, es un artista que suele aludir a su vida personal. Una puesta en escena que quedó en el texto, por ejemplo, revela todo lo que para él significó el amor de su vida, Federico (Leonardo Sbaraglia), a quien nunca pudo salvar de su adicción.

Almodóvar incluso hace referencia directa a la llamada autoficción y nos da a entender que a su madre no le encantaba cuando el director plasmaba su relación con ella en pantalla grande. Dolor y gloria es, entonces, probablemente la cinta más personal de Almodóvar. No sólo comparte esos momentos de su infancia, sino que le hace frente, de manera muy emotiva, a la muerte de su madre y a sus arrepentimientos en torno a sus acciones como hijo.

Al mostrar cómo parte del proceso de sanación para Salvador está en volver a hacer cine, en filmar sobre su madre de hecho, la fascinante autoficción Dolor y gloria expone lo mucho que significa para el propio Almodóvar poder expresarse a través del séptimo arte. Probablemente, al estar en un momento personal complicado, sólo escribiendo sobre los días en que sintió atracción hacia otro hombre por primera vez, sobre esa relación amorosa que pudo ser algo más y, ciertamente, escribiendo todo sobre su madre, es que pudo salir adelante y continuar con aquello que da sentido a su vida: el cine.

Dolor y gloria es el magistral resultado de este íntimo proceso.

Texto publicado originalmente en Chilango.