ZEROS AND ONES: Una entrevista con Abel Ferrara sobre su película pandémica

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

A sus 70 años, Abel Ferrara vive con su pareja Cristina Chiriac y su pequeña hija Anna en un vecindario de Roma, Italia. Lejos de la ciudad que lo hizo un cineasta legendario, realiza ficciones y documentales con absoluta libertad creativa. Trabajos personales que no siguen las convenciones narrativas.

Zeros and Ones (2021), su película más reciente y por la que ganó el reconocimiento a Mejor Dirección en el Festival de Locarno, seguramente frustrará a quienes esperen el “thriller político” que vende la sinopsis. Ethan Hawke interpreta a un militar y camarógrafo americano que regresa a Roma, donde se entera que su hermano revolucionario (también interpretado por Hawke) está “en prisión”. Al indagar sobre su paradero, notará que en un mundo de soldados americanos, italianos y agentes rusos, es imposible confiar en alguien.

Como el documental Piazza Vittorio (2017) y la muy personal Tommaso (2019), Zeros and Ones también se desarrolla en la multicultural zona donde Ferrara reside actualmente. “Todo está basado en nuestra realidad y en donde estamos”, reveló Ferrara en entrevista con Cinema Inferno y agregó: “es una expresión cinematográfica de lo que estaba pasando afuera de mi ventana. La pandemia es un ejemplo obvio de esto”. 

Zeros and Ones no elude nuestra época pandémica actual, llena de cubrebocas y gel antibacterial. Una escena ligada a uno los temas por excelencia de Ferrara, el consumo de drogas, es notoria porque la dealer desinfecta con espray el dinero de una venta. La filmación, recordó el cineasta, se dio “durante la pandemia, antes de la vacuna. Esos protocolos eran de vida o muerte. No es ficción, es realidad. Los chinos quemaron todo su dinero porque el dinero es lo más sucio, así es cómo la gente se enferma en un mundo normal, ¿sabes? Un billete puede tener los gérmenes de 50 personas. Es un tiempo peligroso, hay mucho en juego. Al mismo tiempo, sabía que debía filmar. En algún punto tienes que salir de la cuarentena y reingresar al mundo. Tienes que hacerlo con valentía, debes cuidarte y cuidar a los demás. Gracias a Dios nadie se enfermó”.

Zeros and Ones se suma a la constante exploración de la religión y la espiritualidad en la obra de Ferrara. ¿La imagen más llamativa de la película? La explosión del Vaticano. Si bien Ferrara lleva años practicando el budismo, que se refleja en filmes como 4:44 Último día de la Tierra (4:44 Last Day on Earth, 2011), pregunté cuál era su visión actual del catolicismo con el que creció: 

“Ser budista me ha llevado, de hecho, a estar más cerca de Jesús. La vida es mejor con la espiritualidad. Tienes que encontrar tu propia posición, saber cómo te sientes, no sólo para responder las preguntas obvias: ¿de dónde venimos? ¿A dónde iremos? Sino para saber cómo afrontar el mundo momento a momento, cómo te relacionas con otras personas, cómo permaneces siendo la mejor versión de ti mismo, cómo sigues siendo humano”.

Un cineasta que mira hacia adelante

Para el Ferrara de hoy, no hay diferencias en el proceso entre un documental y una ficción: “por un lado, lo entiendo todo. Por otro lado, cada vez es como si lo hiciera por primera vez. Es la belleza de esto, ese es el reto, nunca sabes a donde te va a llevar la historia, la manera de filmar, editar, qué música usas. Tienes a los mismos tipos, pero todos son diferentes, todos los elementos siempre cambian. Hacer una película requiere del compromiso financiero de alguien. Hay mucho en juego”. 

Ferrara se siente de vuelta en sus inicios, cuando filmó en Nueva York The Driller Killer (1979) con un pequeño crew: “no me daba cuenta de lo afortunados que éramos. Sigo intentando regresar a eso. Simplemente me siento mejor así, me gusta filmar rápido. Entre menos gente, mayor compromiso. Con las herramientas que tenemos ahora lo podemos explotar. No necesitamos mucho dinero”.

Los efectos digitales de la explosión del Vaticano, el uso de drones o el énfasis en la era digital de Zeros and Ones indican que Ferrara continúa mirando hacia adelante, experimentando. “Todo lo que podamos usar para contar la historia de mejor manera o poner la cámara en un mejor lugar –para eso es el dron–, me encanta. El proceso de edición, la manipulación de las imágenes, la manera rápida de compartir ideas, poder trabajar a distancia… todo es jodidamente sensacional”, afirmó el cineasta. 

Al cuestionarlo sobre el presente de la industria cinematográfica, Ferrara refirió que las nuevas generaciones tienen “más oportunidades, especialmente la gente joven, de juntar imágenes, ponerles sonido y expresar sus ideas. Si los chicos tienen acceso a los medios de producción, es jodidamente estupendo. Que puedan compartir sus ideas en Internet: ¡grandioso!”

Los clásicos de culto de Ferrara 

Mientras que el originario del Bronx sigue trabajando, buena parte de su filmografía mantiene su vigencia. Por ejemplo, El ángel de la venganza (Ms .45, 1981), que celebró su cuadragésimo aniversario, se ha vuelto esencial para discutir la evolución del controversial subgénero rape-revenge, el cual ha resurgido de la mano de varias cineastas. Ferrara atribuye a sus colaboradores el respeto que provoca El ángel de la venganza: “fue escrita por un tipo inspirado, Nicky (Nicholas St. John) es espiritual y brillante. Y luego Zoë (Lund), tenía 17 años en ese entonces y fue la unión perfecta: la actriz con el material. Ella trajo lo suyo, que era lo opuesto, trajo su lado femenino. Pero Nicky estaba en contacto con su propio lado femenino. Al final del día, es su inteligencia y talento, el escritor y la actriz juntos, así es como obtienes magia”.

El verdugo de Nueva York (King of New York, 1990), otra colaboración entre Ferrara y St. John, es un caso similar al arriba mencionado. En 2020, en el podcast The Rewatchables, Quentin Tarantino recordó lo mucho que significó su estreno por su salvajismo, violencia y cero remordimientos tras la represión y corrección de los años ochenta. ¿Necesita el cine estadounidense actual una sacudida similar? “No veo suficientes filmes para hacer un juicio así, ¿me entiendes?”, confesó Ferrara, “vivo en Europa, entonces al ver cine viajo más al Este que al Oeste y estoy viendo películas bastante salvajes que vienen del lugar más demente”.

Corrupción judicial (Bad Lieutenant, 1992), protagonizada por el gran Harvey Keitel, fue comparada recientemente con Diamantes en bruto (Uncut Gems, 2019). Ambas siguen a un incontrolable apostador neoyorquino y las acciones de una serie de playoffs: con Ferrara béisbol y básquetbol para Josh y Benny Safdie. No es casual, ya que Ferrara tiene una conexión de años con los hermanos, actuó en Daddy Longlegs (2009) y el cinefotógrafo de Zeros and Ones es Sean Price Williams, quien filmó Heaven Knows What (2014) y Good Time: Viviendo al límite (Good Time, 2017) para los Safdie. Una sonrisa cruzó el rostro de Ferrara al escuchar sobre las reminiscencias entre Diamantes en bruto y su trabajo. “Sí la vi. Me pareció estupenda, Adam (Sandler) estuvo sensacional”, comentó Ferrara antes de cambiar el rumbo de la conversación. 

Ferrara en México

“¿De dónde eres?”, preguntó Ferrara. “México”, contesté. En lugar de seguir con Diamantes en bruto, saltó a la inclasificable Siberia, su enésima colaboración con Willem Dafoe:

“Estuvimos en México un par de años antes de la pandemia. Filmamos Siberia en la Ciudad de México y luego en Mexicali, ¿sabes? Fue como estar en dos países diferentes, la Ciudad de México y después la frontera con Estados Unidos, el desierto (en este pasaje de Siberia aparece Daniel Giménez Cacho). Fue muy interesante. Filmar en México fue genial, hombre”.

Zeros and Ones llegó a cines selectos de EUA y VOD el pasado 19 de noviembre. Estará disponible en Blu-ray y DVD el 4 de enero de 2022.

ROMA: La faceta más personal de Alfonso Cuarón

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En una de las escenas con narración de Y tu mamá también (2001), donde la voz de Daniel Giménez Cacho daba un mayor contexto a las acciones de los protagonistas y ocasionalmente también del ámbito social y político a su alrededor, se hace mención a la construcción de un hotel de lujo en terrenos ejidales, una acción que eventualmente provoca que un humilde pescador de la zona nunca vuelva a practicar su oficio. Roma (2018) –primera película sobre México de Alfonso Cuarón desde aquella road movie/historia coming-of-age sobre dos mejores amigos– expande esa atención al contexto sociopolítico del país y pone los reflectores en una mujer de origen mixteco (Cleo, interpretada por Yalitza Aparicio) que labora en la Ciudad de México como ayudante de una familia de clase media alta. Roma es, por supuesto, un filme político, no por nada se hace mención, por ejemplo, de que la madre de Cleo está a punto de perder sus terrenos ante el municipio; sin embargo la propia protagonista, de manera natural, no le da peso a esta noticia porque tiene sus propios problemas.

Es así que ante todo, y con su impecable fotografía en blanco y negro, Roma nos lleva hasta las entrañas de una familia mexicana entre 1970 y 1971. La cámara está puesta en la cotidianidad y el nivel de detalle se aprecia en cómo se da seguimiento a cuestiones mundanas que, en el papel, podrían decir poco o nada, i.e. el papá (Fernando Grediaga) que le cuesta trabajo meter su carro de gran tamaño en su angosto zaguán, las cacas del perro en el patio de la casa que Cleo nunca limpia a pesar de los regaños de sus patrones, los niños jugando, la abuela (Verónica García) que le compra golosinas como una caja de Gansitos a sus nietos, o el sonido de la colonia. Roma podrá estar situada en el ambiente en el que creció Cuarón, quien nació en la Ciudad de México a finales de 1961, pero este tipo de detalles los reconocemos, y apreciamos, más de uno.

Por otra parte, si en Y tu mamá también Cuarón filmó su road trip sin ignorar el entorno de los caminos recorridos por los personajes, en Roma hace lo propio con la Ciudad de México. Ahí está la excelsa recreación del México de principios de los años setenta, desde el Teatro Metropólitan cuando era un cine donde la gente podía fumar viendo su película, la música que sonaba y los programas de televisión que se veían en esa época, a los pósters del Mundial de México 70 o la propaganda que anunciaba al PRI en todos lados. Una salida al cine cualquiera con Cleo y la abuela cuidando a los niños y a su amigo, se convierte en un notorio travelling lateral que nos hace sentir que estamos acompañando a Cleo mientras entra a una zona popular de la ciudad, para después revelar sutil pero contundentemente un conflicto pivotal que involucra a la familia protagonista.

En ese sentido de la carga dramática, Cuarón toma a dos mujeres, Cleo y la mujer de la casa (Marina de Tavira), de contrastantes clases sociales –en una fiesta de año nuevo, por ejemplo, una bebe pulque y la otra se codea con amigos gringos amantes de las armas– y las pone en situaciones no iguales pero sí con un tema en común: la mujer abandonada por la figura masculina que ha decidido mirar a otro lado. Roma tiene un curioso paralelismo con Niños del hombre (Children of Men, 2006) si pensamos que al centro de ambas está una mujer embarazada en medio de un terreno por demás hostil y violento, y que no tiene a nadie a su lado más que, en este caso, a su “familia postiza”.

Cleo, cuyo móvil dramático es su embarazo no deseado –producto de su relación con un joven ex “chemo” (Jorge Antonio Guerrero) de bajos recursos y que se está reformando gracias a un supuesto entrenamiento de artes marciales–, tiene que enfrentar a una sociedad machista pero no sólo eso, y es que el México priísta de los setenta, y ciertamente también el de hoy en día, es sinónimo de represión y guerra. En un magistral clímax, Cuarón conjuga la violencia del notorio halconazo (la matanza del jueves de Corpus), indica donde pone atención usualmente el estado para encontrar a sus ejecutores (las personas marginadas claramente), evoca esos momentos de Niños del hombre, y reafirma a Roma como otra de sus cintas con impresionante aspecto formal, pero la que más sacude emocionalmente.

Una obra de muchas capas, igualmente dura que enfocada en el humanismo; cada que la familia central le dice a Cleo que la quieren mucho, se trata del Cuarón más personal hasta ahora mostrando su gratitud.