RANDOM ACTS OF VIOLENCE: El potente debut de Jay Baruchel en el terror

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El canadiense Jay Baruchel se dio a conocer como parte del grupo de jóvenes cómicos ligados a Judd Apatow. En la comedia romántica Ligeramente embarazada (Knocked Up, 2007), por ejemplo, interpretó a uno de los amigos del protagonista interpretado por Seth Rogen. Luego tuvo un rol similar en la comedia apocalíptica Este es el fin (This Is the End, 2013), donde este grupo de actores llevó la autorreferencia y autoparodia a otro nivel. 

Al igual que Rogen y Jonah Hill, Baruchel se convirtió en director: debutó con Goon: Last of the Enforcers (2017), secuela de Goon (2011), cuyo guión fue co-escrito por Baruchel. Este par de filmes –en los que Baruchel da vida al amigo del protagonista (Seann William Scott)– combinan el deporte (hockey sobre hielo) con la comedia, el romance y la violencia, esto último porque están enfocadas en un enforcer: un jugador que en sólo entra a la pista para madrearse.

Baruchel dio un giro importante en su segundo largometraje como director: Random Acts of Violence (2019) es un filme de terror ligado al slasher. Siguiendo la novela gráfica original –escrita por Jimmy Palmiotti y Justin Gray, publicada en 2010–, Baruchel explora la relación entre la violencia real y la ficticia.

Jesse Williams interpreta a Todd, creador del exitoso y sumamente violento cómic Slasherman, el cual está inspirado en un asesino en serie real que aterrorizó –de 1987 a 1991– una zona de la carretera I-90. 

Mientras escribe el gran final de Slasherman, Todd realiza un roadtrip para “inspirarse” por el área donde el asesino le quitó la vida a seis personas y desapareció sin dejar rastro. A Todd lo acompaña su editor Ezra (el propio Baruchel), su asistente Aurora (Niamh Wilson) y su novia Kathy (Jordana Brewster), quien realiza su propia investigación con el objetivo de publicar un libro sobre las víctimas que contrarreste la creciente mitología del victimario. 

Un trabajo como Slasherman no es para todo el público, hay quienes lo tachan de inmoral. Pero ni las peores críticas se comparan a la pesadilla que Todd vivirá con el regreso del verdadero “Slasherman”, ahora inspirado por el cómic. ¿Quiénes serán las próximas víctimas? Además del cómic, ¿algo más conecta a Todd con el asesino? 

Con motivo del estreno de Random Acts of Violence en Blu-ray, DVD, VOD y Digital, charlé con Baruchel sobre el controversial tema de la violencia, la conexión entre realidad y ficción, además de sus influencias cinematográficas y la colaboración con Rogen y compañía. 

Cinema Inferno (CI): Random Acts of Violence es tu segunda película como director. Aunque Goon es sobre hockey, también se abordan cuestiones de violencia. ¿Qué te atrae al tema? 

Jay Baruchel (JB): Si me pongo analítico, se debe a varias cuestiones. Por ejemplo, a mi padre. Le gustaba pelearse, también le encantaban los “peleadores” del hockey y las películas de acción. Cuando era niño, por alguna razón, siempre me atrajo The Punisher, era uno de mis superhéroes favoritos de la infancia. 

Para ser honesto, pienso que es porque la violencia debe ir directo al corazón. El terror y la acción son al cine, lo que el heavy metal, el punk y el industrial a la música. Te inclinas hacia algo real para lo que no tienes palabras. Hay una pureza y una simplicidad también, algo increíblemente honesto. Y todo esto que llaman “civilización”, se basa en y es una reacción a la violencia. Todos llegamos a este mundo a través de un acto violento. 

Simplemente es algo que ha sido muy vistoso toda mi vida. He pasado una buena parte de mi vida adulta tratando de descifrar la razón, porque no soy una persona violenta, pero sí conozco los colores que me interesan y lo que me gustaría pintar. Nunca haría una película en la que a nadie le pateen el trasero. 

CI: Aunque la novela gráfica es de 2010, el que existan personas temerosas de la violencia que pueda provocar la ficción se siente más relevante hoy. Ahí está la controversia alrededor de Guason (Joker, 2019), por ejemplo. 

JB: Cuando iba en la prepa pasó lo de Columbine, el diálogo sobre la masacre era muy simplista y superficial. Primero la gente decía: estos chavos lo hicieron debido a Doom y Marilyn Manson. Era una pendejada, no tenía ninguna base en la realidad. Pero la respuesta automática a eso fue: entonces puedo hacer y decir cualquier cosa y no tengo ninguna responsabilidad, lo cual es igualmente una pendejada. Si salgo y le digo algo a un extraño, soy responsable hasta cierto punto de cualquier cosa que podría pasar. Pretender que si escribí una canción o película y está afuera en el mundo no tengo ninguna responsabilidad, es una estupidez.

Me interesa el ciclo en el que nacemos y al que contribuimos. Tratar de determinar un claro momento de la “gallina y el huevo”, en el que esto causa aquello, es imposible, dado que esta mierda ya estaba jodida mucho antes de que cualquiera de nosotros apareciera: el mundo ha sido un lugar violento por mucho tiempo. Lo que encuentro fascinante es cómo todos estamos influenciados por esto, cómo nos lleva a direcciones diferentes, y cómo un acto terapéutico, presentado como arte, tiene algunas repercusiones. 

CI: Random Acts of Violence es un slasher potente, horripilante, demente y, por supuesto, violento. ¿Cómo te aproximaste a las secuencias más explícitas? 

JB: Fuimos muy específicos y conscientes respecto a nuestra violencia. Tratamos de lograr verosimilitud, queríamos que fuera desagradable, contrarrestar 40 o 50 años de terror corporal extravagante, de sangre saliendo a chorros. Cuando un cuerpo hace algo imposible en una película, cuando la cabeza de alguien es rebanada y hay una fuente de sangre saliendo del puto agujero y de la garganta, esto es: impactante, entretenido, puedes regodearte con el arte del trabajo de efectos especiales, sin embargo no es jodidamente escalofriante. Nada de eso da miedo porque es tan jodidamente irreal que es imposible verte a ti mismo en esa situación. 

Primero, no da nada de miedo; y segundo, queríamos que se preguntaran: ¿cuál es mi experiencia como cinéfilo cuando veo un filme con Jason, Michael Myers o Freddy destripando a un montón de jóvenes? ¿Puedo decir honestamente que alguno de esos jóvenes son los protagonistas? Tal vez, pero si no puedo ni decir el puto nombre de alguno, entonces probablemente no. Sí puedo nombrar a Jason, Freddy y Michael Myers. Si el asesino o el monstruo es un personaje más definitivo que los jóvenes, ¿qué experiencia tengo al mirar la película? Yo argumentaría que está cerca de ser sadismo indirecto. No soy nadie para decir si está bien o mal, simplemente estoy diciendo que noté como eso me incomodaba. 

También me incomoda que puedo nombrar a Jason o Freddy, no a sus víctimas. Puedo nombrar al Zodiaco, Ted Bundy y John Wayne Gacy, pero no sé a cuántas de sus víctimas podría nombrar. 

Los dos fenómenos están conectados y con base en esto nos aproximamos a la violencia. Queríamos que fuera burda, errática, que no tuviera una coreografía… claro que la tienes que coreografiar, pero no queríamos que se notara. No queríamos que se sintiera como una puesta en escena, queríamos que se sintiera como violencia que ocurre por sí sola. Y no queríamos en esta película algo que no le puede pasar de verdad a alguien. Tratamos de ser sutiles de cierto modo, cuando digo sutiles me refiero a no tener decapitaciones y mierda así. Simplemente queríamos que fuera verídica, auténtica y cruda.

CI: Hay varias diferencias entre el cómic y la película. Por ejemplo, en el filme “Slasherman” está inspirado en un asesino serial real. ¿Cómo fue el proceso para añadir nuevas cosas al material original? 

JB: Tuvimos mucha suerte de tener un material original asombroso como el cómic de Jimmy Palmiotti y Justin Gray. Hicimos nuestro mejor esfuerzo para contribuir a la conversación que ellos empezaron, nos dimos cuenta que todo se trata de la naturaleza cíclica de la inspiración. Cómo una persona hace algo malo, esto afecta a un montón de cosas que a su vez influencian a otra persona a, potencialmente, hacer algo malo después. 

Hay algo que hacemos como sociedad: convertimos a los asesinos seriales en monstruos, los hacemos míticos, les damos apodos, les hacemos libros y documentales. Diría que a costa de entender la experiencia de las víctimas. Un monstruo no mata, un hombre sí. Es más fácil para nosotros como sociedad digerir a un monstruo, porque no tenemos que vernos reflejados, y no tenemos que preguntarnos: ¿cómo pudo ocurrir esto? 

Se trató de enfocarnos en ese proceso de convertir a un ser humano en un monstruo. Cómo le quitan humanidad a las víctimas y las convierten en estadísticas. En ambos casos, sacrificamos humanidad. 

CI: ¿Qué películas de terror te influenciaron? ¿Quizás algún giallo?

JB: Llegué sabiendo que quería recrear el color y la energía de un filme británico llamado Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948). Que quería que la violencia se sintiera entre La masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) e Irréversible (2002).

Cuando llegó Karim Hussain, mi cinefotógrafo, mencionó Rojo profundo (Profondo rosso, 1975), White of the Eye (1987),  y hablamos bastante de The Bird with the Crystal Plumage (L’uccello dalle piume di cristallo, 1970). Guantes de cuero, ese fetichismo italiano, la verdad no es lo mío, pero a Karim le importa. Lo respeto, aunque no es mi mierda preferida. 

Entre mis intereses y los de Karim, no había idea errónea. Era de vamos a improvisar, vamos a mezclar estas cosas. Entonces sí, definitivamente hay un poco de Rojo profundo y definitivamente un montón de La masacre de Texas

CI: En los dos filmes que dirigiste tienes pequeños roles, ¿protagonizarás después tus propias películas?

JB: ¡No! Todo lo contrario, espero el día en el que pueda dirigir una película sin tener que aparecer en ella. Odio actuar y dirigir al mismo tiempo, lo siento como tarea. Mi jodida concentración está dividida. Tengo que sufrir los dailies y verme con mi puta boca abierta. No lo soporto, sólo actúo en las películas que dirijo porque, por alguna razón, sigo siendo famosillo y eso ayuda a que se hagan. Pero sueño con un tiempo en el que pueda sólo dirigir. 

CI: A casi 15 años de Ligeramente embarazada, todos están en proyectos interesantes. ¿Qué sientes al mirar atrás?

JB: Lo recuerdo con mucho cariño, no deseas hacer cosas que no hagan sentir a nadie, ser parte de una película que significa lo que significa para el mundo es sumamente especial. 

Es cool conocer a ciertos tipos desde que tenías 18, y ahora que todos tenemos casi 40, saber que estamos bien. Bastaría con eso, pero estamos haciendo la mierda que soñamos: todavía recuerdo vívidamente ser un mariguano de 19 años en Los Ángeles, charlando con Seth (Rogen) y Evan (Goldberg), soñábamos sobre dónde esperábamos estar a los 40 y qué esperábamos poder hacer. Es muy cool que estamos haciendo toda la mierda que deseábamos. Yo quería hacer películas raras e independientes en Canadá. Seth dijo que quería hacer largometrajes americanos de estudio, escribirlos y dirigirlos. Lo estamos haciendo. 

CI: ¿Trabajarás otra vez con ellos?

JB: Si fuera por mí, sólo trabajaría con gente que conozco y con la que me puedo comunicar. No sabes que nos espera en el puto futuro, pero sé que la última vez hicimos Este es el fin, una peli muy buena. Si es el proyecto correcto y todos están de buen humor, entonces sí, claro que sí.

LA FIESTA DE LAS SALCHICHAS: Más sexo y menos religión

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Cuando Trey Parker y Matt Stone decidieron retirase del cine después de Team America: Policía mundial (Team America: World Police, 2004) –su memorable cinta de marionetas que supuso una filmación tormentosa–, dejaron un gran vacío en la animación para adultos, el cual se ha llenado hasta ahora, gracias a Seth Rogen y Evan Goldberg, quienes reclutaron a su pandilla usual (Michael Cera, Jonah Hill, James Franco, Bill Hader, etc.) y a los directores Greg Tiernan y Conrad Vernon para su debut en este difícil género. No es coincidencia que La fiesta de las salchichas (Sausage Party, 2016) se convirtió en la película animada para adultos más exitosa desde, precisamente, South Park: Más grande, más larga y sin censura (South Park: Bigger, Longer & Uncut, 1999). Su ADN es similar, con mucho que decir sobre el mundo actual, pero, antes que todo, el deseo de provocar risas, con humor vulgar y que no se limita a burlarse de sólo un grupo de personas.

La referencia a Pixar –el nombre del estudio aparece en el sticker de un carro–, tampoco es casualidad. Para su aventura animada, Rogen y Goldberg trabajaron la formula que el estudio responsable de Toy Story (1995) ha llevado al mainstream durante los últimos años: mostrar la “vida secreta” de objetos o animales, aunque ciertamente en este caso desde un punto de vista no apto para infantes. ¿Qué mejor para el doble sentido que una salchicha y un voluptuoso pan de hot dog como la pareja protagonista?

La regla de este universo es que cualquier cosa que encontramos en el supermercado tiene conciencia, desde los vegetales y las bebidas alcohólicas hasta las duchas vaginales, los tampones, el papel de baño y los condones. Sí, estamos ante otra peculiar mezcla entre caricaturas y sexo que recuerda a la propia Team America: Policía mundial, pero la vulgaridad característica que Rogen y Goldberg vienen explorando como guionistas desde Supercool (Superbad, 2007), llega a su punto más interesante. Los gags siguen transpirando adolescencia, marihuana y autorreferencia, no se equivoquen, pero ahora ayudan a exponer un tema que ha acompañado a la humanidad desde tiempos remotos: la religión. 

Por medio de sus personajes centrales –la salchicha Frank (Rogen), el pan Brenda (Kristen Wiig), el taco Teresa (Salma Hayek), entre otros–, se presenta la noción de la necesidad de los individuos de creer en algo superior para tratar de comprender su existencia; además su entorno (un complejo de una cadena de supermercados) funciona como un micro universo inspirado en la historia de la humanidad, donde la religión se ha corrompido y llegado a los extremos, siendo parte fundamental de conflictos como el de Israel y Palestina o del Holocausto. La “vida secreta del supermercado” se parece más de lo que pensamos a nuestro mundo.

Los productos esperan felices ser adquiridos por los humanos porque su vida entera se basa en una creencia que nadie puede comprobar, pero aún así es lo único en lo que todos coinciden: ser comprados por las personas (sus dioses) significa la entrada al paraíso. El camino del héroe Frank da inicio cuando conoce a un frasco de mostaza dulce que estuvo en “el más allá” pero fue devuelto a la tienda no sin antes descubrir el verdadero y cruel destino de los alimentos; el paraíso no existe y los llamados dioses son “asesinos” que se los devorarán sin piedad. Así, una idea simple y condescendiente sobre el significado de la vida se rompe y comienzan a surgir todo tipo de cuestionamientos, aunque para la carismática salchicha no será fácil lograr que el resto de creyentes puedan/quieran ver la realidad.

La fiesta de las salchichas, como ya mencioné, tiene el logro de comentar sobre estos temas siendo una caricatura, y al mismo tiempo funciona por saber aprovechar su universo para el efecto cómico. Como lo han hecho sus antecesores (de Pixar a South Park pasando por Los Simpson) en repetidas ocasiones, el toque cinematográfico recae en recrear con sus propios personajes momentos de películas de guerra, horror o vaqueros. El gag constante es que las salchichas y demás alimentos viven con demasiada intensidad su aventura, pero en los ojos de los humanos nada raro sucede cuando tiran los productos del carrito del super, pelan una papa o hierven tocino. 

No es la primera vez que Rogen y Goldberg trasladan su comedia a un contexto sociopolítico, pero me parece que La fiesta de las salchichas es más hilarante que Una loca entrevista (The Interview, 2014) ya desde su formato, o sea la ingeniosa manera para trasladar la realidad al supermercado animado: productos alemanes que buscan la exterminación de los jugos (porque en inglés juices suena como jews); el bagel (judío) y el pan lavash (árabe) que no se toleran a pesar de compartir estante; y otras referencias que no son netamente religiosas, unas de temas igualmente controversiales (como el racial con los productos ilegales mexicanos, o los de origen negro y nativo americano siendo desplazados por las galletas blancas) y otras que son genialmente obvias (el villano de la historia es literalmente un douche, las frutas son homosexuales, Meat Loaf tiene un cameo…). 

El discurso de La fiesta de las salchichas es anti-religión, sí, porque la desnuda como el producto de una vil mentira; pero al mismo tiempo está en contra del sermoneo (de cualquier vertiente) y sobre todo condena la corrupción de la necesidad inicial de los individuos por creer en algo más. Finalmente es este el problema de los productos en el filme. Ellos viven engañados, con miedos (i.e. Brenda teme que tener pensamientos “sucios” podría hacer enojar a los seres supremos) y prejuicios. Ellos verán como “monstruos” a los humanos sin darse cuenta que, poco a poco, han pasado a actuar de una manera similar. Aquí la solución se simplifica a que sería mejor olvidarse de todo, de esos “dioses” que no dejan actuar libremente, y dar paso a disfrutar de lo mejor de la vida (resumido por la cinta en el sexo). El mundo real debería funcionar así pero esto es algo que jamás pasará, por eso funciona mejor expresar dicha noción con un montón de alimentos calenturientos y ansiosos por el deleite sin límites.

Texto publicado originalmente en Butaca Ancha (en octubre de 2016).

Fantastic Fest 2018: MID90S, la notable ópera prima de Jonah Hill

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

11 años después de que Supercool (Superbad, 2007) finalmente lo hizo destacar como actor cómico, y siete desde que Moneyball (2011) lo convirtió en un nominado al premio Oscar, Jonah Hill debuta como director/escritor con Mid90s (2018), cinta coming-of-age que divierte y, al mismo tiempo, revela a Hill como un cineasta sensible que está interesado en capturar momentos de naturalidad provenientes de la interacción de un grupo de jóvenes actores sin mucha experiencia previa.

Desde los primeros instantes nos damos cuenta que Hill apuesta por algo tan personal como lo que hicieron en su momento Seth Rogen y Evan Goldberg con el guión de Supercool, empero, Mid90s no es una comedia directa y está más apegada al trabajo de directores como Richard Linklater, e incluso Larry Clark, que a la escuela de Judd Apatow de la que Hill se graduó hace tiempo.

Con su cámara puesta en detalles que nos llevan a la propia infancia de Hill en los años noventa –no faltan las cobijas de las Tortugas Ninja, los pósters del Wu-Tang Clan, y por supuesto el soundtrack repleto de música hip hop y temas más populares de la época como “Wave of Mutilation” de Pixies o el cover que Nirvana le hizo a “Where Did You Sleep Last Night”–, Mid90s tiene como protagonista al jovencito Stevie (Sunny Suljic), quien vive con su madre soltera (Katherine Waterston) y sufre las acciones violentas de su hermano mayor (Lucas Hegdes por fin haciendo algo diferente), mientras que en el exterior trata de adaptarse socialmente y comienza a interesarse por el patinaje.

cinema inferno mid90s poster

Eventualmente, y por medio de su amigo de origen latino Ruben (Gio Galicia), Stevie se integra a un grupo de skaters de mayor edad que él, quienes gradualmente le darán un sentido de pertenencia –no por nada Hill le da un gran peso a la escena en la que Stevie recibe de manos de uno de los chicos que admira, Ray (Na-kel Smith), su primera patineta de calidad–, pero también lo invitarán a experimentar nuevas cosas, i.e. salir de fiesta, conectar con una chica, y probar el alcohol y las drogas.

Hill pone los reflectores en adolescentes con trasfondos complicados, como el malhablado Fuckshit (Olan Prenatt) o el tímido y marginado Fourth Grade (Ryder McLaughlin), y por momentos evoca al trabajo de Larry Clark, quien suele exponer a jóvenes problemáticos que se dirigen a una verdadera tragedia. Mid90s se siente un tanto abrupta cuando, por ejemplo, Stevie parece intentar quitarse la vida tras una fiesta y otra noche violenta en casa, pero afortunadamente Hill no termina optando por un desenlace funesto, remitiendo más a la humanidad de Richard Linklater.

Mid90s nos recuerda que, en efecto, la vida está llena de tropiezos y experimentarlos es una parte natural del crecimiento, pero también que este mismo proceso coming-of-age es sinónimo de buenos y memorables tiempos (muchas interacciones entre Stevie y los skaters son hilarantes) y de personas que, aunque quizá no sea evidente, representan el valor de la familia y la amistad. Hill ha comenzado su carrera como director de manera notable.