Los protagonistas de The Boy Behind the Door (2020), primer largometraje de Justin Powell y David Charbonier, son Bobby (Lonnie Chavis) y Kevin (Ezra Dewey), dos niños que viven en Dakota del Sur. En un día particularmente soleado, estos buenos amigos sueñan con irse a otro lugar donde el buen clima sea una constante, como California, y juegan béisbol a la intemperie. Toda esta secuencia es, de hecho, un flashback. La película empieza con una escena que se desarrolla seis horas después y que tiene la intención opuesta. En una zona boscosa, durante una tarde gris, vemos a un carro llegar a su destino: una solitaria casa en medio de la nada. Nuestros pequeños protagonistas viajan en la cajuela, han sido secuestrados.
The Boy Behind the Door toca temas por demás terribles. La identidad del raptor permanece como un misterio buena parte del metraje, no así el hecho de que tiene un negocio ligado a la pedofilia (también, se entiende, que a la pornografía infantil). Entonces el escenario es el siguiente: el secuestrador le deja su casa por tiempo limitado a uno de sus clientes (Micah Hauptman), cuya potencial víctima es Kevin. Por otra parte, Bobby logra escapar de la cajuela pero, recordando la promesa de ser amigos por siempre, decide tratar de salvar a su camarada.
Parece que estamos ante un trabajo absolutamente desolador, difícil de ver y, en consecuencia, controvertido. La realidad es que The Boy Behind the Door se revela pronto como una película netamente de género, es un thriller desarrollado desde la perspectiva de los infantes, primordialmente de Bobby. Dueña de varias facetas, la trama no tardará en arrojar al pedófilo muerto, no obstante, siempre habrá un nuevo obstáculo para mantener el conflicto y la tensión. Por ejemplo, resulta que Kevin está encadenado en un cuarto cerrado con llave y cada vez falta menos para el retorno de su captor.
Si bien hay momentos que logran el cometido de un buen thriller, mantenernos tensos, The Boy Behind the Door es de esos filmes cuya ejecución empieza a carecer de fluidez y nos invita a cuestionar las decisiones de los personajes. Se entiende que la situación dará paso a momentos puramente circunstanciales, estos problemas son más notorios cuando el perpetrador inicial vuelve a escena. Es inevitable pensar, por ejemplo, el tiempo que tarda en darse cuenta que algo ha modificado sus planes en la casa. Bobby tiene chance de limpiar la sangre y mover el cadáver, vaya, el antagonista hasta se mete a bañar, mientras el pequeño continúa revisando el lugar, hasta que, en un intento contraproducente por abrir con un cuchillo el cuarto donde está su amigo, deja a la vista un rastro de sangre.
Más allá del previsible “enfrentamiento” entre el antagonista y los infantes, Powell y Charbonier tienen otro as bajo la manga. Ha resultado curioso ver cómo en tres películas de la Celebration of Fantastic Fest, cineastas varones intentan cambiar los “roles de género”. En Teddy (2020), es una señora la que trata de seducir a un reticente jovencito, quien hace referencia al movimiento Me Too. La protagonista de Girl (2020), por su parte, descubre la verdad sobre su familia luego de asumir erróneamente por muchos años que su padre era irresponsable y violento, y que su madre era la víctima. En The Boy Behind the Door, todo el tiempo damos por sentado que quien secuestró a los niños es un hombre. Ya pueden imaginar por dónde va la sorpresa referida.
Más allá del giro que destruye nuestras preconcepciones, la presencia de la actriz Kristin Bauer van Straten como una psicópata armada con un hacha –guiños a El resplandor(The Shining, 1980) incluidos– reafirma el juego directo entre el gato y el ratón que apunta al suspenso y la violencia explícita, casi siempre en favor de la justicia cinematográfica. Esto quiere decir que la villana, cada vez más burda y caricaturesca, recibirá su merecido gracias a unos niños cuya corta edad no impide que sepan defenderse. La película nunca llega a los niveles de ridiculez de algo similar como Becky (2020), mezcla de home invasion y cine de venganza donde una jovencita (Lulu Wilson) despacha violentamente a un grupo de prófugos liderados por un neonazi (Kevin James). A pesar de eso, The Boy Behind the Door es, a fin de cuentas, repetitiva y predecible. Te deja indiferente.
Celebration of Fantastic Fest, la edición híbrida del festival texano de cine fantástico (mayormente virtual), arrancó con la francesa Teddy (2020), incluida originalmente en la “Selección Oficial” del Festival Internacional de Cine de Cannes. Escrita y dirigida por los gemelos Ludovic y Zoran Boukherma, se trata de una entrada más al subgénero del terror enfocado en los licántropos. El filme conecta con varios exponentes del subgénero que presentan una historia coming-of-age.
El personaje titular (Anthony Bajon, de gran actuación) es un adolescente irrespetuoso y molesto. Detrás de su actitud se esconde algo más: Teddy vive en un hogar adoptivo junto a Pépin –un hombre con ciertos problemas mentales (interpretado por Ludovic Torrent)– y su “tía”, quien está, prácticamente, en estado vegetativo. Teddy no estudia y odia su trabajo, da masajes, depila y destapa inodoros en un salón de belleza, donde, por si fuera poco, su jefa (Noémie Lvovsky), una mujer mayor, intenta seducirlo –“¿que no has escuchado del Me Too?”, dice reluctante el protagonista–. Sin duda, el rayo de luz en el presente del joven es su novia Rebecca (Christine Gautier), una estudiante con quien Teddy ha visualizado –ingenuamente– un futuro juntos, construir una casa, tener un buen empleo, procrear, etc.
A diferencia de la popular Travesuras de un lobo adolescente (Teen Wolf, 1985) –donde Michael J. Fox descubre que es un licántropo, y luego aprende lecciones sobre la importancia de tomar las cosas con calma y ser uno mismo–, en Teddy el coming-of-age se entrelaza con el escenario y desarrollo de los clásicos del terror sobre hombres lobo. Travesuras de un lobo adolescente, por ejemplo, es muchas cosas, hasta película de básquetbol, pero no terror.
El escenario en Teddy es familiar: en un pueblo francés no es novedad que el ganado aparezca muerto y todo apunta a un lobo suelto. Podemos deducir el misterio desde la primera secuencia, en ella una anciana es atacada fuera de cuadro, vemos sangre y una luna llena. El joven Teddy se convierte en víctima de este licántropo, aunque nada es explícito y él mismo no vio bien que lo atacó.
El desarrollo de la película es clásico, Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981) es una referencia clara: Teddy empieza a tener sueños extraños y, eventualmente, amanece desnudo sin recuerdo alguno de sus violentas acciones.
Los hermanos Boukherma, como en su momento lo hizo John Landis, añaden una dosis humorística, propia de película de adolescentes (sexo, drogas, fiesta) o de terror (la extravagancia de Pépin, quien entiende inmediatamente que Teddy fue atacado por algo fuera de lo normal). Aunque los Boukherma coquetean con explorar el body horror inherente a los cambios físicos que sufre Teddy (pelos en la lengua o en el ojo llevan a momentos visiblemente dolorosos), finalmente no apuestan por una transformación explícita. No tienen a un Rick Baker como sí lo tuvo Landis.
La película no muestra los momentos de mayor violencia, sólo somos testigos de las brutales consecuencias. Es una decisión creativa que, muy posiblemente, surgió por alguna limitante de presupuesto, pero que es usada con solidez por los creadores de la película. Al Teddy licántropo apenas y lo alcanzamos a ver, esto en el clímax: una secuencia deliberadamente oscura que inicia precisamente con su pata bajando el switch de la luz del lugar. Sin embargo, este aparente anticlímax funciona y va acorde a la intención principal de la propuesta.
Teddy sigue el crecimiento de un marginado social, como es un adolescente el problema central es el desamor, esa gran decepción cuando, naturalmente, la otra mitad de una relación deja de navegar en el mismo sentido y parece ser el fin del mundo. Este conflicto se liga a la “maldición” que explota cuando hay luna llena. La cámara enfoca esos momentos de dolor entre Teddy (un personaje de esos que te importan) y las personas más cercanas a él: por supuesto Rebecca (ese único momento con el protagonista totalmente transformado en lobo es su despedida a ella) y su figura paterna Pépin, a pesar de su estado mental siempre se muestra comprensivo y afectuoso.
Lejos de ser un festín gore o de terror corporal, bien pudo serlo, Teddy es en su núcleo una película sobria y melancólica, en línea con esos desenlaces inevitables de Un hombre lobo americano en Londreso Las buenas maneras (As Boas Maneiras, 2017). Estos míticos licántropos provocan horror puro, al mismo tiempo, son víctimas que nunca pierden su humanidad del todo, destinadas a un final funesto.
Siguiendo los pasos deLate Phases(2014), de Adrián García Bogliano, y Las buenas maneras(emotiva historia coming-of-age y retrato de la maternidad), Teddy es una adición notable al terror sobre hombres lobo.
Como apunté en mi crítica, Nail in the Coffin: The Fall and Rise of Vampiro (2019) es el documental que aborda la vida de Ian Hodgkinson, mejor conocido como el luchador Vampiro Canadiense.
Más allá de que funciona como repaso de la vida de su protagonista –de joven promesa del hockey a inspirarse en la música punk para comenzar a luchar–, las dos principales aportaciones del documental dirigido por Michael Paszt son su acercamiento a lo que ocurre detrás de cámaras en las funciones de lucha libre y, por supuesto, esa vertiente totalmente personal que revela a Ian como alguien que trata en todo momento de ser un buen padre.
Un día después del estreno mundial de Nail in the Coffin: The Fall and Rise of Vampiro, platicamos con Vampiro y también con el director Paszt para conocer más detalles del documental.
Cinema Inferno: ¿Qué era especial de la lucha libre mexicana en los años noventa?
Ian Hodgkinson (Vampiro Canadiense): En los ochenta, el gobierno, el PRI, no permitía la música en vivo en México. En el principio de los noventa, fueron a México U2, Metallica, grupos así, y el gobierno abrió los canales de televisión: MTV estaba al aire en México, entonces sucedió toda la revolución del cabello largo, Pearl Jam, Guns N’ Roses. Los jóvenes estaban listos para esa energía y, al mismo tiempo, la lucha llegó a la televisión. Vampiro tenía el look de MTV. Todo eso en conjunto fue la razón del gran impulso.
¿Para ti cual fue la principal atracción hacia este tema?
Michael Paszt: Yo crecí viendo lucha y me terminé mudando a la Ciudad de México en 2001, ahí era reportero para Súper Luchas; me contrataron porque era de Canadá y me pidieron hacer historias internacionales. De ahí, me pregunté “¿quién es Vampiro?” y eventualmente lo localicé, nos conocimos y nos hicimos amigos. Años después, nos volvimos a encontrar. Las luchas han sido mi vida desde que tenía cinco años.
¿Cómo fue el proceso para elegir lo que vemos en el documental? Dado que no es sobre la historia de la lucha libre y al final se enfoca mucho en la relación de Ian con su hija Dasha.
Paszt: Es una buena pregunta. Hay mucho, tantas historias, tú eres de México entonces seguramente sabes todo lo que él ha hecho. Nosotros miramos todo, la música, este show de televisión Extranormal, lucha, cocina, todo. Pero luego tienes que pensar “¿cuál es el corazón de la historia?”. Y como yo o como cualquiera, simplemente estamos tratando de sobrevivir, tenemos familia y al final del día, la familia lo es todo. Yo también soy papá, de dos hijas, entonces dijimos “ese es el corazón” y lo demás es lo que lo rodea.
¿Dudaste al contar tu historia? ¿Qué te hizo aceptar el acercamiento de Michael?
Hodgkinson: Confío en Michael, somos más que amigos, somos familia. Él se me acercó con esta idea y yo dije “no me pidas participar en la parte creativa, tú cuenta la historia, yo sólo te contaré todo… no me preguntes, simplemente hazlo”, porque yo quería su versión, yo conozco mi versión y no creo que sea una muy buena versión. Cuando le confías a alguien más tu historia, es todo un proceso, y tenía mucha curiosidad. Él tenía un sueño, una visión, y cuando alguien se apasiona tanto por un sueño o una visión, necesitas apoyarlo.
Otro tema muy importante del documental es que ahora trabajas en la producción de programas de lucha libre para televisión, vemos que es una actividad intensa. ¿Cómo sucedió esto?
Hodgkinson: Yo era un personaje, entonces para continuar con mi personaje necesitaba expandirme porque se hizo aburrido ser Vampiro. Crear detrás de cámaras es una evolución. Simplemente fue una oportunidad para ser más creativo, es la única razón.
Y soy un tipo intenso, la mayoría de los productores de televisión no son así pero la forma en cómo Vampiro es en el ring, es muy intenso, entonces no conozco otra manera: golpear, sudar, gritar, es sólo parte del proceso.
¿Cómo fue tu reacción inicial al atestiguar esta intensidad entre bastidores?
[Hodgkinson se ríe].
Me encantaron esas escenas del documental, son fantásticas.
Paszt: Triplemanía XXV fue el show más grande de la compañía hasta ese momento. Fue puro caos organizado. Sin duda pudimos haber enloquecido, pero nos tomamos nuestro tiempo y nos mantuvimos enfocados en Ian. Te podías perder en la locura, pero nos enfocamos en él. Tuvimos la fortuna de contar con otras cámaras para tener metraje. Es impresionante, lo que ocurre detrás de este negocio es increíble. La compañía AAA nos recibió con los brazos abiertos, aún cuando en México no suelen dejarte estar entre bastidores, pero fueron muy cálidos y confiaron en nosotros, en que no íbamos a revelar los secretos.
En estas secuencias siempre vemos cómo tratas de mantenerte en contacto con tu hija. ¿Cuál es la principal dificultad al balancear tu vida profesional en México con la personal en Canadá?
Hodgkinson: No lo veo como algo difícil porque es lo que he hecho durante toda su vida. Es un reto para la gente que trabaja conmigo, como Triplemanía, una gran producción televisiva, yo detengo la producción para hablar con mi hija. No tengo ningún problema en hacerlo, pero los demás se tienen que adaptar, ¿me entiendes?
El punto es: no hay trabajo, no hay carrera en la vida que sea más importante que tu familia, porque si no tienes armonía en tu familia, el trabajo no significa nada. Mi hija necesita a su padre, más de lo que la lucha necesita a Vampiro. Ese es el punto.
¿Ya vio el documental tu hija?
Hodgkinson: No.
¿Cómo imaginas que será su reacción?
Hodgkinson: Creo que será difícil para ella, porque yo me divorcié cuando ella tenía dos años. Entonces, ella nunca ha visto a sus padres juntos de una buena manera.
Me tomó por sorpresa cuando vi el metraje de la boda, no lo había visto antes, y no sé cómo reaccionará mi hija a esto. Ella dice que su mayor tristeza es que no conoce a sus padres juntos, yo le digo “bueno, sí había amor, sí existió una relación”, porque su madre se volvió a casar y tiene otra familia. Mi hija no conoce sus orígenes. Creo que esto le va a pegar muy duro; la película la hará feliz, se va a reír de su papá, estoy seguro, pero creo que esto será un momento determinante para ella, que le cambiará la vida. Yo no me lo esperaba, no le he dicho, no le quiero decir porque sé que no la vería, pero quiero estar a su lado cuando suceda porque sé que la afectará.
Michael, sé que ayer [viernes 20 de septiembre de 2019] en Fantastic Fest fue la primera vez que Ian vio el filme. ¿Te pusiste nervioso al mostrarle el producto completado?
Paszt: Absolutamente, tenía nervios, pero lo bueno es que suficientes personas ya habían visto la película, en otros festivales, programadores y gente así. Si alguien hubiese dicho algo, pero todas sus reacciones fueron muy positivas. Sentí confianza.
Cuando estás haciendo el documental, tienes que ser observador y no hacer juicios, no estábamos ahí para juzgar su vida. Al final, la gente nos dijo “sí, esto es grandioso, el público quiere verlo”. Así que con esto me sentí aliviado.
Sé que es difícil, pero ¿cómo te sientes ahora que ya viste el documental?
Hodgkinson: Estoy extremadamente orgulloso de él [Michael], aprendí una increíble lección que no se trata sobre mi, aunque haya sido mi vida, pero ya no es más mi historia. Cuando haces estas cosas, tienes que dejar ir tu ego porque la gente te dirá lo que ellos sintieron, entonces no te lo puedes tomar personal.
Estoy increíblemente agradecido… aunque estaba esperando algo completamente diferente, estaba esperando más de mis orígenes, la música, etc., pero cuando vi la historia que él contó, y vi a este tipo roto que está luchando por su hija, ya no soy ese tipo, he dado pasos en mi vida para ser mejor. Entonces es interesante ver lo que otros piensan de ti, porque no importa si yo pienso que estoy bien, alguien más te ve de forma diferente. Así que ayer aprendí mucho de la película.
Paszt: Cuando haces una película, te toma un par de años, entonces vas en un viaje juntos. Cuando lo conocí primeramente hace tres años, él pesaba 330 libras, y to también pesaba más, al menos 20 libras más. Pero entre la filmación, hablar de las decisiones de vida y cosas así, hay un crecimiento que sale de esto. Yo también soy una persona diferente ahora. Él me enseñó muchas cosas en ese sentido. Cuando estás filmando, muchas veces dudas, pero él decía “hazlo, filma, luego puedes ofrecer disculpas”. Obtienes confianza y te transformas, ahora los dos somos más fuertes.
La secuencia más poderosa para mi es cuando conocemos el diagnóstico del Alzheimer de Ian, pero inmediatamente después lo vemos luchar contra Konnan…
Paszt: ¡Eso fue apenas el mes pasado! Es sólo parte del viaje. La idea era que, sí, ahí está el diagnóstico pero al mismo tiempo, él no lo está escuchando, no le importa, no lo va a detener y seguirá luchando, esa es la esencia de hecho: la lucha por la vida, eso es lo que está haciendo.
Hodgkinson: Sólo porque estoy enfermo, no significa que debo dejar de vivir. Ojalá que la gente con enfermedades mentales pueda seguir mi ejemplo; porque te puedes sentar, decir “pobre Vampiro”, o decir “échale ganas cabrón”.
Me sorprendió ver ese momento, sería más cool si pusieras la secuencia completa, desde que salí y la gente se volvió loca. ¿Puedes ajustar eso?
Paszt: Es posible, sí.
Hodgkinson: ¿Por qué? Porque la gente escuchará cómo este cabrón sigue siendo popular.
Alexandre O. Philippe es el documentalista que se ha encargado de explorar momentos de vital importancia en la historia del cine y la cultura popular. Tras ahondar en la icónica escena del asesinato en la regadera de Psicosis (Psycho, 1960), en su valioso documental 78/52 (2017), Philippe regresó a Fantastic Fest para presentar Memory: The Origins of Alien (2019).
Concebido como un documental similar a 78/52, con Philippe deseando hablar de la obra maestra de la ciencia ficción de terror Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) a partir de la famosa escena cuando la criatura alienígena brota del pecho del personaje de John Hurt (conocida como la secuencia del chestburster), Memory: The Origins of Alien termina siendo algo diferente, con su foco puesto en diversas cuestiones.
Además de abarcar la parte del chestburster, Memory: The Origins of Alien actúa por momentos como documental sobre Dan O’Bannon (guionista de Alien, el octavo pasajero) y H.R. Giger (el artista clave para los diseños alienígenas), dándole un peso importante a sus influencias. Philippe también nos ofrece un vistazo al making-of de Alien, el octavo pasajero y al momento cuando el director Ridley Scott se unió al proyecto. Por último, no quedan fuera las variadas interpretaciones del influyente filme estrenado en 1979.
Tras su presentación en Fantastic Fest 2019, tuve la oportunidad de platicar con Philippe acerca de todos estos temas.
Cinema Inferno: Conozco tu trabajo, particularmente el documental The People vs. George Lucas (2010) y 78/52. En esta ocasión, Memory: The Origins of Alien se siente más amplio porque estás abarcando más temas. Sé que todo empezó con el deseo de hacer un documental exclusivamente sobre la escena del chestburster, pero ¿cómo fue evolucionando la idea?
Alexandre O. Philippe: Parte de lo que sucedió fue que me di cuenta rápidamente que no puedes examinar el chestburster de la misma manera que la escena de la regadera en Psicosis, porque creo que las audiencias reaccionaron ante Alien, el octavo pasajero de diversas formas. La razón por la que Alien, el octavo pasajero resonó con el público de manera tan profunda fue porque usa ideas e imágenes que se remontan a nuestro pasado lejano.
Alien, el octavo pasajero es un filme mitológico, que le habla directamente a la mitología y a ideas mitológicas. Entonces cuando me estaba enfocando en una vertiente en particular, me di cuenta que la escena del chestburster tenía que ser el punto culminante del filme, todo nos conduce hacia el chestburster, pero para apreciar ese momento por lo que es, tenía que profundizar en los orígenes del filme: por supuesto empezando con Dan O’Bannon, pero también los orígenes antiguos del filme yendo hasta las mitologías griegas y egipcias.
Ahora que mencionas a Dan O’Bannon, es grandiosa esa sección del documental pero particularmente me interesó cuando se menciona los desacuerdos que tuvo con John Carpenter en Dark Star (1974), porque O’Bannon quería tener crédito como director…
Sí, ellos tuvieron una discusión, lamentablemente. Dark Star es un filme maravilloso, es interesante y me encanta que Diane [O’Bannon] la describe como “la versión cómica de Alien, el octavo pasajero”. La historia es muy similar, ¿sabes?
Uno de se debe preguntar: ¿qué hubiese pasado si Dan O’Bannon y John Carpenter hubiesen trabajado juntos en más filmes? Creo que hubiese sido una colaboración muy interesante.
Tuve la oportunidad de leer un guión de antaño de Dan, tituladoThey Bite, el cual es mencionado en el documental; They Bitees una versión inicial de Alien, el octavo pasajero, incluso antes de Memory que es el guión con la historia. Es una lectura extraordinaria porque hay ciertas escenas en ese guión [They Bite] que te hacen pensar que John Carpenter lo tuvo que haber leído, porque esas escenas aparecen en La cosa del otro mundo (The Thing, 1982).
La forma en cómo Dan O’Bannon conectó con H.R. Giger en un nivel lovecraftiano… él también conectó con John Carpenter en un nivel lovecraftiano. Para mí, tanto Alien, el octavo pasajero como La cosa del otro mundo son las películas lovecraftianas definitivas.
Una parte importante del documental es identificar las influencias de O’Bannon y Giger. Para ti, ¿cuál fue el descubrimiento más fascinante en esa búsqueda que llega hasta la mitología griega y egipcia?
Personalmente, como un fan del cine, poder indagar en los archivos de Dan, que Diane puso a nuestra disposición. Fue simplemente increíble. Descubrir esas diferentes versiones del guión, todas las notas sobre la historia, todos los finales alternativos, pero también esos hermosos storyboards iniciales de Ron Cobb en los que puedes ver que la nave Derelict fue concebida originalmente como una pirámide; de hecho hay unos dibujos de Dan O’Bannon donde podemos ver que es una especie de pirámide, de templo por así decirlo.
Poder ver esto, de primera mano, definitivamente se me puso la piel de gallina, era un poco difícil concentrarse [risas], cuando la historia antigua de este filme ha significado tanto para ti desde que eras joven.
Recuerdo el documental Dunas de Jodorowsky (Jodorowsky’s Dune, 2013).
Sí, es grandioso.
Naturalmente ese documental se enfoca en O’Bannon y Giger, pero el tuyo le da mucho crédito a lo que el director Ridley Scott le aportó a Alien, el octavo pasajero…
Mira, hay muchas personas que podemos celebrar cuando pensamos en Alien, el octavo pasajero, de los actores a Walter Hill y David Giler [productores], todas las diferentes personas que, a su manera, contribuyeron al filme.
Pero el foco muy específico y la tesis de Memory: The Origins of Alien es que ocurrió una rara y extraordinaria simbiosis entre Dan O’Bannon, H.R. Giger y Ridley Scott, la cual nos dio el filme que conocemos.
Ellos tuvieron que conectar en ese nivel para que Alien, el octavo pasajero pudiese ser Alien, el octavo pasajero, porque no importa si O’Bannon y Giger hicieron conexión de manera muy profunda, O’Bannon aún así tenía que convencer a Ridley Scott para que contrataran a Giger. Pero lo curioso es que no lo tuvo que convencer, porque en el momento en que le enseñó Necronomicon, en específico Necronom IV, Scott inmediatamente dijo, como vemos en un clip del documental, “¡eso es!”. Él se mantuvo firme, Fox no quería a Giger, no lo entendían, pero Scott entendió la importancia de mantener a ese artista. Entonces en ese nivel, O’Bannon y Giger necesitaban a Scott para ejecutar su visión, de otro modo hoy no estaríamos aquí hablando del filme.
Otro aspecto clave de tu documental es el análisis de Alien, el octavo pasajero, por ejemplo esos puntos de vista feministas. En ese sentido, ¿cuál fue el mayor hallazgo de estas opiniones que quizá nunca se te habían ocurrido al ver la película?
Gracias a explorar la mitología de Alien, el octavo pasajero, a mirar estas conexiones poéticas, me gusta llamarlas conexiones poéticas porque sí lo son; no estoy diciendo que las Erinias de la mitología griega son reales, pero los mitos son reales y viven en nuestras mentes, entonces hay un cierto nivel de realidad en los mitos y en las historias porque viven dentro de nosotros.
Pienso que hay una representación muy interesante, que sólo puedo expresar como lo que llamo “una culpa patriarcal inconsciente”, que aparece en forma del chestburster, que hizo erupción en las pantallas de cine en 1979: imágenes que necesitábamos ver en ese momento, no que queríamos ver.
Es tan actual que aquí estamos, 40 años después, y finalmente estamos teniendo una conversación cultural sobre la manera en la que las mujeres son tratadas en nuestra sociedad, en los trabajos, en Hollywood… y sólo puedes mirar al pasado, a Alien, el octavo pasajero y decir “¿sabes?, que película tan contemporánea es el día de hoy”. Eso es lo que la hace extraordinaria: qué tanto fue de su propio tiempo y también qué tanto se adelantó a su tiempo. Es un absoluto tesoro de película que debemos apreciar por siempre.
Synchronic (2019) es la nueva película del dúo formado por Justin Benson y Aaron Moorhead, quienes han destacado en el circuito de festivales de género durante la presente década gracias a trabajos como Resolution (2012), Spring (2014) y The Endless (2017).
En lo personal, ninguno de sus trabajos (altamente aclamados en dichos circuitos) me había convencido de que estamos ante nuevos maestros del cine de género, no obstante, Synchronic fue una muy grata sorpresa, sin duda su obra más notable hasta la fecha porque contrasta por completo con su proyecto anterior, The Endless(presentada en el Festival Mórbido 2017). El filme era un sinsentido total, incluso autocomplaciente, gracias a sus guiños a Resolutiony un posible universo compartido. Synchronic, por el contrario, está basada en el desarrollo de personajes, en construir una relación entre los protagonistas que nos haga sentir empatía, mientras explora los territorios de la ciencia ficción.
Si bien los dos protagonistas de Synchronic (interpretados por Jamie Dornan y Anthony Mackie) no son detectives sino paramédicos, ambos terminan actuando como los investigadores principales de una serie de extraños sucesos cuyas víctimas se conectan por la aparición de una droga sintética llamada Synchronic. Benson y Moorhead se sumergen en una clásica historia detectivesca donde, además de ser trama principal, dedican tiempo a exponer los problemas personales de los personajes: Mackie le da vida a un hombre que acaba de recibir el diagnóstico de un agresivo tumor cancerígeno cerebral; mientras que el personaje de Dornan, no es feliz en su matrimonio y, eventualmente, su propia hija adolescente (Ally Ioannides) desaparece tras uno de estos incidentes ligados a la droga.
Benson y Moorhead vuelven al cine fantástico de ciencia ficción que siempre les ha interesado. Destaca deSynchronic, dentro de la filmografía de sus directores y del género como tal, su simpleza –hasta cierto punto–. Más que enfrascarse en tramas gratuitamente enredadas o en desconcertar a su público como ya lo habían hecho anteriormente (sobre todo enResolution y The Endless), Benson y Moorhead deciden crear una película sobre viajes en el tiempo muy directa, cuya ejecución y temática elevan por completo el material.
Es curioso que, de pronto, Synchronicse enfoca totalmente en el personaje de Mackie (sí, el de los Avengers) y su experimentación/estudio de una droga que altera el tiempo pero que en su caso, al tener el tumor cerebral, puede ser un tanto más controlable. Sin caer en complicaciones,Synchronic se divierte mostrándonos mundos pasados (se nota el presupuesto) e, incluso, se permite comentar sobre la situación política actual de Estados Unidos, al hacer que su protagonista afroamericano viaje en el tiempo a una parte de Luisiana donde el Ku Klux Klan aún tenía una presencia importante. Sobre todo, Synchronic nunca deja de enfocarse en la relación anteriormente establecida entre sus tres personajes principales (los dos paramédicos y la hija de uno de ellos). Y por ello logra ser no sólo visualmente notable, sino también relevante, divertida, efectiva y humana.