ZEROS AND ONES: Una entrevista con Abel Ferrara sobre su película pandémica

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

A sus 70 años, Abel Ferrara vive con su pareja Cristina Chiriac y su pequeña hija Anna en un vecindario de Roma, Italia. Lejos de la ciudad que lo hizo un cineasta legendario, realiza ficciones y documentales con absoluta libertad creativa. Trabajos personales que no siguen las convenciones narrativas.

Zeros and Ones (2021), su película más reciente y por la que ganó el reconocimiento a Mejor Dirección en el Festival de Locarno, seguramente frustrará a quienes esperen el “thriller político” que vende la sinopsis. Ethan Hawke interpreta a un militar y camarógrafo americano que regresa a Roma, donde se entera que su hermano revolucionario (también interpretado por Hawke) está “en prisión”. Al indagar sobre su paradero, notará que en un mundo de soldados americanos, italianos y agentes rusos, es imposible confiar en alguien.

Como el documental Piazza Vittorio (2017) y la muy personal Tommaso (2019), Zeros and Ones también se desarrolla en la multicultural zona donde Ferrara reside actualmente. “Todo está basado en nuestra realidad y en donde estamos”, reveló Ferrara en entrevista con Cinema Inferno y agregó: “es una expresión cinematográfica de lo que estaba pasando afuera de mi ventana. La pandemia es un ejemplo obvio de esto”. 

Zeros and Ones no elude nuestra época pandémica actual, llena de cubrebocas y gel antibacterial. Una escena ligada a uno los temas por excelencia de Ferrara, el consumo de drogas, es notoria porque la dealer desinfecta con espray el dinero de una venta. La filmación, recordó el cineasta, se dio “durante la pandemia, antes de la vacuna. Esos protocolos eran de vida o muerte. No es ficción, es realidad. Los chinos quemaron todo su dinero porque el dinero es lo más sucio, así es cómo la gente se enferma en un mundo normal, ¿sabes? Un billete puede tener los gérmenes de 50 personas. Es un tiempo peligroso, hay mucho en juego. Al mismo tiempo, sabía que debía filmar. En algún punto tienes que salir de la cuarentena y reingresar al mundo. Tienes que hacerlo con valentía, debes cuidarte y cuidar a los demás. Gracias a Dios nadie se enfermó”.

Zeros and Ones se suma a la constante exploración de la religión y la espiritualidad en la obra de Ferrara. ¿La imagen más llamativa de la película? La explosión del Vaticano. Si bien Ferrara lleva años practicando el budismo, que se refleja en filmes como 4:44 Último día de la Tierra (4:44 Last Day on Earth, 2011), pregunté cuál era su visión actual del catolicismo con el que creció: 

“Ser budista me ha llevado, de hecho, a estar más cerca de Jesús. La vida es mejor con la espiritualidad. Tienes que encontrar tu propia posición, saber cómo te sientes, no sólo para responder las preguntas obvias: ¿de dónde venimos? ¿A dónde iremos? Sino para saber cómo afrontar el mundo momento a momento, cómo te relacionas con otras personas, cómo permaneces siendo la mejor versión de ti mismo, cómo sigues siendo humano”.

Un cineasta que mira hacia adelante

Para el Ferrara de hoy, no hay diferencias en el proceso entre un documental y una ficción: “por un lado, lo entiendo todo. Por otro lado, cada vez es como si lo hiciera por primera vez. Es la belleza de esto, ese es el reto, nunca sabes a donde te va a llevar la historia, la manera de filmar, editar, qué música usas. Tienes a los mismos tipos, pero todos son diferentes, todos los elementos siempre cambian. Hacer una película requiere del compromiso financiero de alguien. Hay mucho en juego”. 

Ferrara se siente de vuelta en sus inicios, cuando filmó en Nueva York The Driller Killer (1979) con un pequeño crew: “no me daba cuenta de lo afortunados que éramos. Sigo intentando regresar a eso. Simplemente me siento mejor así, me gusta filmar rápido. Entre menos gente, mayor compromiso. Con las herramientas que tenemos ahora lo podemos explotar. No necesitamos mucho dinero”.

Los efectos digitales de la explosión del Vaticano, el uso de drones o el énfasis en la era digital de Zeros and Ones indican que Ferrara continúa mirando hacia adelante, experimentando. “Todo lo que podamos usar para contar la historia de mejor manera o poner la cámara en un mejor lugar –para eso es el dron–, me encanta. El proceso de edición, la manipulación de las imágenes, la manera rápida de compartir ideas, poder trabajar a distancia… todo es jodidamente sensacional”, afirmó el cineasta. 

Al cuestionarlo sobre el presente de la industria cinematográfica, Ferrara refirió que las nuevas generaciones tienen “más oportunidades, especialmente la gente joven, de juntar imágenes, ponerles sonido y expresar sus ideas. Si los chicos tienen acceso a los medios de producción, es jodidamente estupendo. Que puedan compartir sus ideas en Internet: ¡grandioso!”

Los clásicos de culto de Ferrara 

Mientras que el originario del Bronx sigue trabajando, buena parte de su filmografía mantiene su vigencia. Por ejemplo, El ángel de la venganza (Ms .45, 1981), que celebró su cuadragésimo aniversario, se ha vuelto esencial para discutir la evolución del controversial subgénero rape-revenge, el cual ha resurgido de la mano de varias cineastas. Ferrara atribuye a sus colaboradores el respeto que provoca El ángel de la venganza: “fue escrita por un tipo inspirado, Nicky (Nicholas St. John) es espiritual y brillante. Y luego Zoë (Lund), tenía 17 años en ese entonces y fue la unión perfecta: la actriz con el material. Ella trajo lo suyo, que era lo opuesto, trajo su lado femenino. Pero Nicky estaba en contacto con su propio lado femenino. Al final del día, es su inteligencia y talento, el escritor y la actriz juntos, así es como obtienes magia”.

El verdugo de Nueva York (King of New York, 1990), otra colaboración entre Ferrara y St. John, es un caso similar al arriba mencionado. En 2020, en el podcast The Rewatchables, Quentin Tarantino recordó lo mucho que significó su estreno por su salvajismo, violencia y cero remordimientos tras la represión y corrección de los años ochenta. ¿Necesita el cine estadounidense actual una sacudida similar? “No veo suficientes filmes para hacer un juicio así, ¿me entiendes?”, confesó Ferrara, “vivo en Europa, entonces al ver cine viajo más al Este que al Oeste y estoy viendo películas bastante salvajes que vienen del lugar más demente”.

Corrupción judicial (Bad Lieutenant, 1992), protagonizada por el gran Harvey Keitel, fue comparada recientemente con Diamantes en bruto (Uncut Gems, 2019). Ambas siguen a un incontrolable apostador neoyorquino y las acciones de una serie de playoffs: con Ferrara béisbol y básquetbol para Josh y Benny Safdie. No es casual, ya que Ferrara tiene una conexión de años con los hermanos, actuó en Daddy Longlegs (2009) y el cinefotógrafo de Zeros and Ones es Sean Price Williams, quien filmó Heaven Knows What (2014) y Good Time: Viviendo al límite (Good Time, 2017) para los Safdie. Una sonrisa cruzó el rostro de Ferrara al escuchar sobre las reminiscencias entre Diamantes en bruto y su trabajo. “Sí la vi. Me pareció estupenda, Adam (Sandler) estuvo sensacional”, comentó Ferrara antes de cambiar el rumbo de la conversación. 

Ferrara en México

“¿De dónde eres?”, preguntó Ferrara. “México”, contesté. En lugar de seguir con Diamantes en bruto, saltó a la inclasificable Siberia, su enésima colaboración con Willem Dafoe:

“Estuvimos en México un par de años antes de la pandemia. Filmamos Siberia en la Ciudad de México y luego en Mexicali, ¿sabes? Fue como estar en dos países diferentes, la Ciudad de México y después la frontera con Estados Unidos, el desierto (en este pasaje de Siberia aparece Daniel Giménez Cacho). Fue muy interesante. Filmar en México fue genial, hombre”.

Zeros and Ones llegó a cines selectos de EUA y VOD el pasado 19 de noviembre. Estará disponible en Blu-ray y DVD el 4 de enero de 2022.

SXSW 2021: CLERK, una celebración del ícono pop Kevin Smith

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En 1992 un joven oriundo de Nueva Jersey, Estados Unidos, viajó hasta Vancouver, Canadá para estudiar cine y perseguir su sueño. Desde pequeño, su papá le inculcó amor por el séptimo arte. Luego una cinta en particular, Slacker (1990) de Richard Linklater, le cambió la vida, porque lo convenció de poder hacer sus propias películas con pocos recursos. El nombre de Kevin Smith fue introducido al mundo del cine de la mano del Festival de Sundance en 1994. Sin haber completado sus estudios cinematográficos, Smith escribió su ópera prima, Clerks (1994), la cual filmó principalmente en una tienda de conveniencia en Nueva Jersey, donde el cineasta debutante trabajaba. Con elementos memorables e hilarantes, Clerks cautivó a los críticos y fue vital para la siguiente generación: si Slacker influyó a Smith; Clerks hizo lo propio, entre otros, con Jason Reitman (Gracias por fumar, Juno). 

Enmedio del éxito de una nueva ola de cine independiente americano, Smith y Scott Mosier –productor de todo su trabajo, de Clerks a Zack y Miri hacen una porno (Zack and Miri Make a Porno, 2008)– apadrinaron a otros cineastas como el canadiense Malcolm Ingram. 

Juntos produjeron la ópera prima de Ingram, Drawing Flies (1996), codirigida por Matt Gissing. Es sobre un grupo de slackers que, sin dinero ni ganas de conseguir empleo, emprenden un viaje por una zona boscosa, supuestamente rumbo a la cabaña del tío del protagonista, Donner (Jason Lee), quien le ocultó a sus amigos su verdadera intención: motivado por una extraña visión, decidió ir tras la pista del Sasquatch (el mismísimo Pie Grande). Además de Lee, en Drawing Flies aparecen otras caras conocidas como Jason Mewes, Renee Humphrey, Carmen Llywelyn, Joey Lauren Adams y el propio Smith, en un cameo como Silent Bob. Es considerada una suerte de puente entre Mallrats (1995) y Chasing Amy (1997), Smith vio cualidades en Lee para hacer una parte más dramática. 

Ingram saltó al cine documental eventualmente. Smith y Mosier continuaron brindándole confianza y estuvieron involucrados en la producción de Small Town Gay Bar (2006), donde Ingram exhibe la importancia de varios bares gay como espacios seguros para la comunidad LGBT en el estado de Mississippi, donde la homofobia es terriblemente evidente. 

Recientemente dirigió Phantom of Winnipeg (2019), documental que se pregunta ¿por qué la película de culto El fantasma del paraíso (Phantom of the Paradise, 1974), de Brian De Palma, originalmente fracasó en todos lados excepto en Winnipeg? La pandemia del COVID-19 lamentablemente afectó los planes de distribución y tenemos que seguir esperando para verlo. 

El nuevo documental de Malcolm Ingram, estrenado en SXSW 2021, se enfoca en la vida de su colega y amigo Kevin Smith. Clerk (2021) abarca los primeros 25 años de la carrera del héroe del cine independiente, desde su debut hasta Jay and Silent Bob Reboot (2019), la cual ya había sido una celebración total del View Askewniverse (el universo compartido de Smith, Mewes y compañía). Smith casi perdió la vida a los 47 años tras un infarto a principios de 2018. Tanto Jay and Silent Bob Reboot como Clerk tienen una carga emocional importante, con un Smith reflexivo que se detiene para mirar hacia atrás. 

Clerk revela una carrera peculiar, con trabajos personales inmediatamente aclamados (Clerks, Chasing Amy), la polémica Dogma (1999), fracasos taquilleros (Mallrats, Jersey Girl, Zack y Miri hacen una porno), secuelas/remakes (Clerks II, Jay and Silent Bob Reboot), un solitario trabajo por encargo (Cop Out) y, claro, unas curvas extrañas y divisorias (Red State, Tusk: En un lugar de Canadá…, Yoga Hosers). Smith asegura haber buscado siempre la exitosa película de los $100 millones de dólares en taquilla. Mallrats, su primer trabajo de estudio, en teoría iba a conseguir ese nivel, sin embargo se quedó muy lejos: le faltaron $98 millones de dólares, recuerda Smith provocando risas cómo es su costumbre. 

Todo artista con una trayectoria tan larga ha tenido momentos difíciles. Los fracasos, vistos en retrospectiva, suelen ser importantes para lograr esa longevidad. Smith afirma en Clerk que de haber sido sólo cineasta su carrera habría terminado hace muchos años. Fue pionero en crear comunidad con sus fans por medio de Internet –les vendió, por ejemplo, pósters arrumbados tras la decepción taquillera de Mallrats–, consolidó su figura poco a poco. Conversatorios, podcasts, cómics (acompañados de una famosa tienda), libros, caricaturas, juguetes, una liga de hockey callejero y hasta cigarros de mariguana… hoy día, el nombre de Kevin Smith está inmerso en la cultura pop. Y, en el cine, puede filmar cualquier debraye –Tusk: En un lugar de Canadá… (Tusk, 2014) surgió de un podcast con altas dosis de THC– y probar métodos diferentes, como los roadshows para llevar las películas a sus seguidores. 

El documental Clerk –que incluye música de Bruce Springsteen y entrevistas con familiares, colaboradores (Ben Affleck y Stan Lee incluidos) y otras personalidades ligadas a Smith (¡Linklater en plan burlón se roba el show!)– será irresistible para esta legión de fanáticos. Antes de su estreno mundial en el SXSW, platiqué con su director. 

Cinema Inferno (CI): Cuéntanos sobre tu relación con Kevin Smith.

Malcolm Ingram (MI): Lo conocí en 1994, yo trabajaba en la revista Film Threat, él estaba en el circuito de festivales con Clerks. Fue en el Festival de Toronto, en un restaurante francés de lujo… aunque él ordenó hotcakes. Nos llevamos bien inmediatamente, esencialmente éramos dos gordos que crecimos amando a Prince y a los Talking Heads. Hablamos el mismo lenguaje, por eso nos hicimos amigos. 

Gracias a Clerks obtuvo un trato para hacer dos películas de $40 mil dólares. Terminamos haciendo una de ellas: Drawing Flies, que él produjo. Es como un hermano.

CI: ¿Cómo se originó el documental?

MI: Estábamos en Sundance, vimos el maravilloso documental Richard Linklater: Dream Is Destiny (2016). Después de la función le dije: “si vamos a hacer un documental sobre ti, tengo que hacerlo yo”. Eventualmente llegó el momento, empezamos a filmar durante el aniversario 25 de su carrera, una fecha especial. 

Sentí que podía contar la historia de manera correcta, fue complicado porque soy un documentalista que aborda cuestiones queer y sociales, valoro mi integridad. No quería un documental masturbatorio. Quería hacerle justicia al tema por los fans; si bien deseo que esta película llegue al mayor número posible de personas, sé que la audiencia más importante son los fans de Kevin. Ellos han invertido mucho de su tiempo, amor y pasión en él. Ahora es generacional, mamás y papás le presentan las películas de Kevin a sus hijas e hijos. No quería decepcionar a esa gente.

CI: ¿Cómo te aproximaste a la trayectoria del protagonista?

MI: Esencialmente es una cronología. Pudimos filmar más, pero la cosa con el cine documental es que debes estar cómodo con retirarte y decir “he contado la historia que quería”. La culminación de su 25 aniversario fue filmar Jay and Silent Bob Reboot, entonces quería compendiar ese período. Ojalá dentro de 25 años alguien más haga otro documental sobre Kevin partiendo de Jay and Silent Bob Reboot

CI: ¿Cómo recuerdas el cine americano independiente de los 90?

MI: Los 90 fueron increíbles. Trabajé en el Festival de Toronto desde 1990, me encargaba de los pósters de películas. Conocí a Quentin (Tarantino), él quería todos los pósters de John Woo y yo, que era fan de este director, tenía algunos. Entonces me hice amigo de Quentin antes de ver Perros de reserva (Reservoir Dogs, 1992). Cuando la vi, estaba en la misma fila con Quentin, Harvey Keitel y Michael Madsen. La gente que hoy ve Perros de reserva sabe de antemano que es grandiosa, pero verla en el cine sin referencias: ¡wow!  Los 90 fueron notables para el cine en ese sentido, luego tienes también a Paul Thomas Anderson, a Doug Liman con Go (1999).

Soy un bebé de los 70 que maduró en los 90, entonces esas épocas son la piedra angular. Los 90 fue la última vez que la gente no era indiferente, había responsabilidad social. El grunge, Kurt Cobain, estos tipos pensaban y sentían, eran muy conscientes de las cuestiones importantes como los derechos de las mujeres y de los homosexuales. El 9/11 fue un balde de agua fría, la actitud cambió. Pero antes, tan sólo en el cine, fue una época notable y el trabajo de Kevin es una parte muy importante. Ser testigo de esto fue un privilegio y una experiencia increíble. 

CI: Kevin nunca ha logrado un éxito de taquilla masivo, sí una carrera longeva. ¿Qué piensas de este tipo de artistas?

MI: La carrera de Kevin ha sido una montaña rusa, de verdad. Clerks fue un éxito y Mallrats fue un fracaso abismal. Luego Chasing Amy fue exitosa, mientras que Jersey Girl (2004) fue un fracaso rotundo. 

Jersey Girl es un filme grandioso, el corte original antes de que tuvieran que cortar un montón de escenas con J.Lo (Jennifer Lopez). Esto fue por todo el asunto “Bennifer”, a la gente no le gustaba el concepto de J.Lo y Ben Affleck juntos. Ella es una actriz fenomenal. Básicamente fue una película destrozada por actitudes de mierda. Como amigo de Kevin, la gente espera que diga algo así, pero no hombre, yo sé identificar una película de mierda, yo he hecho películas así. Ojalá algún día se pueda ver la versión original de Jersey Girl.

La gente odió Mallrats, los hizo enojar. Mallrats no cambió, sí la actitud de la gente. En su momento Kevin estaba haciendo una película para Universal, se decía que podía ser un éxito al nivel de Animal House (1978), que lo iba a cambiar todo y fracasó. Ahora Mallrats es probablemente la primera película de Kevin que el público ve, le ha dado mucho. Es tan extraño, Mallrats siempre fue divertida, genial, y es interesante pensar que hubo una época en la que la gente la odiaba. 

CI: Kevin se convirtió en un ícono de la cultura pop. ¿Qué piensas de esto?

MI: Kevin siempre dice que él mismo es el fan más grande de Kevin Smith. Cuando llegó el Internet se dio cuenta que la gente quería hablar de sus películas y eso le encantó. Kevin inició el View Askew Board, donde la gente le podía hacer preguntas de su trabajo. Él era feliz, siempre le dio la bienvenida a ese tipo de acercamiento. Antes de eso hablarle a tus fans era considerado bajo, todos estaban por encima de sus fans. Pero a Kevin le ha gustado comunicarse con ellos desde el primer día. Son incontables las veces que he presenciado a personas que lloran cuando lo conocen. Es increíble el profundo impacto que su trabajo ha tenido en la gente. Me hace sentir orgulloso.

CI: ¿Cuáles son las películas esenciales de Kevin Smith?

MI: Si vas a entrar al mundo de Kevin, debes empezar con Clerks. Yo seguiría la cronología, les aseguro que no se van a aburrir, aunque quizás se enojen. Su trabajo es variado, si bien ha creado un mundo, ha abordado relaciones amorosas –incluso homosexuales–, sexualidad, religión, política. Y ha tomado direcciones muy interesantes, como Red State (2011), ¿quién lo hubiera pensado? Me encanta esa película, es fantástica. Tusk: En un lugar de Canadá… es jodidamente loca, pero yo y muchas otras personas pensamos que es grandiosa. Es una filmografía muy divertida y entretenida.

CI: ¿Cómo recibiste la noticia de su infarto?

MI: Fue aterrador. Debía tomar un vuelo a Los Ángeles al día siguiente, pero recibí un mensaje del socio de Kevin. Cuando desperté todo había terminado, estaba bien. Todos los amigos de Kevin revisamos Twitter, incluso antes de contactarlo, sabíamos que él iba a reaccionar en Twitter y lo hizo: desde la cama del hospital mandó un tweet. Tenemos una parte de esto en la película. Es la naturaleza de Kevin.

Kevin ha cuidado seriamente su salud desde ese momento. Mucho se debe a su hija Harley Quinn Smith, quien básicamente lo obligó a seguir una dieta vegana. Basta verlo, luce sano. Le costó mucho trabajo pero lo logró. Estoy orgulloso, ese infarto le cambió la vida.

CI: ¿Cuál será el legado de Kevin Smith?

MI: Su trabajo es su legado. Lo grandioso de Kevin es que su voz sale a relucir en su trabajo. Nos ha dejado una obra variada, interesante, que refleja los tiempos y las actitudes. Kevin ha conmovido a mucha gente. 

En esta industria es difícil quedarse por mucho tiempo. Algunos llegan y se van, algunos regresan. Kevin Smith perduró.

Los Cabos 2019: EL IRLANDÉS, el adiós de Martin Scorsese al cine gansteril

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En un asilo de ancianos, Frank “The Irishman” Sheeran (Robert De Niro en plan grande) se convierte en el clásico narrador scorsesiano, protagonista de un filme épico de rememoración, con el que el propio Martin Scorsese regresa al cine de gánsteres y a varios de sus actores predilectos. Además de De Niro, están Joe Pesci y Harvey Keitel, aunado a que otro icono de este tipo de cine, Al Pacino (el mismísimo Michael Corleone y Tony Montana), debuta en la filmografía del director italoamericano. El Irlandés (The Irishman, 2019), fiel adaptación cinematográfica del libro I Heard You Paint Houses de Charles Brandt, sigue una tradición y tiene todo el sello de Scorsese, aunque de igual forma explora otros territorios, contextos y una muy particular historia de vida. 

Frank Sheeran no fue un Henry Hill (el personaje de Ray Liotta en Buenos muchachos) que siempre quiso ser un gánster. De hecho, uno de sus primeros comentarios como parte de la narración en El Irlandés se refiere a su inicial ignorancia respecto al mundo gansteril, en el que la frase “pintar una casa” no significa otra cosa más que derramar sangre sin piedad y estrictamente por negocios. Si bien Sheeran sabía de violencia y brutalidad (había combatido arduamente en la Segunda Guerra Mundial), su ascenso en el crimen organizado se dio de manera gradual, a partir de su involucramiento con el sindicato de camioneros Teamsters en Filadelfia y de su eventual relación con personajes como “Skinny Razor” (interpretado por uno de los histriones contemporáneos ya regulares de Scorsese: Bobby Cannavale) –a quien le vende la carne que se robaba en su trabajo sindical–, Bill Bufalino (Ray Romano como el abogado de los Teamsters, hábil para que los ladrones se salieran con la suya), Angelo Bruno (Keitel, de breve pero notable participación como el mobster líder en dicha ciudad) y Russell Bufalino (Pesci, en su soberbio retorno, le da vida a este eminente jefe criminal). Sheeran, un hombre de la clase trabajadora y padre de familia, se adentrará a ese mundo donde lo ilegal es lo cotidiano, pronto encontrándose en un punto sin retorno.

Respetando la esencia de I Heard You Paint Houses (curiosamente, el título del libro es el que aparece en pantalla al inicio), El Irlandés está contada desde la perspectiva de un Sheeran viejo que recuerda su vida para la audiencia. Mientras vemos su desarrollo en el ámbito de los criminales de origen italiano, constantemente regresamos a un pasaje cumbre, cronológicamente posterior, el cual sirve principalmente para ahondar en el lazo entre Frank y Russell. Parte de la peculiaridad de un protagonista como “The Irishman” es, precisamente, que nunca dejó de ser un forastero, “adoptado” por el poderoso pero sutil Russell, su primera figura paterna con la que no tenía un parentesco sanguíneo. El reencuentro entre De Niro y Pesci en un filme de Scorsese (algo que no ocurría desde Casino de 1995) se da mientras unos maduros Sheeran y Bufalino, a lado de sus respectivas esposas, comparten un viaje de carretera en los años setenta, rumbo a una boda en Detroit. Asimismo este viaje funge como remembranza para los personajes, quienes de pronto pasan por el lugar donde se conocieron y así la historia de vida de Sheeran realmente comienza, muchos años antes del viaje a Detroit, de la mano de la tan publicitada tecnología de-aging

En cuestión de estos efectos especiales, que tomaron bastante tiempo para rejuvenecer a los actores y que sin duda significan una decisión arriesgada, se tiene que decir que a primera instancia son levemente desconcertantes. La digitalización se nota, pero sólo es cuestión de tiempo para que, como espectadores, nos “acostumbremos”, los apreciemos porque realmente no nos distraen del storytelling y, al contrario, lo enriquecen. Así, Scorsese logra adentrarnos a la vida de Sheeran desde que era un hombre joven durante la Segunda Guerra Mundial hasta su ocaso en el ya mencionado asilo de ancianos. 

Scorsese es un maestro que hace de cada secuencia, cada montaje, en su épica de tres horas y media, sea memorable. Existe una riqueza cinematográfica monumental, cambios de ritmo (de ágiles montajes a secuencias largas casi estáticas donde todo recae en las actuaciones y los diálogos), detalles estilísticos (por ejemplo, esas letras en pantalla para hacernos saber del destino fatal de prácticamente todos los criminales en cuestión, y ciertamente una gran selección musical), material de archivo para contextualizar las acciones y hacer referencias a momentos históricos como la invasión a Cuba, la Guerra Fría, el asesinato de John F. Kennedy (su hermano Robert, por cierto, fue uno de los grandes adversarios de la mafia, sobre todo durante su mandato) y el escándalo del Watergate, y hasta algunos guiños a los clásicos del género de gánsteres (cierta planeación de un asesinato en un restaurante remite a El Padrino de Francis Ford Coppola) y a la propia obra de Scorsese (es inevitable no pensar en Travis Bickle y Taxi Driver al ver a Sheeran escogiendo pistolas para dicho asesinato). 

Pero más allá de todo, en el núcleo de El Irlandés está una clase magistral de actuación, principalmente gracias a De Niro, Pesci y Pacino, este último como el explosivo, egocéntrico y carismático Jimmy Hoffa, presidente del sindicato de los Teamsters, aliado (aunque eventual amenaza) de los interés mafiosos, y segunda figura paterna de Sheeran. Tampoco se quedan atrás algunos histriones secundarios, en particular Stephen Graham (Snatch, This Is England) con la que probablemente sea su mejor actuación hasta ahora, como “Tony Pro”, otro gánster y sindicalista importante pero al mismo tiempo irrespetuoso (¡se pone unos shorts para una reunión con Hoffa!), soberbio e incontrolable. El tipo de personaje que en otra época hubiese sido perfecto para Pesci, quien por su parte nos regala ahora su interpretación más mesurada y –aún siendo un jefe mafioso– humana.

Son cada una de las interacciones entre estos brillantes actores lo que convierte a El Irlandés en una de las grandes obras de Scorsese, con todo ese color característico (un deleite esos detalles culinarios, por ejemplo cuando los mobsters remojan su pan en vino, esconden su alcohol en sandias, o el énfasis en el gusto de Hoffa por el helado), humor y una aparente sencillez (como ya mencioné, diversas secuencias recaen por completo en los actores) pero que confirma lo dicho por un discípulo de Scorsese, Paul Thomas Anderson: “El mejor efecto especial que puedes tener es un gran actor. Un gran actor le gana a cualquier puta nave espacial, cualquier día” (Anderson dijo esto en una charla con Quentin Tarantino sobre Los 8 más odiados). Aunque la generación Marvel quizá piensa lo contrario, sin duda Sheeran (De Niro) y Bufalino (Pesci) comiendo pan remojado en vino, Sheeran y Hoffa (Pacino) discutiendo negocios en pijama antes de dormir o el par de acaloradas peleas entre Hoffa y “Tony Pro” (Graham) superan cualquier espectáculo pirotécnico de efectos especiales. 

Naturalmente, la mayoría de estas interacciones no hacen más que ahondar en la conexión especial que a lo largo de los años Sheeran construyó con sus dos figuras paternas. Asimismo, un personaje clave en El Irlandés es Peggy, una de las cuatro hijas de Sheeran, quien es interpretada por Anna Paquin y, cuando es todavía niña, por Lucy Gallina. Comparada la película con el libro, esta es quizá la mayor aportación de Scorsese y del guionista Steven Zaillian: por momentos El Irlandés se ve desde la perspectiva de Peggy, cómo atestigua desde pequeña la rudeza de su padre y fue, poco a poco, dándose cuenta de quién era realmente. De hecho, el diferente tipo de relación que Peggy siempre tuvo con los mentores de su padre, Bufalino y Hoffa, también representa la parte dramática crucial de El Irlandés. Peggy le temía a su papá y también a Bufalino, pero veía con otros ojos y admiraba a Hoffa – una representación de cómo todos llegamos a pensar que los criminales actúan de cierta manera, pero a veces no nos damos cuenta que los mayores criminales, los que verdaderamente mueven los hilos, son esos que dicen abogar por los derechos de los trabajadores, esos políticos carismáticos como el líder sindical Jimmy Hoffa, cuyos préstamos monetarios abastecieron a los grandes capos de la época y quien no evitó pasar tiempo en “el colegio” (la prisión). En El Irlandés, las guerras entre mafiosos y los conflictos entre sindicalistas van de la mano, provocando que ese pasaje del viaje a la boda sea en realidad parte del clímax que verá a los dos “padres” de Sheeran en conflicto y, consecuentemente, al protagonista enfrentando otro momento crucial en su vida. Drama fílmico en estado puro.

La familia y la amistad siempre han sido temas relevantes en el cine gangsteril. En ese tenor, El Irlandés es un filme que llega hasta las últimas consecuencias de una vida plagada de crimen. Peggy es esencial para el aspecto humano de esta épica reflexión. Ella guardaba silencio, quizá hacía algunas preguntas pero no obtenía, obviamente, respuestas honestas. Sin embargo, su silencio, eventualmente definitivo (de adulta nunca le volvió a dirigir la palabra a su padre tras la desaparición de Hoffa), simboliza ese destino negativo al que un hombre de familia inevitablemente se dirige una vez que decide desviarse y comenzar a hacer el “trabajo sucio” y “pintar casas” (estas escenas de asesinatos, por cierto, no son para nada escandalosas, sino brutalmente frías). Te llames Jimmy Hoffa, Russell Bufalino o Frank Sheeran, todos los wise guys terminan muertos o si logran envejecer, el brutal paso del tiempo quizá los dirija a un destino aún más doloroso (ya sea dentro de la cárcel o estando nuevamente “libres”): el arrepentimiento, el intento de redención, el deterioro natural, la soledad y el total olvido.

Ojalá que el gran Martin Scorsese continúe haciendo cine, por el momento El Irlandés se siente como su poderosa y brillante despedida, definitiva al menos del cine de gánsteres y de los maravillosos actores que lo acompañaron en este género por varias décadas.

Los Cabos 2019: El productor Gastón Pavlovich habla sobre EL IRLANDÉS

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En 2016 el legendario cineasta italoamericano Martin Scorsese logró estrenar Silencio (Silence, 2016), un proyecto sumamente personal cuya realización le tomó más de 25 años. No es ningún secreto que el productor clave en la culminación de este esfuerzo fue un sonorense: Gastón Pavlovich, quien posteriormente fue invitado por el propio Scorsese para colaborar en su largometraje subsecuente, cualquiera que este fuera.

Eventualmente, Scorsese decidió dirigir la adaptación de la novela de Charles Brandt, I Heard You Paint Houses, la cual está basada en una serie de entrevistas con Frank “The Irishman” Sheeran, un hombre de la clase trabajadora, padre de familia, veterano de la Segunda Guerra Mundial, miembro del sindicato de camioneros Teamsters y también parte del crimen organizado.

El Irlandés (The Irishman, 2019) es un filme épico de rememoración con el que Scorsese regresa al cine de gánsteres y a varios de sus actores predilectos: además de Robert De Niro (quien interpreta a Sheeran), están Joe Pesci y Harvey Keitel como los jefes criminales Russell Bufalino y Angelo Bruno respectivamente, aunado a que otro icono de este tipo de cine (el mismísimo Michael Corleone y Tony Montana, Al Pacino) debuta en la filmografía del director dándole vida a Jimmy Hoffa, el líder del sindicato de los Teamsters cuyos lazos con la mafia provocaron su desaparición en 1975.

Tras el estreno latinoamericano de El Irlandés, charlamos con el productor Pavlovich en el marco de la octava edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.

Cinema Inferno: Una vez que ya sabías que El Irlandés sería la siguiente película de Scorsese, ¿cuáles fueron tus impresiones del material?

Gastón Pavlovich: Scorsese me la había platicado, me dijeron que había un guión en Paramount pero tenía que sacar el guión y los derechos de Paramount para hacerla, porque Paramount tenía la historia desde hace 10 años pero no habían decidido hacerla, andaban atorados. 

La historia en sí misma me fascinó cuando me la platicó Scorsese. Logramos sacar el guión y los derechos de Paramount después de unas negociaciones. Leí el guión y dije “hay algo muy especial aquí”, pero especial en el sentido de que es al estilo de El Padrino (The Godfather, 1972), de gran drama, de grandes personajes, épica, pero es un drama muy lento, no es para cualquiera y por eso en Hollywood, los estudios, nadie quería hacerla. Por sentido común, era un drama muy lento y muy largo. Yo sabía que iba ser un gran reto desde el principio. 

Entonces ¿cuál fue la clave para lograr producir una película de casi cuatro horas que se toma su tiempo para explorar a sus personajes?

Me gustan esas historias, me gusta cuando el personaje es de gran carácter, de gran personalidad, cuando los personajes rigen la historia. Yo sabía que para eso nadie mejor que Scorsese. Y luego, nadie mejor que esos actores para manejar una historia así. Yo traía una gran anticipación de ver cómo funcionaba entre ellos esa química, esa dinámica. Fue muy agradable ver cómo se preparaban, cómo practicaban las líneas, los movimientos, los gestos, cómo se preparaban para las escenas.

Luego yo a su vez abordando el tema del plan de producción y el presupuesto, armando los contratos para tener todo listo. Fue un proceso fascinante pero muy complicado porque íbamos viendo cómo el presupuesto crecía y crecía y se complicaba financieramente. Hasta que llegó Netflix, ahí mejoró mucho esa situación.

Además de De Niro y Pacino, está Joe Pesci, quien prácticamente regresó del retiro…

Y no quería, no quería hacer la película. Scorsese y De Niro tardaron mucho para convencerlo. Yo estaba un poco a las orillas, esperando las reuniones que estaban teniendo Scorsese y De Niro con él como amigos, tratando de convencerlo.

En ese sentido, yo estaba más a la orilla esperando que me dijeran va o no va. Yo mientras tanto preparando ideas para poder suplirlo en caso de que no iba. Entre ellos había sugerido que fuera Leonardo DiCaprio. Pero finalmente un día me hablaron y me dijeron “ya aceptó, ten su contrato listo, vamos a hablar con sus agentes” y todo ese proceso. Yo pensé que estaba muy renuente y que iba a andar de malas o algo así, porque sus amigos lo “obligaron”. Pero no, ya en el set era la persona más bromista y agradable, andaba de buenas generalmente. 

Habías comentado en Twitter que querías a DiCaprio no sólo para este papel, sino que para ti tenía que estar en esta gran producción, pero que finalmente se fue a filmar Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019) de Quentin Tarantino. En ese sentido, ¿cómo es el proceso con Scorsese para sugerirle actores y qué tanto te involucras en esa parte?

Por su puesto que Scorsese está abierto a sugerencias y la discusión de DiCaprio sí existió. Pero él visualiza perfectamente bien sus historias y con qué actores y demás, entonces no había la menor duda en El Irlandés sobre quién iba a ser quién. Él quería juntar a su banda, ahora más Pacino con quien no había trabajado; estaba muy animado con eso y nadie se atrevía a proponerle algo diferente a ese grupo. Ahí no hubo mucha discusión. 

En Silencio, cuando llegué ya estaban los actores también. Él siempre ha tenido apertura en hablar todos los temas pero en ambos casos ya estaba muy definido con los actores y estaban tan bien designados que yo no me metía, yo no iba a contradecirle o proponerle a alguien más.

Sólo en el caso de Pesci que se estaba complicando y les dije a todos “vamos a tener una alternativa, por si acaso, y sugiero que sea DiCaprio”, pues imagínense a todos: Pacino, De Niro y DiCaprio, es también una fórmula ganadora. Pero desde el primer momento me dijeron “sí pero DiCaprio ya está firmando con Tarantino, van a ser fechas similares, creemos que ahorita no funciona”. 

Sobre el llamado de-aging, estos efectos especiales para rejuvenecer a los actores que tomaron mucho tiempo. Ya viendo la película, te toma un segundo acostumbrarte pero después se sienten adecuados. ¿Cómo te involucraste en esta parte del de-aging que ha generado bastante expectativa? 

Desde que sacamos el proyecto de Paramount ya Scorsese traía la idea de probar esta tecnología que le habían propuesto. La empresa se llama ILM. [Scorsese] Me lo propuso, me lo comentó pero yo pensé que iban a ser algunas escenas y no todas. Hicimos pruebas con De Niro y nos gustó, pero sentíamos que no estaba al 100% la tecnología aunque nos prometían que iba a estar al 100% para cuando termináramos de filmar, para la post-producción ya iba a estar al 100%. Ahí fue el riesgo: filmarla y ver si estaba lista la tecnología después. Pudo pasar que nos dijeran dos años más de espera para terminarla. Era un riesgo pero decidimos tomarlo porque creímos que la empresa sí iba a estar lista. Y dicho y hecho, cuando terminó el rodaje, unos meses después ILM nos dijo “100% listos”. Las pruebas que vimos en ese entonces ya se veían mucho más realistas. 

Aún así, Scorsese, como buen artesano que es, se dedicó con mucho detalle a sacar adelante eso. Fue un gran deber de su parte, porque le estaba dedicando tiempo y esfuerzo a asegurarse que no te fijaras, que fuera muy natural, muy orgánico.

Generalmente salió muy bien, sí actualmente al principio a lo mejor se nota un poquito pero lo demás ya salió muy bien. La gente no se da cuenta que la mayoría de las escenas están digitalizadas. 

Pasando a los muchos temas de la película, sobre todo me llamó la atención que involucra la etapa cuando los protagonistas ya están viejos. Después de Buenos muchachos (Goodfellas, 1990) y Casino (1995), se siente como el Scorsese más maduro por medio de una reflexión sobre la vida y su propia carrera…

Tanto como productor como audiencia, me gustó ver cómo Scorsese cierra ese círculo, cómo cierra ese círculo con toda esa banda, cómo manda un mensaje de decir: “este es nuestro gran adiós”, haciéndole un homenaje al cine, a una historia y a los personajes.

Luego también cómo cierra el círculo de decir “bueno, todo lo que les venimos diciendo con las historias de los mobsters, esta es la realidad, así terminan, así de muertos, muertos en cuerpo o muertos por dentro o en vida, solos y aislados”. Ese mensaje con esta película, de cerrar el círculo de esa gran generación que tuvieron ellos, y luego a su vez el mensaje del mundo de los gánsteres, que todos ellos habían hecho algo de ese mundo, y terminar diciendo: “no termina bien, nunca va a terminar bien para nadie”… me pareció muy importante, ambos mensajes. 

A veces se malinterpreta el cine de Scorsese en esta discusión sobre la violencia cinematográfica y su inherencia en la sociedad. He notado que eres muy crítico, de las narcoseries por ejemplo. En ocasiones la gente, probablemente la que ni siquiera ve una película como El Irlandés, quiere criticar por lo mismo a Scorsese, pero particularmente aquí sus intenciones son muy claras…

Exactamente… por ser Scorsese, si me hubiera invitado a Buenos muchachos quizá hubiera entrado por la emoción de estar con Scorsese. Pero quizá no, porque la sentiría muy violenta. Aquí como te habrás dado cuenta, no es una apología. Me pareció un mensaje muy claro, aquí nosotros no estamos promoviendo esto y no funciona, aquí terminan mal. 

Mi crítica generalmente en torno a las [narcoseries] que he visto, sobre todo en México, es que terminan dándole a México una imagen de que todo es un tema relacionado a la violencia de los narcos. No niego que es una realidad, sin embargo la manera en que proyectan a los personajes de esas series es casi glorioso, es invitando a todo mundo a ser así porque ellos son los que terminan ganando siempre o generalmente. Y no puede ir por ahí, no es real y yo no quiero proyectarle eso a los chavos de este país.

Creo que El Irlandés es un gran ejemplo porque no están glorificados, aquí te dan pena y te duele ver la soledad con la que termina el último personaje [Sheeran]. El Irlandés, en realidad, tiene muy poca violencia; salen las pistolas, varias pistolas que desecha, pero no hay mucha violencia. Pum, pum, y caen, no hay mucha sangre, no hay escándalo, todos los asesinatos son rápidos.

[Scorsese] Demostró que no sea trataba de hacer una película de mobsters por la violencia, como aquí [en México] les encanta. Todas estas serie y películas de narcos, ahí sí les encanta que la violencia sea predominante, fuerte, sangrienta y que sea lo que corona a un personaje. Y eso no me gusta.