Fantasia 2020: STING OF DEATH, la venganza del hombre medusa

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

La compañía británica Arrow Video confirmó el pasado 28 de agosto los títulos que lanzará al mercado en noviembre de 2020. Será uno de sus meses más fuertes gracias a filmes como Crash (1996), King of New York (1990), Burst City (Bakuretsu toshi, 1982) y un box set con siete películas, en cuatro Blu-rays, del director americano William Grefé. Esta caja, titulada He Came from the Swamp: The William Grefé Collection, saldrá a la venta el 23 de noviembre. La versión restaurada de una de las películas incluidas, Sting of Death (1966), tuvo su estreno mundial en la sección Fantasia Retro del festival canadiense de cine fantástico. 

El largometraje es una creature feature de influencia cormaniana, estrenada nueve largos años antes de la llegada de Tiburón (Jaws, 1975) que se comió sin misericordia a todas esas producciones de monstruos de serie B. Como dicen en el documental Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel (2011), el joven Steven Spielberg tomó una premisa muy de Roger Corman, cercana al cine de explotación (un tiburón que mata gente), y la llevó al otro nivel, cimentando el blockbuster de Hollywood. 

Así nos encontramos con Sting of Death, cuya trama no podría ser más simple: el protagonista, un biólogo marino (Jack Nagle), radica en una isla donde trabaja a lado de su joven asistente John (Joe Morrison) y de su chalán Egon (el personaje que se roba la película, interpretado por John Vella). En la radio local se escuchan los reportes sobre algunas personas (pescadores, principalmente) que han desaparecido en los alrededores de la isla. Nadie sabe bien qué sucede, aunque nosotros lo vemos desde la primera secuencia, filmada bajo el agua: una bella mujer es raptada por una misteriosa criatura acuática, a la que, obviamente, veremos en todo su esplendor hasta el final de la película. 

En este contexto, Karen (Valerie Hawkins), la hija del biólogo, llega a la isla para vacacionar junto a cuatro de sus amigas. Muy pronto las vemos arreglarse para una recepción, a la que asistirán otros jóvenes estudiantes. Todos ellos, claro, están reunidos con el único objetivo de convertirse en las potenciales víctimas de esa misteriosa criatura que acecha en los pantanos. 

A lo largo de Sting of Death tenemos una mezcolanza de varios elementos clásicos. Esa primera escena submarina remite a una de las joyas tardías de la época de oro del terror de Universal: El monstruo de la laguna negra (Creature from the Black Lagoon, 1954). Hace unos meses, el director y cantante Rob Zombie recordaba que en este tipo de películas los monstruos representan la mentalidad de “los marginados sociales, los raros… King Kong sólo trataba de congeniar mientras le disparaban. La criatura de Frankenstein acababa de nacer pero lo intentaban matar. Cuando eres un niño raro, sin duda te identificas con el monstruo”.

En Sting of Death la criatura, más que una metáfora, está directamente ligada con el chalán Egon, el personaje más memorable del ensamble. Hasta su nombre es una derivación de Igor, esa figura clásica del ayudante creepy, marginado, y con alguna deformidad. En este caso Egon tiene un ojo raro, su presencia asusta a las chicas, suele aparecer de la nada generando la típica mala vibra. 

No se necesita ser un genio para deducir rápidamente que Egon tiene algo que ver con el monstruo, una vez que la policía inicia su investigación después de localizar el cadáver de uno de los pescadores. Egon, ambicioso en secreto como intento de biólogo marino, dice saber qué causó las extrañas heridas, aunque su descabellada tesis (¡medusas gigantes!) es descartada por completo por el biólogo jefe y su otro asistente, John, el joven bien parecido y normal que representa exactamente lo opuesto a lo que es Egon. ¿Mencioné que además Egon está evidentemente enamorado de la hija de su jefe, Karen, pero ella está interesada en John? Un relato ciertamente tradicional con un toque especial, basta mencionar que el resentimiento del rechazado social explota en una gozosa secuencia para el recuerdo: Egon baila rock ‘n’ roll apartado en la fiesta, con sonrisa y actitud cool (un fotograma para enmarcar), entonces los “normales” lo descubren y es humillado, como toda su vida, por su físico y actitud creepy (la única chica que lo ha tratado bien es Karen). Corte a: un invitado acuático indeseado se aparece en la fiesta.

En ese lado de venganza y terror, Sting of Death podría pensarse incluso como una prima lejana de lo que posteriormente se iba a conocer como el slasher. Las víctimas del antagonista son principalmente las mujeres y cuando cerca del final se despacha a una, tenemos una especie de homenaje a la famosísima escena del asesinato en la regadera de Psicosis (Psycho, 1960), que seis años antes había sorprendido a las audiencias y que es considerada directa precursora del giallo y el slasher. 

Sting of Death siempre se mueve en el terreno del sci-fi y en su clímax conjuga la conocida noción del “científico loco” (cuyos experimentos se tornan terroríficos) con lo que mencionaba: el desenlace usual de creature features como King Kong (1933) o la misma  El monstruo de la laguna negra (incluso, todo termina también en una cueva), donde el “amor imposible”, la principal motivación de la criatura, marca su funesto destino. 

Además de las nociones clásicas del cine de género que ya mencioné, aquí encontramos un escenario peculiar (esas secuencias en un pantano real en Florida). ¡Una canción y un baile inspirados en las medusas! Y por supuesto esa maravillosa criatura cormaniana y ridícula que inevitablemente te provoca una sonrisa (ya antes habían salido unas medusas hechas como con bolsas de plástico: recuerden, es el genuino cine de serie B). Todo mezclado en 80 minutos, hace de Sting of Death un rescate perfecto para nuestro nicho. ¡Enhorabuena!

Fantasia 2020: THE OLD MAN MOVIE, locuras desde Estonia

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Más allá de maestros legendarios como Willis H. O’Brien (King Kong), Ray Harryhausen (20 millones de años a la Tierra, Furia de titanes) o Jan Svankmajer (Alicia, Fausto), cuando pensamos en cine con animación stop motion es referirse a maestros contemporáneos de la técnica como el estudio británico Aardman (creadores de Wallace y Gromit, Pollitos en fuga y Shaun, el cordero), los cineastas Tim Burton y Henry Selick (El extraño mundo de Jack), exponentes atípicos como Wes Anderson (El fantástico Sr. Zorro, Isla de perros) o el estudio americano Laika (cuyos créditos incluyen Coraline, ParaNorman y Kubo y la búsqueda samurái).

Si algo tienen en común todas estas producciones es que pueden ser disfrutadas por toda la familia (bueno, los más pequeños quizá no conectan tanto con las cintas de Anderson), aunque también existen animaciones stop motion con temas más adultos y duros que han tenido bastante reconocimiento, incluso en tiempos de CGI (Anomalisa o La vida de Calabacín, por ejemplo).

Alejadas del mainstream y “escondidas” en festivales de género como Fantasia o Fantaspoa, se pueden encontrar otras animaciones que usan la misma técnica laboriosa pero con un público diferente en mente, como los seguidores del terror (piensen en Pos eso, que bebe del cine de exorcismos) o del cine absolutamente disparatado. En este último apartado, el del cine (cómicamente) extravagante, podemos colocar el filme estonio The Old Man Movie (Vanamehe film, 2019).

Desde su primera secuencia la película anuncia sus intenciones: se trata de un viejo anuncio de servicio público, en blanco y negro, que nos acerca al peculiar mundo de The Old Man Movie, donde existe una cultura y mucha pasión alrededor de la leche de vaca y los lecheros. El PSA también funge para establecer el conflicto central de la cinta: hace muchos años el lechero de un pueblo rompió con la religiosa rutina diaria de ordeñar a su vaca, provocando que sus ubres crecieran exponencialmente hasta explotar casi como si se trataran de una bomba atómica. Desde entonces, las generaciones posteriores fueron alertadas sobre el riesgo de no ordeñar diariamente a una vaca, aunque con el paso del tiempo esta amenaza fue perdiendo relevancia en el pensamiento colectivo del pueblo. Entonces, nos movemos al presente para seguir a tres niños citadinos que van a pasar su verano con su abuelo, el lechero actual del poblado donde décadas atrás ocurrió la catástrofe láctea.

The Old Man Movie tiene elementos familiares. En su forma encontramos un trabajo de animación excepcional, lleno de variados y coloridos personajes (hechos con arcilla aunque también hay marionetas, algunos animales, por ejemplo, parecen cubiertos enteramente de tela) y escenarios que no le piden absolutamente nada al trabajo de los famosos estudios de stop motion arriba mencionados. Es posible ubicar en su trasfondo temas clásicos como el choque generacional y cultural (los dos nietos más grandes no paran de ver el teléfono celular, mientras que el abuelo no conoce otra vida más que la de la granja), e incluso el principal conflicto tiene que ver con un animal inocente –la entrañable vaca principal, actúa como un perrote, es explotada por el abuelo y manifiesta cansancio–, los humanos que lo acechan y los que lo quieren defender (temática que aparece en Shaun, el cordero: La película, ¡Piratas! Una loca aventura y, fuera del stop motion, en Paddington). Sin embargo, las peculiaridades de The Old Man Movie nunca paran para recordamos que no, no estamos viendo una película animada mainstream.

Esto quiere decir que tenemos animales siniestros, humanos borrachos y mucha mierda. El humor escatológico se resume en una divertida y extraña secuencia en la que el abuelo, para divertir a sus nietos, “infla” a su puerco por el trasero para que este suelte gases, sin importar que le quede algo de caca en la boca. El humor también tiene un toque más seco, que yuxtapone, por ejemplo, al antagonista netamente cinematográfico (el antiguo lechero que sobrevivió la explosión y ahora insiste en que las vacas son un mal para la sociedad) con la realidad, ya sea la propia (él imagina que su accionar es intenso cuando la verdad es que anda lentamente en su silla de ruedas) o la de los habitantes del pueblo. 

En la secuencia que más me hizo reír de toda la película, nuestro villano le expone con harto entusiasmo a sus ayudantes (unos obreros de una aserradero necesitados de más trabajo) sus malvados y, en su mente, importantes planes (quiere matar a la vaca que escapó antes de que le exploten las ubres), sólo para obtener como respuesta la historia de la deprimente realidad de uno de los trabajadores, quien tiene ocho hijos y perdió sus dedos trabajando horas extras, para luego ser abandonado por su mujer y volverse alcohólico. Este tipo de situaciones, de fino humor negro, destacan y funcionan a la perfección.

Conforme avanza a The Old Man Movie le sucede algo que no es inusual en el cine de género deliberadamente pirado. Es como si un vehículo que de por sí siempre había ido a exceso de velocidad de pronto se queda sin frenos. Irremediablemente el resultado final será irregular cuando las nociones (que aquí parecen apuntar a la liberación de los animales, a la posibilidad de cambiar para bien costumbres arraigadas y a que la vida rural sí es emocionante), se ven intencionalmente opacadas por el deseo de hacer un filme cada vez más descabellado.

Hay algo de admirable, sin duda, en un cóctel animado que incluye: una dosis de gore (no le va nada bien a unos hippies… sí, hay hippies), gags sexuales que involucran a un árbol parlante, y en general una colección de momentos WTF. No esperaba que al ver The Old Man Movie pasaran por mi cabeza South Park (esa forma de incluir diálogo sobre un disparate para luego hacerlo realidad, ese legendario capítulo con el roedor Lemmiwinks en el recto del Sr. Esclavo), la rareza absoluta Butt Boy (otra película de premisa absurda y desarrollo aún más absurdo estrenada en 2019), el mismísimo Axl Rose de Guns N’ Roses (sí, en serio), el típico personaje del chavito aparentemente inocente y despistado (aquí el menor de los hermanos) que termina siendo un genio de algo, Terminator (The Terminator, 1984), RoboCop (1987), y las peleas de mechas, aunque en esta ocasión también hay una simbiosis totalmente ridícula. 

The Old Man Movie es, naturalmente, un loco divertimento, aleatorio en su narrativa y lleno de altibajos.

Fantastic Fest 2019: TAMMY AND THE T-REX, la gozosa versión trash de PARQUE JURÁSICO

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El primer gran descubrimiento en la décimo quinta edición de Fantastic Fest llegó de la mano del American Genre Film Archive (AGFA) y Vinegar Syndrome, en una versión remasterizada en 4K y sin cortes. Se trata de la película Tammy and the T-Rex (1994), que, en su momento, pretendió aprovechar el éxito masivo que un año antes había logrado Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), de Steven Spielberg. 

Dirigida por Stewart Raffill (responsable de ese rip-off de E.T., el extraterrestre: Mi amigo Mac), Tammy and the T-Rex fue censurada para obtener la clasificación PG-13, por eso el mayor atractivo de esta nueva versión es poder ver las escenas gore en todo su esplendor; sin embargo, el gore es sólo uno de los muchos elementos por los que Tammy and the T-Rex propició una noche memorable y divertidísima para todos los que apreciamos el cine basura más notable. 

La trama es muy sencilla: por un lado, Tammy (una muy joven Denise Richards) es una chica que continúa sufriendo por su ex novio (George Pilgrim como Billy), un tipo bastante violento, celoso y frecuente antagonista del orden público que no descansará para evitar que Tammy establezca una nueva relación amorosa con Michael (el mismísimo Paul Walker años antes de saltar al estrellato con la franquicia de Rápido y furioso).  

Por otra parte, el clásico “científico loco” Dr. Wachenstein (Terry Kiser de actuación delirante) y su bizarro equipo se encuentran trabajando en un ambicioso proyecto que pretende darle vida, por medio del uso de un cerebro humano, a un Tiranosaurio Rex robótico. 

Un tono camp está presente en ambas tramas, la romántica y la jurásica, que inevitablemente se terminan conectando en una secuencia genialmente absurda: tras ser atacado por un león (un acto provocado por Billy), el joven Michael termina comatoso en el hospital, ahí aparecen el loco Dr. Wachenstein y su voluptuosa amante (Ellen Dubin) para engañar a Tammy, a su hilarante amigo homosexual Bryon (Theo Forsett) y al siempre borracho tutor de Michael (John F. Goff) y eventualmente robarse el cuerpo del protagonista con la intención, obviamente, de usar su cerebro para darle vida al T-Rex. 

Es así que Tammy and the T-Rex llega a niveles gloriosos y verdaderamente increíbles, con un par de soportes: el violento, que incluye una explícita cirugía cerebral, tripas por doquier y otros detalles absurdos (ya verán cómo el dinosaurio deja aplastado a un súbdito del doctor); y el romántico, cuya gozosa ridiculez incluye, por ejemplo, una escena donde el Michael/T-Rex ¡le llama desde un teléfono público a su enamorada Tammy! No hay que olvidar esos momentos que beben de King Kong (1933) y E.T., el extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982): la protagonista relacionándose con la bestia y protegiéndolo de la policía o esa secuencia en que Bryon y Tammy le dan a escoger a Michael/T-Rex ¡qué cadáver de la morgue le gustaría más como su nuevo cuerpo! 

Podría seguir enlistando otros momentos maravillosos de esta obra cumbre del trash, basta mencionar que la cinta llega a un “candente” final donde Denise Richards, una cámara de video y el cerebro de Michael comparten un baile. Naturalmente, Tammy and the T-Rex debe verse para creerse.