Los Cabos 2018: BORDER y THE SISTERS BROTHERS, dos de los World Highlights

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En el núcleo de Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008), una de las películas de vampiros más memorables de la década pasada, estaba Oskar (Kåre Hedebrant), un infante solitario, desadaptado, bulleado y con poca atención de sus padres divorciados, que encontraba un inesperado lazo de amistad y amor con la jovencita Eli (Lina Leandersson), quien en principio escondía un secreto sangriento. Imaginen que una niña equivalente al Oskar que conocemos al inicio de Déjame entrar –o sea, alguien que es menospreciado por los demás por ser “diferente”– ha crecido y se ha incorporado a la sociedad de manera productiva. Con esto se pueden dar una idea del tipo de personaje que es Tina (Eva Melander) en Border (Gräns, 2018), filme sueco dirigido por Ali Abbasi e inspirado en una historia corta de John Ajvide Lindqvist, también co-escritor de esta adaptación fílmica y, ciertamente, responsable tanto de la novela original como del guión de Déjame entrar.

Tina es una mujer que trabaja en la aduana de un puerto de Suecia, siendo excepcional a la hora de cumplir su labor de detectar a las personas que pretender introducir algo prohibido o que ocultan algo. Asimismo, Tina mantiene una vida relativamente calmada, viviendo con su pareja Roland (Jörgen Thorsson), un aficionado a los perros que parece no estorbar aunque tampoco aportar mucho a la relación (evidentemente es infiel) ni a la casa. Sin embargo, el peculiar aspecto físico de Tina continúa haciendo que la gente la vea con desdén en, por ejemplo, un supermercado común y corriente; ciertamente, en el fondo ella siempre se ha sentido rechazada y, consecuentemente, insegura.

Equivalente al arribo de Eli en la vida de Oskar en Déjame entrar, la rutina cotidiana de Tina cambia por completo cuando conoce a Vore (Eero Milonoff), un hombre que suele pasar por la aduana y que tiene un aspecto tan extraño como el de ella. A partir de este encuentro, Border se pregunta: ¿qué pasaría si todo lo que ha definido a Tina, para bien o mal (de su agudo sentido del olfato a su incapacidad para tener hijos) tiene una razón ligada a lo fantástico? Y sobre todo, ¿cómo se sentiría ella si todo por lo que ha sufrido –su aspecto físico en particular– es considerado hermoso desde otra perspectiva? 

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Mezclando exitosamente el folclore escandinavo (si conceptos clásicos de los vampiros son parte de Déjame entrar, aquí sucede lo propio con ciertos seres proveniente de dicha mitología) con la sordidez humana (temas como la pornografía infantil son pertinentes en la trama), Border es una cinta fascinante, hermosa y también algo pirada sobre el descubrimiento, la aceptación y la valoración de uno mismo, además de la decisión de hacer el bien sobreponiéndose a un posible resentimiento.

Además de Border, otro de los llamados World Highlights del Festival Internacional de Cine de Los Cabos fue The Sisters Brothers (Les frères Sisters, 2018), del director francés Jacques Audiard. Se trata de un western convencional en su estructura, pero bastante particular en sus personajes, temas y desenlace. Joaquin Phoenix y John C. Reilly interpretan a los hermanos Charlie y Eli Sisters, una pareja de bandidos y pistoleros que trabajan cumpliendo misiones para un comendador. Su nuevo objetivo es encontrar a John Morris (Jake Gyllenhaal), quien les pondrá en la mesa a Hermann Kermit Warm (Riz Ahmed), el hombre que quiere muerto el comendador.

Si bien el hecho de que la misión de los hermanos comienza a tener contratiempos desde el principio no debería ser ninguna sorpresa, tampoco esos cambios en las agendas de los involucrados, The Sisters Brothers se destaca primeramente por la interacción actoral tanto de Phoenix con Reilly como de Gyllenhaal y Ahmed. Los hermanos protagonizan momentos humorísticos con base en sus personalidades opuestas; por un lado el salvaje y borracho vaquero Charlie y por otro el más mesurado Eli, de quien eventualmente sabemos que sólo se convirtió en bandido para poder cuidar de su hermano menor. Las conversaciones entre John y Hermann son interesantes de otra forma, porque dan paso a que salga a relucir el trasfondo de este western: una época en la que todos buscaban oro y las sociedades civilizadas, regidas por leyes y alejadas de las características del viejo oeste, comenzaban a surgir.

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Mientras que Eli aboga por retirarse de la vida violenta (no por nada su interés por la nueva sociedad se refleja en ese detalle cuando compra los productos sin precedentes para lavarse los dientes), Charlie representa el aferramiento al pasado y la interminable violencia y avaricia. A pesar de este choque, temas como la hermandad y la importancia del hogar están en la esencia de The Sisters Brothers, un western que podrá partir de puntos comunes pero que arriba a una sorpresiva y cálida humanidad que no siempre se ve en el género.

Fantastic Fest 2018: ONE CUT OF THE DEAD, una de las películas más divertidas del año

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Películas de zombies recientes (como el díptico surcoreano Estación Zombie: Tren a Busan y Estación Zombie: Seúl, la propuesta india Miruthan, la divertida producción americana de bajo presupuesto The Battery y, en menor medida, la británica Melanie Apocalipsis Zombi), han confirmado lo dicho por George A. Romero en su clase magistral de 2012 en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inglés): subgéneros tan gastados como el de los zombies o vampiros requieren “algo diferente, como Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008) que tenía algo particular en su alma, a diferencia del resto de basura sobre vampiros”.

La japonesa One Cut of the Dead (Kamera wo tomeruna!, 2017) es otra cinta de zombies que, desde su título, hace referencia al trabajo del mencionado padre de este subgénero. Naturalmente, como espectadores buscamos desde el primer minuto esos elementos distintos que convencieron al director, Shinichiro Ueda, de realizar a estas alturas un filme de muertos vivientes más. Es evidente que Ueda es un cineasta consciente y, de hecho, la primera escena de One Cut of the Dead hace que reconozcamos una particularidad: aquí existe una película de zombies dentro de la película.

Higurashi (Takayuki Hamatsu) es un director cuyo ídolo bien podría ser Stanley Kubrick porque tras 42 tomas sigue sin estar satisfecho con una escena de su filme de zombies: en la que una joven mujer (Yuzuki Akiyama) es atacada por un muerto viviente (Kazuaki Nagaya), dentro de lo que parece ser una fabrica abandonada. Luego de que Higurashi explota porque, según él, su actriz no logra una interpretación genuina, el crew se toma un descanso para replantear las cosas, al tiempo que el director decide llevar a cabo su plan maestro: ejecutar un conjuro en su estratégica locación para que los zombies dejen de ser meros actores con maquillaje.

Los primeros 40 minutos de One Cut of the Dead son un tanto desconcertantes. Lo que tenemos es, esencialmente, una película de supervivencia filmada con cámara en mano, en primera persona, y sin ningún corte obvio. Potenciales víctimas –los actores y el crew tratando de mantenerse con vida ante la aparición de algunos zombies reales es un escenario por demás convencional. Por otra parte, entre los momentos que llaman la atención están los divertidos chispazos que remiten a Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013), de Sion Sono, con el director Higurashi filmando para aprovechar que (¡por fin!) los zombies y las actuaciones son auténticas, pero sobre todo destacan aquellos que no tienen mucho sentido. ¿Por qué sólo en una escena Higurashi rompe la cuarta pared y le habla al camarógrafo? ¿Por qué la actriz principal choca con la cámara y la tira? ¿Por qué hay secuencias repetitivas y otras que de plano parecen no tener razón de ser? A pesar de ingredientes prometedores y una valiosa labor técnica con el plano secuencia, ¿por qué el resultado final no tiene la chispa ni la fuerza de una grandiosa cinta de zombies? La respuesta es simple: la verdadera One Cut of the Dead aún no ha comenzado…

Sería un error revelar en este texto los detalles sobre el cambio de rumbo que One Cut of the Dead toma casi al llegar a la mitad de su metraje. Basta decir que Shinichiro Ueda creó una mirada sumamente hilarante al quehacer cinematográfico, particularmente cuando se cumple la ley de Murphy y todo lo malo que puede suceder (en una filmación), sucede. Asimismo, Ueda le rinde un merecido y sentido homenaje a todos esos “soldados” del cine, de los camarógrafos, los encargados de los efectos prácticos, a los asistentes, que siempre están “al pie del cañón” para sobreponerse a cualquier adversidad y que su profesionalidad se refleje en pantalla.

One Cut of the Dead podrá comenzar con un director que piensa demasiado su película de género, sin embargo termina poniendo los reflectores en los cineastas pragmáticos, los “obreros” fílmicos, quienes a pesar de tener que lidiar con presupuestos y tiempo limitado, actores con requerimientos especiales, e inimaginables infortunios, entregan un producto de entretenimiento cuya calidad puede cuestionarse pero nunca la integridad detrás. Así, One Cut of the Dead logra salirse por completo de las convenciones del subgénero de zombies –alejándose también de cualquier tipo de expectativa que tuvimos tras conocer su escenario inicial–, celebra el cine de guerrilla y se convierte en una de las películas más divertidas, sorpresivas y satisfactorias del año.