Fantasia 2020: CLAPBOARD JUNGLE, luchando por el sueño cinematográfico

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

“Es un milagro cada que un filme logra realizarse, ¡un milagro! Es un milagro hacer cada escena, nunca es menos que eso, nunca deja de ser difícil” – Paul Thomas Anderson

Justin McConnell, como muchos otros, comenzó a soñar con tener una carrera en la industria del cine a muy temprana edad. Específicamente su generación, la que creció en los años noventa, parecía ser imparable. La tecnología llegó a un punto en el que no tenías que ser rico para comprar una cámara de video. Abundaban las historias de personas de la clase trabajadora triunfando en Hollywood, las suficientes como para sentir que tú también podías lograrlo, sin importar que, como McConnell, vivieras en una pequeña ciudad canadiense y no tuvieras ningún contacto en la industria. McConnell soñaba con ser el siguiente Quentin Tarantino, Kevin Smith o cualquier otro cineasta “indie” que el festival de Sundance catapultó a Hollywood. Sin embargo, su destino fue diferente.

Su documental, Clapboard Jungle (2020), tiene como hilo conductor su propio viaje, lleno de contratiempos y momentos esperanzadores. Inicia en 2014, cuando el director, tras muchos años en el medio persiguiendo el mismo objetivo, seguía sin poder dar ese salto importante. Luego de filmar ficciones y documentales de muy bajo presupuesto sin mucha trascendencia, McConnell batalló para levantar sus proyectos más grandes. 

En Clapboard Jungle, lo seguimos en diferentes etapas: mientras desarrolla sus guiones, asiste a mercados de industria y festivales, su renovado entusiasmo y la continua aparición de malas noticias. McDonnell aprovecha y, más allá de compartir su propia lucha, abre la conversación en torno al cine, aprovechando al máximo un roster de “cabezas parlantes” –desde los consolidados como el mexicano Guillermo del Toro, los veteranos retirados como Sam Firstenberg (director de la gloriosa época ochentera de Cannon), hasta todo el mundillo actual del cine de género independiente (cameos de Gigi Saul Guerrero y Abraham Castillo Flores, programador de Mórbido Fest, incluidos)–. 

Documentales anteriores han abordado el mismo tema, retratos honestos que buscan dejar atrás el mito para enfrentar la difícil realidad de la industria fílmica. Remite, por ejemplo, a los constantes esfuerzos de Lloyd Kaufman, líder de Troma Entertainment (y uno de los entrevistados de McConnell), quien lleva años escribiendo libros y produciendo materiales con el objetivo de que los soñadores tengan los pies sobre la tierra, conozcan de primera mano los retos inherentes al medio, al mismo tiempo que se inspiran para continuar adelante pero de manera realista. 

Clapboard Jungle se siente como la más reciente actualización de este tipo de documental, captura un momento específico (y complejo) de la industria cinematográfica antes de la pandemia de la COVID-19. Caracterizado por la consolidación del streaming y la decreciente afluencia a las salas, la saturación de “contenido” y la crisis económica. Como nos dijo en entrevista Lloyd Kaufman: “en el mundo digital puedes hacer una película por menos dinero. El problema es: ¿cómo vives de tu arte?” 

McConnell siempre encontró impulso ante la adversidad, esto lo llevó a realizar Lifechanger (2018), su primer filme de presupuesto considerable. Una propuesta notable, entre el drama existencial y el body horror, sobre una entidad misteriosa que va de persona en persona, arrebatándoles la vida para tomar posesión de su cuerpo y recuerdos, al tiempo que no puede dejar de pensar en la mujer a la que ama. 

Si Lifechanger fue el proyecto que le abrió más puertas a McConnell, Clapboard Jungle nos motiva e invita a seguir peleando por aquello que queremos. Tras su presentación en el Fantasia International Film Festival, Cinema Inferno charló con el realizador.

Cinema Inferno: El documental refleja la época del cine indie que salía desde Sundance y las historias sobre los tipos de clase trabajadora que se convertían en cineastas rockstars. ¿Crees que estos relatos tuvieron un impacto positivo o negativo para tu generación?

Justin McConnell: Es una pregunta complicada. Creo que fue tan bueno como malo. Bueno, porque empoderó a una generación entera de gente joven para que realmente lucharan por sus sueños en el cine, entonces hay un montón de talento que ha tratado de tener una carrera desde entonces. Algunos han tenido éxito de verdad. Trajo de vuelta el espíritu del autor a la escena independiente, el efecto todavía se siente hoy. 

El lado negativo del asunto es que una ola de cineastas, en conjunto con equipo barato y la democratización de las plataformas de distribución, ha provocado una saturación de contenido. Más contenido del que es posible ver. Entonces ahora todos quieren ser cineastas, mucha gente se siente empoderada, pero es imposible mirar todos esos filmes. Muchos simplemente pasan desapercibidos. 

Esa época hizo sexy el quehacer cinematográfico, la idea del cineasta como un rockstar emergente, y sin duda esto es atractivo. Pero también resulta en mucha gente que persigue la fama en lugar de la habilidad para contar buenas historias. 

Como muchas cosas, supongo que no es ni bueno ni malo. Ciertamente tuvo un impacto. 

Tu documental abrirá los ojos de muchos jóvenes que aspiran a ser cineastas sobre la realidad de la industria, como en su momento lo hizo el trabajo de Robert Rodriguez y Lloyd Kaufman. ¿Tuviste alguna fuente de inspiración similar cuando eras joven? 

Acabas de mencionar un par. Leí todos los libros de Lloyd y también el libro de Robert Rodriguez. También cosas como Painting with Light y el libro de Walter Murch. Recuerdo amar un libro llamado The Writer Got Screwed (But Didn’t Have To). Aunque principalmente veía muchos documentales del detrás de cámaras, películas sobre cine, leía Fangoria, los sitios de fans del cine que fueron lanzados a finales de los noventa y principios del nuevo milenio y un montón de biografías de cineastas. 

Es un documental personal, muestras tu propio trayecto y lucha. ¿En qué momento decidiste compartir tu historia?

Desde el comienzo tomé esa decisión. Necesitaba un arco narrativo para realizar un documental, más allá de las “cabezas parlantes”, y pronto me di cuenta que yo mismo era el único protagonista que podía usar… por necesidades económicas. No podía gastar un gran pedazo de mi vida para seguir a alguien más. Sabía que podía diseñar la logística de producción si lo hacía personal y enfocado en mí, así que tomé ese rumbo. Una vez que empecé me di cuenta que la única manera de hacerlo correctamente era ser honesto, con todas las imperfecciones. Me vi a mí mismo como si fuera un avatar para la audiencia. 

Hubo una reseña del filme que hablaba de cómo parezco Tribilín en una de esas viejas caricaturas sobre cómo jugar béisbol. Soy el protagonista torpe que comete errores al principio pero luego me corrigen aquellos con conocimiento de lo que es correcto. Creo que es una metáfora apropiada de cómo veo mi rol en el filme. Soy el esqueleto emocional al que se le agrega la carne (las entrevistas). 

¿Cuál fue el principal aprendizaje que te dejó entrevistar a tantas personalidades?

Muchos de ellos no se dieron cuenta que eran exitosos y que sus filmes habían tenido un gran impacto hasta mucho tiempo después de hacerlos. Especialmente los cineastas mayores que emergieron en el boom inicial del video en los años ochenta y noventa. Ellos mencionan seguido cómo no se dieron cuenta que uno de sus filmes tenía un legado importante y una base de seguidores, hasta décadas después. 

Eso me ayudó a poner las cosas en perspectiva. En la actualidad vivimos en un mundo de gratificación instantánea. Con las redes sociales puedes postear algo y obtener respuestas, opiniones, likes y demás de manera inmediata. La cultura de los influencers está construida alrededor del golpe instantáneo de dopamina de la aprobación y valoración. No obstante, para la gente a la que idolatré mientras crecía, esa no era su realidad. Ni de cerca. Me consuela el hecho de que no sabré si mi trabajo sobrevive, es recordado, o es influyente, hasta que sea mucho más viejo. Entonces por ahora simplemente tengo que guiarme por mi instinto y hacer las cosas que realmente me importan, darlo todo, porque eso es lo único que está a mi alcance  en este momento.

¿Cuál es la característica más especial, en específico, del cine de género e independiente que retratas?

Para mí es una comunidad. Las caras son familiares porque son parte de un movimiento en el cine de género que es de este momento. Es un ambiente social diferente pero algunas de estas personas terminarán con un legado que impactará a toda la industria. La escena del cine de género en festivales y mercados de industria, más o menos, se siente hoy como debió sentirse en la región de la bahía de San Francisco cuando emergió la escena del trash metal. 

Estamos en un momento importante de transición en la industria del cine. Todos los que destacan hoy en el circuito del cine de género son pioneros de este cambio. Simplemente no tenemos idea de lo que significará a la larga. Ciertamente, es grandioso tener amigos de todo el mundo, cada uno en una etapa diferente de la misma misión. La mayoría lo están haciendo por las razones correctas. Es un mundo fuera del sistema de Hollywood. Por más que sea difícil, para muchos es próspero. 

El documental es positivo y busca inspirarnos, no sólo a los cineastas, para seguir tratando de cumplir nuestras metas. ¿Qué tan importante era comunicar este mensaje? 

Probablemente fue lo más importante que quise inculcar. Quería un documental honesto, franco sobre las probabilidades, pero, al final del día, busqué que la gente terminara revitalizada y motivada. La intención fue fungir, al mismo tiempo, como un baño de realidad y como un discurso motivacional. 

La industria del cine está mutando constantemente. Tomando en cuenta que la pandemia de la COVID-19 está marcando un antes y después, ¿cómo te sientes al pensar en el presente y futuro cercano de la industria fílmica?

Me siento inseguro. Habrá cine mientras tengamos electricidad y gente que quiera contar historias. Pero el estado de la industria está por verse. 

La situación antes de la COVID-19 ya era turbulenta, ahora con las producciones deteniéndose y la gente obligada a ajustar sus planes, es indeterminado. Pienso que será cosa de mantenerte alerta y adaptarse, no cometer el error de aferrarte al pasado y de señalar las cosas como eran, porque esas maneras se han ido. Lo que vendrá está tomando forma, tendrá que ser aceptado y estar basado en nuevos rumbos.

Fantasia 2020: Lloyd Kaufman y su cruzada por el cine independiente

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Aun cuando Lloyd Kaufman, co-fundador de Troma Entertainment y director/protagonista de #ShakespearesShitstorm (2020), tiene una nueva película que promocionar, su mente siempre está puesta en los problemas que el cine independiente americano lleva años enfrentando.

“Los independientes en Estados Unidos no recibimos ninguna ayuda del gobierno, son los peces gordos los que son ayudados con todas esas lagunas fiscales, millones y millones de dólares en lagunas fiscales para incentivar a Sony, Rupert Murdoch y esos tipos, pero no para incentivar a Troma o a cualquier otro independiente. A menos que seas muy, muy políticamente correcto y hagas una película sobre mineros o algo así. No estoy interesado en eso”, afirmó el cineasta en una mesa redonda organizada por el Fantasia International Film Festival.

Con #ShakespearesShitstorm queda claro que la corrección política jamás será parte del ADN de los creadores de El Vengador Tóxico (The Toxic Avenger, 1984) y Tromeo y Julieta (Tromeo and Juliet, 1996). Basada en La tempestad, de William Shakespeare, la película es un torbellino de mutantes, gore, sexo, drogas, mierda (obviamente) e irreverente sátira social. En esta ocasión, se burla precisamente de los “wokes” y los “social justice warriors”, quienes en la actualidad han tomado las redes sociales para predicar moralidad y “cancelar” a quienes no piensan como ellos.

“Conozco lo suficiente sobre Shakespeare y él hubiera amado #ShakespearesShitstorm, sin lugar a dudas. Casi todos estos tipos han sido censurados o puestos en listas negras. Vivimos en una época en la que, en Estados Unidos, tienes libertad de expresión siempre y cuando no digas nada”, reveló Kaufman.

El “pensamiento independiente” por el que aboga Kaufman continúa enfrentando una batalla desigual contra la maquinaria hollywoodense que produce películas millonarias, naturalmente cada vez menos arriesgadas, con tal de satisfacer a un público masivo. De acuerdo con Kaufman, “la peor parte, y he escrito siete libros sobre esto, son los conglomerados mediáticos, que ahora son controlados por las compañías telefónicas o electrónicas como Sony. Estas no son compañías de cine, no hacen arte, es un negocio, trabajan por comité. Entonces hay muy pocos artistas que actualmente pueden dejar huella en el cine”.

”Las reglas que protegían al público en Estados Unidos de los monopolios desaparecieron. Los peces gordos han eliminado a la competencia porque controlan los cines. Y ahora se van a deshacer de la neutralidad de la red. No habrá más Internet libre y democrático. El precio subirá y los conglomerados tendrán derecho a aletargar tu arte, a la que llaman ‘contenido’. Un término asqueroso. Mientras tanto AT&T, que es dueña de Warner Bros., podrá ir a toda velocidad en la autopista para la élite”, añadió. 

A pesar de este panorama complicado, Troma cumplió 46 años a lo grande, con el estreno de su mejor filme desde Poultrygeist: Night of the Chicken Dead (2006) y con una sólida base de fans. Ellos han sido clave para la longevidad de la compañía. “Hacer #ShakespearesShitstorm fue difícil, es una película de $50 millones de dólares producida por menos de medio millón de dólares americanos. Incluso tuvimos que filmar en Albania durante ocho días. Fue muy, muy difícil. Pero todos en la producción eran fans de Troma, tenían mucho entusiasmo porque creían en el proyecto, no era un mero trabajo para ellos, era arte. Sí se les pagó, pero era arte, al final del día se les pagó algo así como el 10% de lo que normalmente ganarían. Tuvimos un grupo muy fiel, viajaron a Nueva York y también a Albania para filmar, gente de Islandia, Inglaterra, Francia, Japón y Canadá. #ShakespearesShitstorm es, sin duda, el filme más interesante que he dirigido”, remarcó tajantemente.

Kaufman está consciente que hoy en día es “prácticamente imposible empezar un estudio de cine verdaderamente independiente que desempeñe todas las funciones que hace Troma”. Aún así, es imposible que el líder de Troma no se preocupe por los jóvenes que aspiran a hacer cine, a quienes siempre les ofrece consejos de una manera sincera: “en el mundo digital puedes hacer una película por menos dinero. De hecho tenemos productoras jóvenes ahora mismo, Mercedes The Muse está haciendo una película por menos de $25 mil dólares. Heidi Moore hizo su película para Troma, costó $50 mil dólares. Entonces puedes hacer tu propia película por $5 mil dólares” y siguió: 

“El problema es ¿cómo vives de tu arte? Puedes tener un trabajo real, hacer algo bueno por la humanidad. Puedes ser enfermera o maestro. Haz lo que Troma hace: distribuye tú mismo y quizá dentro de algunos años tengas suficientes películas para generar ingresos y entonces te puedas convertir en un cineasta de tiempo completo. Nosotros tenemos millones de fans gracias a la interacción personal, haciendo lo que podría hacer cualquiera. Puedes ir a las convenciones, vender tu material, divertirte y construir una base de seguidores”.

Fantasia 2020: #SHAKESPEARESSHITSTORM, una sátira demencial para la era woke

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

La gente de Troma Entertainment, de la mano de su co-fundador y líder Lloyd Kaufman, pueden presumir 46 largos años haciendo cine verdaderamente independiente y guerrillero, alejado por completo de lo normal. Esto nos indica que Troma ha logrado adaptarse a los tiempos, a pesar de las crecientes dificultades económicas. Vaya, su época dorada, cuando ganaban millones en el mercado del video, ha quedado en el pasado. 

En años recientes, Troma ha reducido su número de producciones. La casa de Toxie se encuentra en una faceta propia de su longevidad: parecen haberlo hecho todo y sólo regresan a terrenos familiares. Su proyecto anterior fue, precisamente, un remake/reboot/secuela de Class of Nuke ‘Em High (1986), filmada en 2012 y eventualmente estrenada en dos partes: Return to Nuke ‘Em High Volume 1 (2013) y Return to Return to Nuke ‘Em High Aka Vol. 2 (2017). 

Su nuevo largometraje, #ShakespearesShitstorm (2020), es otra adaptación de la obra de William Shakespeare, 24 años después de la genial locura de Tromeo y Julieta (Tromeo and Juliet, 1996), para mí el mejor filme noventero de Kaufman y quizá la adaptación fílmica subversiva por excelencia (¡Shakespeare conoció a Motörhead para empezar!). 

A pesar de que en el papel, estas reinterpretaciones de sus viejos éxitos podrían parecer desechables, la realidad es que Troma sigue en forma. Tardó en llegar (¡años!) pero el épico clímax de Return to Return to Nuke ‘Em High Aka Vol. 2 –mezclando efectos prácticos y digitales, además de varios mutantes memorables–, hizo que la espera valiera la pena. 

#ShakespearesShitstorm va directo al grano, es Troma en estado puro con esa esencia que ubicamos a la perfección, cimentada desde El Vengador Tóxico (The Toxic Avenger, 1984). Su subtexto no podría ser más actual, Kaufman tiene algo qué decir en tiempos de “progresismo” y activistas de clic.

La sátira social y política es irreemplazable en el menú tromático desde sus inicios. La misma ciudad Tromaville, Nueva Jersey, no es sino la contraparte –producto de la contaminación y los desechos tóxicos– de la (¿que fue?) capital del mundo: Nueva York. Troma siempre se ha adaptado, satirizando la respectiva actualidad. Poultrygeist: Night of the Chicken Dead (2006), por ejemplo, apuntó a la insalubridad de las cadenas de comida rápida en la época post Súper engórdame (Super Size Me, 2004). En ese sentido no debería ser sorpresa que en #ShakespearesShitstorm la burla hacia los llamados “wokes” sea el tema principal. Kaufman tampoco olvida su tradicional crítica a las corporaciones avaras y corruptas que se acuestan con el gobierno, sin interés alguno por el bienestar de los consumidores, aquí los representa una farmacéutica (en el díptico Return to Nuke ‘Em High fue una empresa de comida orgánica).

La sátira de #ShakespearesShitstorm nace de la hilarante mezcla de esas dos partes. La farmacéutica, liderada por el fiestero, mujeriego y cocainómano Big Al (Abraham Sparrow), tiene lista una medicina que les hará ganar millones: la Safespacia, ideal para tranquilizar a los jóvenes privilegiados que se irritan y ofenden por todo, que quieren aleccionar a cualquiera que no opine como ellos, y que suelen usar las redes sociales para impartir “justicia social”. 

#ShakespearesShitstorm respeta la trama general, los personajes y algo del diálogo de la obra shakesperiana en la que se basa: La tempestad. Aunque, naturalmente, desde el primer segundo la irreverencia característica está presente. Si en la adaptación noventera el legendario Lemmy fue el narrador, aquí toma su lugar el mismísimo Shakespeare (Fraze Brown), en su encarnación más valemadrista: en su introducción ¡inhala cocaína! Otro ejemplo: sólo a Troma se le ocurriría ligar la frase de Shakespeare de los mortales tontos con ¡un viaje a Tijuana y bestialismo!

Kaufman, quien interpreta los papeles de Prospero y su hermana Antoinette Duke, aprovecha la historia original de venganza y perdón para ligarla con otra cuestión de nuestros días: la cultura de la cancelación. En el pasado, el brillante Prospero (que ciertamente representa al propio Kaufman y a Troma) fue traicionado por su hermana y su socio, también fue “cancelado” por una horda de gente ofendida precursora de los “wokes”. En los años ochenta, el protagonista cometió el error de celebrar el Cinco de Mayo y terminó acusado, entre otras cosas, de apropiación cultural. Su exilio lo llevó, acompañado por su hija Miranda (Kate McGarrigle, en la versión adulta del personaje), hasta Tromaville, donde compró un picadero que convirtió en su base de operaciones. Ayudado por varias prostitutas adictas al crack, entre ellas Ariel y Caliban (interpretadas respectivamente por Amanda Flowers y Monique Dupree, ambas muy divertidas), Prospero ha planeado su gran venganza desde entonces. 

Varios de los momentos más divertidos de #ShakespearesShitstorm llegan gracias a los personajes basados en los “social justice warriors”.  Un par de influencers (Zoë Geltman y Dylan Greenberg) predican corrección política, al mismo tiempo posicionan en redes a la malvada e hipócrita corporación farmacéutica. De hecho podríamos pensar en #ShakespearesShitstorm desde la perspectiva de estos millennials, cuando van descubriendo el universo cinematográfico de Troma, tan desmesurado y “cancelable” como pocos.

Equivalente a lo que demostró Quentin Tarantino en Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019), Kaufman comunica que no cambiará ante los parámetros actuales que juzgan el cine desde lo moral. Al final del día, Troma jamás se ha tomado a sí misma en serio. Su violencia, gore, gusto por lo grotesco, escenas de sexo con incontables desnudos, su particular sentido del humor (satírico, absurdo, vulgar, negro, escatológico), y todo ese material “incorrecto” siempre han tenido una sola finalidad: divertir, hacer gozar al espectador. 

#ShakespearesShitstorm es una mezcla de géneros y elementos que han caracterizado a Troma. Una compañía sinónimo de desmadre. No es casualidad que el núcleo de la película esté en dos fiestas, una desarrollada en un barco y la otra en la guarida de Prospero (como manda La tempestad). Si piensan que en esta ocasión la ambición es menor, sobre todo tomando en cuenta que Kaufman venía de filmar una película de casi tres horas dividida en dos volúmenes, se equivocan. Estas dos secuencias se ubican entre lo mejor de Troma. 

Nuestros queridos influencers social justice warriors se topan primero con la que debe ser la escena de efectos digitales (aunque incluye prácticos) más grande que Kaufman ha filmado hasta ahora, una que le hace honor a la “shitstorm” del título, reminiscente de Sharknado (2013) pero con ballenas y un montón de mierda para aderezar el desenfreno total de sexo y drogas.

Posteriormente, no sin antes enojarse por todo lo “problemático” y tratar de educar a la afroamericana Caliban sobre racismo y la n-word, estos activistas de Twitter acompañados de una pandilla de “snowflakes” –intolerantes a los chistes (atentos a una maravillosa referencia a Los guerreros)– se adentrarán a otra fiesta sin control con las “crack whores”, una nueva y potente droga, y la “obsesión” tromática por los mutantes. Apegado a los efectos prácticos de antaño, Kaufman vuelve a deleitar con su clásico horror corporal –en vena del Stuart Gordon de From Beyond (1986)–, que se torna violenta y ridículamente memorable: una “orgía” de rock, vómito verde, sangre, tripas, mierda y explícitas mutaciones que hacen constante referencia a los órganos sexuales. 

En estos 80 minutos aparecen otros elementos tromáticos clásicos: múltiples referencias a la cultura popular (de El resplandor a El rey león) y autorreferencias (pósters de otras películas Troma, cameos de personajes de este universo), musicales que recuerdan la gloria de Poultrygeist: Night of the Chicken Dead, romance (cuando Miranda conoce a Ferdinand), masturbación femenina y hasta una secuencia animada.

#ShakespearesShitstorm tiene todo el sello de la casa, lo hemos visto antes, sí, pero la ejecución es notable y satisfactoria, más cuando suceden cosas como un pequeño mutante despachándose a un “progre” de la manera más demente, vulgar y violenta posible. Troma no escatima, hasta cuando parece que mandarán un mensaje de “abrazar nuestras diferencias” optan por lo absurdamente monstruoso, todo en ese tenor de burla y relajo. 

A costa principalmente de aquellos que confunden el activismo y quieren que nadie se vuelva a divertir en el cine, particularmente con lo “políticamente incorrecto”, Kaufman se ríe y nos hace reír. 

¡Bravo!

Fantasia 2020: Las 10 películas que más queremos ver

Debido a la pandemia del COVID-19, la edición 2020 del Fantasia International Film Festival (el festival de cine fantástico más grande del continente americano) se celebrará de manera virtual por primera vez en su historia. Obviamente no es lo ideal, sin embargo no todo es negativo porque esto abrió las puertas para que medios de todo el mundo puedan cubrir Fantasia sin viajar hasta Montreal, Canadá.

Cinema Inferno es oficialmente uno de los medios acreditados del Fantasia, lo cual nos tiene muy emocionados. Estaremos publicando reseñas y actualizaciones en redes sociales (con el hashtag #CinemaInfernoEnFantasia), pero antes les queremos compartir nuestro listado con las 10 películas que más queremos ver de la increíble, y sin duda abrumadora, programación del festival.

Fantasia 2020 se llevará a cabo del 20 de agosto al 2 de septiembre.

Crazy Samurai Musashi

¿Una película de acción samurái en la que el héroe protagonista se despacha a 588 adversarios? ¿Filmada en un plano secuencia de 77 minutos? ¿Protagonizada por Tak Sakaguchi en el rol del histórico guerrero, escritor y artista Musashi Miyamoto (antes interpretado por Toshiro Mifune en la “trilogía Samurai”)? ¿Escrita por el maestro Sion Sono? ¡Sólo conéctela en nuestras venas!

Cabe añadir que nuestro buen amigo Jorge Grajales (experto en cine asiático) mandó decir que Crazy Samurai Musashi (2020) “es de los creadores de Death Trance (Desu toransu, 2005). Usualmente son producciones de bajo presupuesto. No deja de ser una curiosidad obligada, pero sí quizás con una expectativa media”.

Feels Good Man

Fantasia programó diversos documentales imperdibles, entre ellos Feels Good Man (2020). Aborda la historia del personaje de la Rana Pepe, el cual inesperadamente se convirtió en un famoso meme y, eventualmente, en un símbolo de odio en Estados Unidos. Desde entonces su creador Matt Furie ha batallado para “salvar” a su personaje.

Fried Barry

Desde Sudáfrica arriba un filme que luce como algo genuinamente pirado. Fried Barry (2020) ha sido descrita por Fantasia como un “viaje en ácido” en el que el cerebro de un junkie (Gary Green) comienza a ser extrañamente controlado ¡por un alien! Lo que continúa son las locas aventuras de un alienígena con forma de humano, quien se dispone a drogarse, a tener sexo y, obvio, a meterse con gente peligrosa.

Kriya

En nuestra selección no podía faltar algo de cine de la India. Este país asiático será representado en Fantasia por Kriya (2020), película de terror sobre un DJ (Noble Luke) que conoce a una chica (Navjot Randhawa). Todo parece normal hasta que llegan a la casa de ella, donde el cuerpo sin vida de su padre yace en medio de un ritual del que nuestro protagonista se convertirá en pieza clave.

Monster Seafood Wars

El director nipón Minoru Kawasaki es bien conocido por su cine de kaijins y kaijus, con actores disfrazados de monstruos. Tras películas como The Calamari Wrestler (Ika resuraa, 2004), Kawasaki regresa con Monster Seafood Wars (2020), protagonizada por un pulpo, un calamar y un cangrejo que se convierten en ¡criaturas monstruosas gigantes! ¿Se necesita de algo más?

#ShakespearesShitstorm

Troma Entertainment está de regreso con otra muy particular adaptación de la obra de William Shakespeare, luego de 24 años del estreno de la ya legendaria Tromeo y Julieta (Tromeo and Juliet, 1996). En #ShakespearesShitstorm (2020), Lloyd Kaufman adapta La tempestad, prometiendo inyectarle una buena dosis de “sexo, mutantes, números musicales y violencia”.

Slaxx

En Cinema Inferno nos encantan las premisas piradas y poco resulta más demente que una película sobre ¡unos jeans asesinos! Slaxx (2020), de la directora canadiense Elza Kephart, promete ser una memorable mezcla de terror y humor. 

Special Actors

Una de nuestras cintas favoritas de 2018 fue la sorprendente comedia japonesa One Cut of the Dead (Kamera wo tomeruna!, 2017), la cual rompe con las convenciones del subgénero de los zombies para celebrar el cine de guerrilla de manera increíblemente satisfactoria. Ahora su director Shinichiro Ueda está de regreso con Special Actors (2019), la cual sigue a un actor dramático amateur que se desmaya ante cualquier situación estresante. Eventualmente este histrión se une a una agencia donde los actores son contratados para situaciones reales, por ejemplo una boda o un funeral. Dado que estamos ante otra comedia absurda de Ueda, la cosa se torna especialmente conflictiva cuando el protagonista termina teniendo que pretender ser alguien más ¡dentro de un culto!

The Columnist

¿Recuerdan cuando las redes sociales no eran una cloaca de gente enojada por todo? En efecto, esos tiempos quedaron en el pasado, por ende una película como la holandesa The Columnist (De Kuthoer, 2019) parece que es lo que necesitamos ahora mismo. ¿Por qué? Nada más lean la premisa: una escritora y columnista (Katja Herbers) recibe constantemente comentarios abusivos en redes, incluso amenazas de muerte. Ella no puede evitar obsesionarse con revisar sus redes en todo momento, la toxicidad de los trolls ha logrado su cometido y verdaderamente la ha afectado. Pero todos tenemos un límite y la protagonista decidirá ¡vengarse violentamente en la vida real!

The Reckoning

The Reckoning (2020), de Neil Marshall (Dog Soldiers, The Descent y la más reciente versión de Hellboy), se desarrolla durante la gran peste de Londres en 1665. Tras la muerte de su esposo, una mujer (Charlotte Kirk) es acusada de brujería y encarcelada por haber rechazado los avances sexuales de su casero. Ahí tiene que lidiar con un despiadado cazador de brujas y con su propia salud mental. Sin duda promete ser una de las grandes películas de terror de este año, cercana al folk horror que recientemente ha tenido un revival de la mano de cintas como La bruja (The VVitch: A New-England Folktale, 2015) y Apóstol (Apostle, 2018).

Macabro 2019: MUTANT BLAST, un festín splatter y de absurda diversión

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Mutant Blast (2018) –ópera prima del cineasta portugués Fernando Alle y co-producción de la legendaria compañía independiente neoyorquina Troma Entertainment (El vengador tóxico, Tromeo y Julieta, Poultrygeist: Night of the Chicken Dead, entre muchos otros clásicos)– utiliza uno de los escenarios cliché por excelencia del cine de terror: el mundo postapocalíptico plagado de zombies. 

Sin embargo, la palabra zombie es censurada durante buena parte del metraje en un ejemplo del afilado sentido del humor del director, quien de igual forma está plenamente consciente de esos lugares comunes del cine de género en los que se está adentrando: las criaturas antagonistas técnicamente no son muertos vivientes, sino humanos mutados tras un fallido experimento militar pero tienen características idénticas a un zombie.  

En Mutant Blast, un hombre (Pedro Barão Dias) despierta tras una farra y gradualmente recuerda que el apocalipsis zombie alcanzó a sus amigos de manera brutal; en otra parte, una joven soldado (Maria Leite) con una agenda clara tiene que resguardar al único mutante perfecto: un súper soldado de impresionante fuerza (Joaquim Guerreiro), la aparente solución ante los zombies que no son zombies. Cuando el camino de este par de personajes se cruza, Alle pisa el acelerador para llevarnos hacia cierto rumbo y luego cambiar la dirección totalmente, algo que es constante en 80 minutos de impredictibilidad, absurdo y locura. 

Justo ahí radica la valía y el disfrute de Mutant Blast: pasa de ser un onírico y violento cuento de hadas, a una sátira de esos hombres que controlan el mundo, y, como su título lo indica, resulta un imaginativo desfile de mutantes que incluye, por ejemplo, el momento cuando la radioactividad provoca que al protagonista le crezca ¡una rata viva en lugar de mano! Que esta marioneta roedora sea un personaje adorable y memorable parece difícil de creer, sin embargo no hay otra forma de describirlo.

Con ésta y muchas otras ocurrencias dementes –esa otra rata gigante de apariencia kaiju, una genial y enamorada langosta francesa que odia a los delfines porque estos mamíferos marinos son en realidad unos hijos de la chingada, y hasta una crítica a la naturaleza destructiva del ser humano–, los clichés iniciales quedan sepultados por completo en un festín splatter con efectos prácticos, absurda diversión e inagotable imaginación (¡hay una secuencia musical animada!). Mutant Blast es una de las películas más disfrutables en las que ha estado involucrada Troma desde su magistral musical de los pollos zombie estrenado en el ya lejano 2006.

Bonus: Entrevista en video con el director Fernando Alle