Entrevista con Bill Moseley, antagonista de PRISONERS OF THE GHOSTLAND

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Bill Moseley vio por primera vez Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) en Boston, Massachusetts, como parte de una función doble con Operación dragón (Enter the Dragon, 1973). “Después de ver Masacre en cadena me daba miedo la parte rural de Estados Unidos”, reveló el actor en el documental It Runs in the Family (2006), entonces, seguramente, Moseley no imaginaba que en la década siguiente sería parte integral de Masacre en el infierno (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986), única secuela en la interminable franquicia con la dirección de Tobe Hooper. Sin ser originario del sur rural, de hecho nació en Connecticut, Nueva Inglaterra, Moseley ha encarnado personajes icónicos provenientes precisamente de esta zona. Son antagonistas clásicos que han cometido algunos de los crímenes más “horrorosos y extraños en la historia americana”. 

Moseley filmó y apareció en el cortometraje cómico amateur The Texas Chainsaw Manicure, una copia de éste eventualmente llegó a las manos de Hooper, quien le dijo al actor: “si llego a hacer una secuela te tendré en cuenta”. Cuando llegó la hora de darle continuación a la película que cambió el rumbo del terror, Hooper cumplió su palabra. Moseley, en su primer papel importante, le dio vida a Chop-Top, un nuevo integrante de la familia experta en carne humana, un demente incapaz de dejar de pensar en Vietnam. Además, tiene una placa de metal en la cabeza, visible cuando su hermano Leatherface lo roza accidentalmente con la motosierra. 

Masacre en el infierno tiene una aproximación deliberadamente fársica, con guión de L.M. Kit Carson (Sin aliento, París, Texas) y un Denis Hopper glorioso con motosierras y deseos de venganza. Si bien este filme fue incomprendido en su tiempo, hoy día es genuinamente de culto. Si Chop-Top no ha vuelto a aparecer en la franquicia es por un tema de derechos. 

Moseley volvió a la franquicia hasta Masacre en Texas: Herencia maldita (Texas Chainsaw 3D, 2013), pero en el rol de Drayton Sawyer, el hermano mayor en la película original, porque esta producción ignoró el resto de secuelas. Una participación demasiado breve que no pasa de la violenta secuencia inicial cuando un grupo de texanos deciden saltarse la ley y destruir a la familia.

El cameo de Moseley en Masacre en Texas: Herencia maldita llegó cuando el actor ya había conquistado a toda una nueva generación de fieles del terror. Evidentemente influenciado por Hooper, el músico Rob Zombie debutó como cineasta con La casa de los mil cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003), presentando a otra pirada familia sureña y una historia de época que comienza a finales de los años setenta. Aquí Moseley es Otis, uno de los hermanos protagonistas, que combina a Charles Manson, Tex Watson –en la superior segunda parte, Violencia diabólica (The Devil’s Rejects, 2005), el diálogo “I’m the devil and I’m here to do the devil’s work” es una referencia ineludible– y al propio Leatherface: suele usar como máscara la cara de sus víctimas. Zombie completó la trilogía sobre la familia Firefly en 2019, con el estreno de Los 3 del infierno (3 from Hell, 2019).

De la mano del brillante y camaleónico cineasta japonés Sion Sono, Moseley ha construido otro villano para el recuerdo. En Prisoners of the Ghostland (2021), el debut en inglés de Sono, Moseley interpreta al Governor, quien controla Samurai Town, un lugar donde se conjuga oriente y occidente, los samuráis con los vaqueros, lo moderno con lo antiguo. 

Al inicio de la película el hombre sin nombre (Nicolas Cage dando otra actuación delirantemente divertida) es un prisionero en dicho pueblo. La supuesta nieta del Governor, Bernice (Sofia Boutella), escapó y si el personaje de Cage quiere volver a ser libre tendrá que encontrarla y traerla de vuelta. No sólo esto, haciendo referencia a Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), el Governor lo viste con un traje muy particular con explosivos que destrozarán al protagonista si violenta a Bernice o no cumple en tiempo con la misión. En un locura absoluta –con un criminal destinado a redimirse (Cage); el samurái y matón del Governor, Yasujiro (Tak Sakaguchi); los fantasmas de un incidente nuclear y una tribu tan extravagante como marginada–, el Governor se erige como el verdadero antagonista.

Charlé con Moseley sobre este personaje y su experiencia filmando en Japón con Sono y Cage… también hubo tiempo para recordar al querido Otis.

Cinema Inferno (CI): ¿Cómo se dio esta colaboración con Sion Sono?

Bill Moseley (BM): La primera película que vi de él fue Tag (Riaru onigokko, 2015) y simplemente me voló la cabeza. Soy amigo de Reza Sixo Safai, uno de los escritores del guión y productor de Prisoners of the Ghostland, empezamos a hablar sobre la película, él mencionó a Sion y yo conocía Tag. Entonces comencé a ver películas como El club del suicidio (Jisatsu sakuru, 2001), que es increíble, Antiporno (Anchiporuno, 2016), Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013)… mi favorita fue Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010), pienso que es impresionante. 

Soy un gran admirador del “Asian Extreme”, de I Saw the Devil (Ang-ma-reul bo-at-da, 2010) y de las películas de (Takashi) Miike, así que el simple hecho de ver cosas nuevas me emocionó mucho. Me alegró en demasía conseguir el papel del Governor.

CI: ¿Cómo fue tu aproximación a este personaje?

BM: Todas las mañanas caminaba por la orilla del lago Biwa, el lago de agua dulce más grande de Japón. Me la pasaba repitiendo los diálogos del Governor porque tenía que explicar la complejidad del traje del personaje de Nic. Al repetir los diálogos comenzó a surgir la voz del Governor. 

Cuando hice la prueba de vestuario, una vez que tuve puesto el sombrero sentí que estaba muy cerca del personaje, pero luego me dieron los guantes rojos y me di cuenta que era la personificación de todo lo que está mal en el capitalismo: con el traje blanco pero con sangre en mis manos. Cuando entendí eso, la voz llegó porque era fanfarrón, exuberante, también loco y malvado. 

El Coronel Sanders fue una de mis inspiraciones y también el gallo Claudio, el de las caricaturas, el gallo grande con una voz fuerte, fanfarrona y sureña. 

CI: ¿Qué pensaste del Samurai Town?

BM: Que era la fusión perfecta entre Este y Oeste, esta mezcla fue una de las cosas emocionantes de estar en el set. Realmente se sentía como un pueblo del viejo y salvaje Oeste, especialmente por las calles de tierra. Obviamente era muy japonés también con todas las flores de cerezo, las hermosas geishas, los ninjas y los samuráis. Me encantó, pensé que era fantástico.

También pude visitar el set de la planta fantasma con el reloj gigante y todos los extras con vestuario salvaje. Si bien fue abrumador, me sentí como en casa.

CI: ¿Cómo fue trabajar con Nicolas Cage?

BM: Estaba muy emocionado porque soy un gran fan de Nic. Recientemente amé Color Out of Space (2019) y Mandy (2018). También me encantan muchas de sus películas viejas. 

Mi esposa, Lucinda Jenney, es actriz y trabajó con Nic en Peggy Sue Got Married (1986) –dirigida por Francis Ford Coppola–. Ambos hemos sido seguidores de Nic. 

Me ponía nervioso pensar que no le iba a gustar trabajar conmigo, mi estilo o el personaje que había elegido, pero Nic es grandioso, realmente es un tipo amigable. Pasamos el Día de Acción de Gracias en Japón y Nic nos llevó a todos, reparto y crew, a cenar. 

Nic es determinado y profesional. Así me gusta trabajar: me gusta ir por todo pero también ser puntual, saber mis diálogos. En cuestión de construir un personaje, por más extremo que parezca, Nic es maravilloso, te motiva e inspira. 

CI: ¿Qué nos puedes decir del proceso de Sono?

BM: Fue interesante, la barrera del idioma es ciertamente importante, sobre todo cuando tratas de ser muy específico sobre las emociones, los movimientos y los detalles del personaje. Mientras hacía algo, podía darme cuenta si él sonreía o aplaudía, estaba feliz. Había un traductor, si había algún problema o cambio él trataba de hacer su trabajo, pero la mayor parte del tiempo simplemente nos comunicamos por medio de sonrisas. Así lo describiría. 

CI: No hace mucho regresaste al personaje Otis. 

BM: De hecho fue un reto porque Otis era 14 años mayor y todo ese tiempo había estado en prisión, entonces la pregunta era: ¿qué tanto afectó su personalidad vivir 14 años en una celda? Sin mencionar volverse viejo. 

Esto me preocupaba y el primer día de filmación tenía un pequeño monólogo. Recuerdo estar preocupado por el diálogo, en la primera toma dije algo mal y tuvimos que cortar. Luego respiré y lo volví a intentar, me equivoqué, corte. Rob me miró como diciendo “¿qué está pasando hombre?” y le dije “dame un minuto”. Recuerdo sentarme en solitario, respirar profundamente, luego escuché una voz en mi cabeza que decía: “Bill, relájate, tengo esto bajo control, sólo quítate de mi camino”. Era la voz de Otis diciéndome “vete de aquí, señor actor que no puede recordar sus líneas y se preocupa por cómo se ve”, toda esa onda de Hollywood. En cuanto escuché esto, me quité del camino y no volví a tener problemas. 

CI: Personajes como Chop-Top y Otis siguen siendo recordados por los fans muchos años después. Pienso que el Governor es otro de tus papeles memorables. 

BM: Te lo agradezco. Realmente se trata de no intentar controlar al personaje. Leo el guión varias veces y luego dejo que el personaje surja naturalmente, sin importar qué tan loco pueda parecer. Si es un personaje pirado, siempre lo interpreto como si yo fuera la única persona cuerda en el lugar. Pienso en esa historia de Otis diciendo “quítate del camino, Bill”, si haces eso, entonces los personajes se vuelven emocionantes y reales. Creo que ese es el trabajo del actor: ¡quitarte del camino!

Prisoners of the Ghostland está en cines de EUA y VOD.

SXSW 2021: INTRODUCING, SELMA BLAIR, una inspiradora batalla personal

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Quizás haya quien recuerde a la actriz Selma Blair por su aparición en Juegos sexuales (Cruel Intentions, 1999) o Legalmente rubia (Legally Blonde, 2001). En mi caso, es por su sentida actuación como Liz Sherman en las maravillosas Hellboy (2004) y Hellboy 2: El ejército dorado (Hellboy II: The Golden Army, 2008), ambas dirigidas por Guillermo del Toro. O su interpretación al lado de Nicolas Cage en Mamá y papá (Mom and Dad, 2017), sobre unos padres que quieren asesinar a sus propios hijos. Sin embargo, en años recientes Blair se ha alejado de los sets debido a una batalla personal. Por ello, Introducing, Selma Blair (2021), documental de Rachel Fleit, es una reintroducción total a la actriz americana.

Blair fue diagnosticada en 2018 con esclerosis múltiple, enfermedad autoinmune que daña el cerebro y la médula espinal. Para aquellos que desconocen la situación –como era mi caso–, encontrarán la primera secuencia de Introducing, Selma Blair particularmente fuerte. Después de maquillarse, ponerse una suerte de turbante y bromear sobre la apropiación cultural, Blair se dispone a ser entrevistada acompañada de su perro de servicio, cuando éste se va, la discapacidad de Blair es más que evidente, casi no puede hablar. Si bien en este momento Blair logra comunicar que siente algo de vergüenza por su estado, la realidad es que a partir de hacer pública su enfermedad –vía Instagram en 2018– la actriz ha sido muy vocal, convirtiéndose en una fuente de inspiración para incontables personas. 

Al centro de Introducing, Selma Blair está una mujer de fortaleza admirable, haciendo frente a una enfermedad que la afecta física –tiene dificultad para caminar– y mentalmente. Más que un retrato convencional de la vida de Blair, la película se centra en acompañarla durante un importante tratamiento al que se sometió en 2019: un trasplante de células madre. Una alternativa, ante una enfermedad considerada incurable, compleja y desgastante, que por momentos remite al cáncer porque involucra quimioterapias. 

Quienes han seguido a Blair en Instagram saben de su apertura en estos momentos tan personales como difíciles, aunque siempre mantiene el sentido del humor. El documental sigue esa línea íntima, al tiempo que nos acerca –siempre desde la perspectiva de Blair– a las dos personas definitivas en su vida: su madre y su pequeño hijo. 

En Introducing, Selma Blair se asoma una mujer que, antes del diagnóstico, sufría ansiedad y depresión. Ligaba su infelicidad –incluidos los problemas que surgieron cuando se convirtió en mamá– a la relación conflictiva que siempre tuvo con su madre. Ahora, Blair afirma estar en paz. El amor hacia su hijo es palpable, sin duda es su principal motor para seguir. También piensa diferente sobre su madre (la señora no estaba bien de salud durante la filmación). Blair nunca esconde nada, entendemos lo complicado de lidiar con una enfermedad que, a pesar de los intentos, la seguirá de por vida. Introducing, Selma Blair va con su filosofía actual de, simplemente, tratar de ser mejor persona, ayudar e inspirar a los demás.

Sundance 2021: PRISONERS OF THE GHOSTLAND, Sono, Cage y el delirio de la redención

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

A más de 30 años de su primera película, el japonés Sion Sono se ha consolidado como un director genial, prolífico y camaleónico. Tan sólo en la década pasada, se pueden encontrar algunos de sus mejores trabajos: un hilarante homenaje al cine de guerrilla y al 35mm, con yakuzas, samuráis y artes marciales, Vamos a jugar al infierno; películas brutalmente violentas y sórdidas, Pez mortal y El romance y la culpa; dramas alusivos al desastre nuclear de Fukushima, Topo y The Land of Hope; un delirante musical de hip hop, Tokyo Tribe; y un emotivo kaiju navideño con pegajosas canciones de rock, Love & Peace.

Por otra parte, Nicolas Cage se convirtió en uno de los actores hollywoodenses más prolíficos, encontrando desde hace algunos años papeles memorables en el cine de género, que más allá de la subversión se convierten en delirios absolutos. Basta nombrar Mandy (2018) y Color Out of Space (2019) para olvidar sus numerosos trabajos por encargo. 

Teniendo en cuenta eso, Prisoners of the Ghostland (2021), la anticipada primera película en inglés de Sono con Cage como protagonista, es una locura. Una verdadera locura.

Sono ha destacado en la construcción de mundos propios. Cuando lo entrevisté en 2015 por Tokyo Tribe (2014), reveló no estar interesado en usar locaciones reales de esa ciudad, porque quería “crear todo un mundo falso”. Prisoners of the Ghostland, una de sus producciones con mayor presupuesto, no se contiene en ese apartado. Sus dos universos principales –mejor dicho, prisiones– cobran vida y son un disparate maravilloso. 

Prisoners of the Ghostland es el wéstern de Sono y su regreso al cine de samuráis, dos géneros por los que siente afección como sus contemporáneos: Takashi Miike (Sukiyaki Western Django) y Quentin Tarantino (Kill Bill, Django sin cadenas). Un grupo que comparte influencias: Sergio Leone, Ennio Morricone, Sergio Corbucci, Bruce Lee, Kinji Fukasaku, Toshiya Fujita, entre muchos otros. 

En el “viejo oeste” de Sono conviven occidente y oriente, la mística del vaquero y el samurái. De hecho, está ambientado en “Samurai Town”. El icónico sheriff es un cowboy japonés, obeso y de cabello largo, fanático de Elvis Presley. El verdadero “jefe” del pueblo, el Governor (Bill Moseley, en una actuación para el recuerdo), es un gringo con acento sureño que controla un lugar de geishas. Lo acompaña su matón preferido: el hábil samurái Yasujiro, interpretado por el mismísimo Tak Sakaguchi –el “Bruce Lee” de Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013) y reciente protagonista de Crazy Samurai Musashi (2020), el emocionante y sangriento plano secuencia basado en una idea de Sono–. 

La iconografía híbrida y estrafalaria se extiende al pueblo, prácticamente un universo alterno donde convive todo tipo de gente sin importar la edad (hay un buen número de niños). Es un choque entre lo tradicional y lo moderno: un pueblo western/oriental clásico adornado con letreros electrónicos, con interiores dignos de una estilizada película futurista. Vaya, ¡el Governor viaja en un carro moderno! Es el cinema of cool en su expresión más llamativa. 

Courtesy of Sundance Institute.

¿Quién mejor para encabezar el reparto que un histrión con el entendimiento perfecto sobre este tipo de cine? ¿Hay mejor oportunidad de lucimiento para Cage que un filme donde su personaje es descrito como “tan cool, tan badass”? 

El actor lleva un buen rato divirtiéndose a lo grande. “Personalmente encuentro extremadamente divertidas sus actuaciones estilizadas”, dijo Richard Stanley cuando lo entrevisté por la lovecraftiana Color Out of Space, “dicen que es campy y exagerado, que cómo puedes hacer una película seria pero bastante divertida. Eso es justo lo que amo de Nic, es capaz de ser gracioso y serio al mismo tiempo”. 

Cage mantiene ese estilo en Prisoners of the Ghostland, dándole vida al clásico antihéroe sin nombre, aunque a diferencia de esas figuras casi silentes del spaghetti western –Leone bebió de los samuráis de Akira Kurosawa–, Nic no se guarda nada. La película está plagada de diálogos y momentos divertidamente absurdos. Es un territorio que Sono domina: basta recordar al hilarante líder yakuza enamorado en secreto de la hija de su rival, famosa por un un jingle que el criminal sigue bailando, en Vamos a jugar al infierno

La trama de Prisoners of the Ghostland es bastante sencilla: la “nieta” del Governor, Bernice (Sofia Boutella), ha desaparecido; en realidad, era una prostituta que logró escapar de su “prisión”. El hombre sin nombre está preso en Samurai Town y podría recuperar su libertad si cumple con la misión de traer de vuelta a Bernice. 

La secuencia que expone el conflicto es un despliegue en extremo disfrutable de la iconografía alrededor del personaje de Cage. ¿El mejor ejemplo? El traje ultra tecnológico que amenaza con volar al antihéroe en pedazos si trata mal a Bernice (¿un comentario de Sono sobre la supuesta “misoginia” de su cine?), o si no cumple con la misión en el tiempo establecido por el Governor. Ok, quizá no suena tan demente, ¿qué tal si le sumamos un par de explosivos a los testículos del protagonista? Y sabemos que Sono no añadiría ese detalle si no fuera a…  ¡explotar en cualquier momento!

Prisoners of the Ghostland es la cinta post-apocalíptica madmaxiana de Sono. Un mundo en ruinas con viejos maniquíes por doquier, figura recurrente en la filmografía de Sono, como en Exte: Hair Extensions (Ekusute, 2007) y en esa retorcida escena del crimen de El romance y la culpa (Koi no tsumi, 2011). Al centro del escenario está una derruida torre coronada por un inmenso reloj, propiedad de un imperio nuclear desaparecido.  

Tras el desastre nuclear de Fukushima en 2011, Sono no ha dejado de mostrar preocupación por ello en su cine. Está Topo (Himizu, 2011) con sus personajes que lo perdieron todo y pasaron a vivir como indigentes. En The Land of Hope (Kibô no kuni, 2012), el realizador imagina que un temblor y un tsunami provocan una nueva catástrofe nuclear en otra zona de Japón. Es una dura crítica al accionar del gobierno y a la población con poca memoria, que olvida el dolor de las personas ordinarias cuya vida nunca volverá a ser igual.

En The Land of Hope, Sono pensaba en la amenaza de la radiación como algo inherente a su país. Luego, en Love & Peace (Rabu & Pîsu, 2015), usó el furor por las inminentes Olimpíadas de Tokio 2020 (que aún no suceden, claro) como reflejo de un país que ha olvidado Hiroshima, Nagasaki y Fukushima. Por algo el cineasta sigue insistiendo: la mitología de Prisoners of the Ghostland, explicada en una estilizada secuencia onírica, es otro comentario sobre dicho tema.

Prisoners of the Ghostland se nutre de un montón de vertientes. Este mundo post-apocalíptico, y su trasfondo, es un híbrido. Para evitar explotar en pedazos, el personaje de Cage debe adentrarse a una mítica tierra de fantasmas, donde habitan figuras que se distinguen por su distintiva armadura samurái; deambulan entre hombres vestidos con ropa de prisión, cuyo líder es un tipo monstruoso, antagonista a medio camino entre el terror y la explotación. 

El destino de los que cruzan la carretera de los fantasmas son las ruinas nucleares. No existe salida de este lugar, donde habita una tribu extravagante pero bienintencionada. Algunos de estos personajes –como el carismático Rat Man, un recolector de combustible fanático de los vehículos–, bien podrían habitar una aventura fantástica en una galaxia muy, muy lejana. En Prisoners of the Ghostland, Sono vuelve a poner su atención en los marginados; en niños que han crecido sin agua o aire puro, en fantasmas que terminan representando las secuelas del horror mundano, el horror nuclear.

Prisoners of the Ghostland se filmó en Japón porque Sono sufrió un infarto durante su pre-producción y, aunque el nipón no aparece entre los guionistas, el tema de la reencarnación y la redención conducen la película. El personaje de Cage es pintado inicialmente como un criminal de la peor calaña, digno del viejo oeste salvaje de Corbucci. Uno de los fantasmas que lo persiguen es un inocente niño japonés, que tuvo el infortunio de presenciar un desastroso atraco bancario en el que participaron muchos de los personajes y elementos presentes en el relato. 

Prisoners of the Ghostland sigue al hombre sin nombre hasta que se gana el derecho de aparecer como “héroe” en los créditos finales. Es una redención siempre demencial absurdamente entretenida. Cage no se detiene, ni cuando tiene que dar el discurso motivacional como el “chosen one” que hará posible lo imposible. Ésta es una película bastante violenta –aunque sin llegar al Sono más brutal, horroroso y controversial de Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010)–, hay duelos estilizados, espadazos, balazos y, por supuesto, chorros de sangre. Prisoners of the Ghostland es un delirio absoluto y una de las entregas más satisfactorias del gran Sion Sono.

JIU JITSU: Artes marciales, ciencia ficción y un toque de emotividad

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El clásico del cine de artes marciales Kickboxer (1989) cobró nueva vida en 2016 de la mano del productor y guionista Dimitri Logothetis, el hombre detrás del remake Kickboxer: Vengeance (2016). El legendario Jean-Claude Van Damme tomó el rol del mentor, mientras que el artista marcial Alain Moussi fue introducido al mundo del cine con el papel protagónico del joven que desea enfrentar al peleador de Muay Thai que le quitó la vida a su hermano en Tailandia. 

“Dimitri y yo nos conocemos desde hace 10 años, es un amigo querido”, dijo Moussi en entrevista para Cinema Inferno. “Todo comenzó con un productor contratando a un actor, yo pedía que alguien me diera la oportunidad. Eso fue lo que hizo Dimitri. La relación se ha convertido en una amistad y en una gran colaboración”, agregó. 

Logothetis, quien pasó a dirigir la secuela Kickboxer: Retaliation (2018), recordó que “originalmente encontré a Alain en Canadá, cuando estaba preparando otra película. Noté su atletismo y el hecho de que era un artista marcial experto, lo cual es el núcleo de cualquier película de artes marciales. Si para empezar no tienes a Bruce Lee, Jackie Chan, Donnie Yen o Jean-Claude Van Damme, la audiencia no acogerá la película. Jamás haría un filme de artes marciales sin tener auténticos artistas marciales como el núcleo”.

Para Jiu Jitsu (2020), su más reciente largometraje, Logothetis llamó de nuevo a Moussi. “Alain es un maestro de jiu jitsu de sexto grado, empezó a entrenar desde que tenía siete u ocho años”, afirmó el director. “Para un hombre de su edad (39), aún tiene cierta inocencia que le transmite al personaje. Creo que el niño o la niña dentro de nosotros vive a través de él, entonces tú ganas cuando él gana. Y de nuevo, Alain es un artista marcial excepcional, ¿cuántos hombres conoces de 1.85 metros, que pesen 92 kilos, y que puedan hacer acrobacias y ejecutar patadas y puñetazos como él lo hace?”, añadió.

En Jiu Jitsu, Moussi le da vida a Jake, un peleador que ha perdido por completo la memoria. Poco a poco se va revelando toda una mitología, que involucra a un alienígena (Ryan Tarran), un cometa y un portal en un templo en Myanmar. El alien visita la Tierra cada seis años, buscando pelear con los mejores exponentes del jiu jitsu, un arte marcial que él mismo trajo a nuestro planeta tiempo atrás. La película está basada en el cómic homónimo, escrito por Logothetis y Jim McGrath, e ilustrado por Greg McCrary. 

Logothetis dijo que al concebir la historia investigó “mucho sobre jiu jitsu, un arte marcial que tiene varios miles de años. Es muy difícil encontrar su origen, pudo ser Japón, Corea o incluso India. Con ese concepto en mente, la base de la historia es que este arte marcial fue traído a la Tierra por un ser de otro planeta. Lo primero fue sentarme con mi compañero (McGrath) y decirle, escribamos un cómic. Obviamente pensó que estaba loco porque hemos pasado toda nuestra vida escribiendo guiones. Pero pensé que si escribíamos el cómic iba a tener la oportunidad de visualizar la película, como un storyboard visual. Entonces lo hicimos, escribimos un cómic y así pude ver toda la película. También usé algo de ciencia real, hay un cometa que atraviesa nuestro Sistema Solar cada seis años. Elegí Myanmar por su antigüedad, en el valle de los templos hay miles de templos. Usé toda esta mitología para crear la base del filme”.

Moussi, por su parte, se sorprendió cuando Logothetis le contó la historia de la película. Luego la vio como una oportunidad para “regresar en el tiempo y presentar el jiu jitsu no como el mundo lo conoce hoy. Actualmente, en el mundo moderno, la gente conoce el jiu jitsu brasileño, pero el jiu jitsu brasileño es muy joven. El jiu jitsu tiene una tradición de miles de años, su origen se remonta muy lejos en el tiempo, a India, China o Japón. Si regresamos al origen del jiu jitsu japonés moderno, sería con los samuráis. La manera en la que funcionaba, incluso en la época de los samuráis, es que están las armas, de largo alcance. Luego las armas de combate frontal. Después la pelea cuerpo a cuerpo, que implica golpeo, sujeciones, llaves, proyecciones y sometimientos. Queríamos presentar el espectro absoluto del jiu jitsu”. 

El otro gran artista marcial que aparece en Jiu Jitsu es el tailandés Tony Jaa, a quien Logothetis admira desde hace muchos años, cuando se dio cuenta que su pequeño hijo y uno de sus amigos estaban obsesionados con “una película desconocida llamada Ong-Bak: El nuevo dragón (Ong-bak, 2003). Tan pronto la vi decidí que iba a hacer un filme de artes marciales. Por años traté de trabajar con Tony Jaa y finalmente estuvo disponible. Mi equipo para stunts es de Tailandia entonces ya habían trabajado con él”. 

Jaa es parte de la mejor secuencia de acción de Jiu Jitsu, en la cual su personaje es introducido y eventualmente pelea al lado de Moussi. Se trata de una secuencia dinámica, tiene trabajo con cámara en mano, algo de slow-motion y tomas en primera persona. Para Logothetis, “Tony Jaa es intocable. Quería crear una secuencia continúa con Tony corriendo, saltando encima de las paredes y sobre los tejados. También quería que tuviera una vibra de videojuego, por eso cambié el punto de vista. Quería que la audiencia pensara en un videojuego, pero a la mitad de la secuencia, quería que se dieran cuenta que son artistas marciales reales, logrando proezas atléticas. Traté de alejarme de los trucos, sólo tener los suficientes efectos y CGI para vender la ciencia ficción. Pero si te das cuenta, la mayoría de la película gira alrededor de las artes marciales, puedes disfrutar del atletismo de los intérpretes”. 

Jiu Jitsu se enfoca en una serie de peleas entre el alien –cuyo diseño fue influenciado por El día que la Tierra se detuvo (The Day the Earth Stood Still, 1951) y Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979)– y los diversos artistas marciales, interpretados también por actores como Frank Grillo y el mismísimo Nicolas Cage. Moussi, quien además ha trabajado como doble de acción y coordinador de stunts, se involucró bastante en la concepción de todas estas secuencias de acción: “tuvimos un equipo enorme, yo supervisé todo porque conocía la visión de Dimitri, quien confía en ti hasta en la filmación, es de mente abierta y entiende a la perfección el género de las artes marciales. También me involucré en el diseño de muchos de los stunts. Me quería asegurar que se hicieran de la mejor manera, quería ofrecer acción cohesiva y que cada uno de esos personajes tuvieran un estilo muy específico. Con Tony Jaa y el boxeo tailandés, dijimos: mantendrá todo su golpeo, pero pongamos la influencia del jiu jitsu ahí, porque el arte marcial es capaz de abarcar puñetazos, patadas, proyecciones, llaves, sometimientos. Con Frank Grillo, le daremos una daga; él es boxeador entonces sólo usa sus manos pero también realizará agarres y usará su daga como arma de corto alcance”. 

En cuanto a Nicolas Cage, su personaje –cuya conexión con el protagonista se revela cerca del final– no escatima a la hora de los combates. Logothetis destacó que Cage “ha entrenado con maestros de jiu jitsu. Está en muy buena forma, es muy atlético, entonces le fue fácil entrar en el papel. Él es quien te vende la mitología de una gran manera. Tomó inspiración de la actuación de Dennis Hopper en Apocalipsis ahora (Apocalypse Now, 1979). Filmó cerca del 80% de la acción, el 20% restante era demasiado peligroso; él estaba dispuesto a hacerlo pero en todos mis años dirigiendo acción para cine y televisión, nunca he lastimado a nadie y no iba a dejar que sucediera ahora”. 

Si bien la importancia de las escenas de acción en Jiu Jitsu es más que evidente, Moussi siempre tuvo en mente un par de consejos que le dio Jean-Claude Van Damme durante la filmación de Kickboxer: Vengeance. “Me dijo que tenía que recordar que la actuación es muy importante, es lo que cambiará el juego. La acción será grandiosa, por lo que te tienes que enfocar en tu interpretación lo más que puedas. También me dijo que los close-ups cuentan mucho, ahí es donde tienes que transmitir la emoción porque todos te están viendo. Esos fueron dos grandes consejos que me dio Jean-Claude, luego miré un par de sus películas: una vieja, Doble impacto (Double Impact, 1991), y después JCVD (2008). Entonces entendí exactamente lo que quería decirme”. 

El reto principal para Moussi en su tercera colaboración con Logothetis tuvo que ver, precisamente, con su faceta como actor, porque al final del día siempre ha sido un experto en las artes marciales. “Saber que iba a trabajar con Nic Cage definitivamente me provocó algo de miedo, porque quería estar a su altura como actor que ganó el premio Oscar. Había cierta presión. Cuando miras a Jake, en el filme debe vencer el miedo, usarlo como impulso. Eso hice. Uno de mis momentos favoritos fue la escena más emocional, cuando estoy con Nic Cage en la fogata y su personaje revela lo que nos llevó a ese punto. Recuerdo que en mi close-up, Dimitri me llamó y me dijo que iba a necesitar mucho de mí, porque era un close-up. Lo filmamos y al final, cuando dijo corte, Dimitri me volteó a ver con una sonrisa. Pensé: esto es sensacional, lo he logrado”, concluyó Moussi. 

Jiu Jitsu está disponible en VOD y en algunos cines de Estados Unidos.

MAMÁ Y PAPÁ: Brian Taylor y su retorcido thriller sobre unos padres que quieren asesinar a sus hijos

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Los directores Brian Taylor y Mark Neveldine, trabajando en equipo como Neveldine/Taylor, nos introdujeron al asesino a sueldo Chev Chelios en el díptico plagado de adrenalina y testosterona Crank: Muerte anunciada (Crank, 2006) y Crank 2: Alto voltaje (Crank: High Voltage, 2009); exploraron qué pasaría si en un videojuego controláramos a personas reales en la futurista Gamer (2009); y continuaron con la batalla entre Ghost Rider y Satanás en la secuela El Vengador Fantasma 2: Espíritu de venganza (Ghost Rider: Spirit of Vengeance, 2011). 

Eventualmente, Neveldine y Taylor dieron un paso natural y comenzaron a trabajar por separado; Neveldine fue el primero en estrenar un largometraje dirigido en solitario, Exorcismo en el Vaticano (The Vatican Tapes, 2015), mientras que la respuesta de Taylor, Mamá y papá (Mom and Dad, 2017), tuvo su premiere mundial en 2017 como parte de la sección Midnight Madness del Festival de Toronto. En entrevista con Cinema Inferno, Taylor dijo que decidió filmar esta película porque “es algo que no se ha hecho antes, siempre me emocionan cosas así, aunque en algunas ocasiones te das cuenta que hay una razón por la que nunca se han hecho. Es el riesgo que debes tomar”. 

Mamá y papá es la primera cinta de Taylor que tiene como protagonistas a personas ordinarias. Aquí no hay un matón que requiere adrenalina, o electricidad, para mantenerse con vida; tampoco un convicto cuyo cerebro es controlado a distancia por un adolescente; ni mucho menos un motociclista que ha vendido su alma al diablo. Como su título indica, Mamá y papá es sobre una madre (Selma Blair) y un padre (Nicolas Cage), quienes tienen que lidiar con un par de cuestiones por demás mundanas: la crisis de la mediana edad y el temperamento de sus dos hijos, una adolescente (Anne Winters) y un infante (Zackary Arthur). 

Al ser padre de familia, Taylor no podría conocer mejor esta situación. “Cuando procreamos y nos convertimos en padres cumplimos con nuestra razón de vida. Eso funciona muy bien en la naturaleza, si eres un pez o algo por el estilo, pero como humanos, todavía tenemos muchos propósitos de acuerdo con nuestra propia relevancia. No funciona tan bien para los humanos, entonces tenemos a un padre o madre a medias, que no siente pertenencia. Creo que es una verdad universal para cualquier padre, aunque amamos a nuestros hijos, ellos no tienen la culpa”.  

Si bien Mamá y papá muestra la nostalgia que el papá siente por su desenfrenada juventud, o a la mamá añorando los tiempos cuando su pequeña hija era su mejor amiga, muy pronto se revela el verdadero conflicto, propio del cine de género al que Taylor nos tiene acostumbrados. Existe una epidemia, de origen desconocido aunque aparentemente transmitida por las ondas del radio y la televisión, que convierte a los padres de familia en despiadados asesinos, cuyas únicas víctimas son sus propios hijos. Para Taylor, “una gran influencia fue La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968). Me encanta que no explican nada, simplemente es un fenómeno con el que tienes que lidiar como lo harías  en la vida real. Hay algunas teorías pero al final no hay una explicación, sólo te quedan los personajes y sus reacciones”. 

En ese sentido, Mamá y papá es un ejercicio en el género del terror que se desarrolla principalmente dentro de la casa de la familia, una vez que papi y mami se han contagiado y están más que dispuestos a descargar toda su ira y frustración en sus descendientes. Toda familia pasa por momentos buenos y malos, aunque en esta cinta el contraste es maximizado, sin olvidar una buena dosis de humor negro. “El cine de género toma cuestiones que son usualmente tratadas como metáforas y las hace reales. Parte de mi estilo, si es que tengo uno, es jugar con diferentes tonos. Es mi naturaleza porque siempre estoy buscando el humor negro en cualquier situación, y eso se traduce en lo que se ve en pantalla. No sé hacerlo de otra forma”, afirmó Taylor.

Finalmente, Mamá y papá tiene otra de las actuaciones desmesuradas de Nicolas Cage, quien ya había sido dirigido por Taylor en El Vengador Fantasma 2: Espíritu de venganza. Si aquella secuela nos mostró a un Johnny Blaze “en esteroides” (¡poseído pero por el espíritu de Chev Chelios!), en Mamá y papá vemos a un Cage que en un instante se puede tornar verdaderamente rabioso, arruinando cualquier intento de (falsa) delicadeza por parte del personaje de Selma Blair. En palabras de Taylor, Cage “es genial, cada día en el set es como un regalo del Dios del cine. Nunca sabes realmente lo que obtendrás, sólo que será placentero. Simplemente soy un admirador de Nic y no podría imaginarme a alguien más en esta película. La clave con él son los pequeños detalles; todos sabemos que puede actuar como demente, pero es la sutileza de su interpretación lo que para mí es más divertido”.