Entrevista con Bill Moseley, antagonista de PRISONERS OF THE GHOSTLAND

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Bill Moseley vio por primera vez Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) en Boston, Massachusetts, como parte de una función doble con Operación dragón (Enter the Dragon, 1973). “Después de ver Masacre en cadena me daba miedo la parte rural de Estados Unidos”, reveló el actor en el documental It Runs in the Family (2006), entonces, seguramente, Moseley no imaginaba que en la década siguiente sería parte integral de Masacre en el infierno (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986), única secuela en la interminable franquicia con la dirección de Tobe Hooper. Sin ser originario del sur rural, de hecho nació en Connecticut, Nueva Inglaterra, Moseley ha encarnado personajes icónicos provenientes precisamente de esta zona. Son antagonistas clásicos que han cometido algunos de los crímenes más “horrorosos y extraños en la historia americana”. 

Moseley filmó y apareció en el cortometraje cómico amateur The Texas Chainsaw Manicure, una copia de éste eventualmente llegó a las manos de Hooper, quien le dijo al actor: “si llego a hacer una secuela te tendré en cuenta”. Cuando llegó la hora de darle continuación a la película que cambió el rumbo del terror, Hooper cumplió su palabra. Moseley, en su primer papel importante, le dio vida a Chop-Top, un nuevo integrante de la familia experta en carne humana, un demente incapaz de dejar de pensar en Vietnam. Además, tiene una placa de metal en la cabeza, visible cuando su hermano Leatherface lo roza accidentalmente con la motosierra. 

Masacre en el infierno tiene una aproximación deliberadamente fársica, con guión de L.M. Kit Carson (Sin aliento, París, Texas) y un Denis Hopper glorioso con motosierras y deseos de venganza. Si bien este filme fue incomprendido en su tiempo, hoy día es genuinamente de culto. Si Chop-Top no ha vuelto a aparecer en la franquicia es por un tema de derechos. 

Moseley volvió a la franquicia hasta Masacre en Texas: Herencia maldita (Texas Chainsaw 3D, 2013), pero en el rol de Drayton Sawyer, el hermano mayor en la película original, porque esta producción ignoró el resto de secuelas. Una participación demasiado breve que no pasa de la violenta secuencia inicial cuando un grupo de texanos deciden saltarse la ley y destruir a la familia.

El cameo de Moseley en Masacre en Texas: Herencia maldita llegó cuando el actor ya había conquistado a toda una nueva generación de fieles del terror. Evidentemente influenciado por Hooper, el músico Rob Zombie debutó como cineasta con La casa de los mil cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003), presentando a otra pirada familia sureña y una historia de época que comienza a finales de los años setenta. Aquí Moseley es Otis, uno de los hermanos protagonistas, que combina a Charles Manson, Tex Watson –en la superior segunda parte, Violencia diabólica (The Devil’s Rejects, 2005), el diálogo “I’m the devil and I’m here to do the devil’s work” es una referencia ineludible– y al propio Leatherface: suele usar como máscara la cara de sus víctimas. Zombie completó la trilogía sobre la familia Firefly en 2019, con el estreno de Los 3 del infierno (3 from Hell, 2019).

De la mano del brillante y camaleónico cineasta japonés Sion Sono, Moseley ha construido otro villano para el recuerdo. En Prisoners of the Ghostland (2021), el debut en inglés de Sono, Moseley interpreta al Governor, quien controla Samurai Town, un lugar donde se conjuga oriente y occidente, los samuráis con los vaqueros, lo moderno con lo antiguo. 

Al inicio de la película el hombre sin nombre (Nicolas Cage dando otra actuación delirantemente divertida) es un prisionero en dicho pueblo. La supuesta nieta del Governor, Bernice (Sofia Boutella), escapó y si el personaje de Cage quiere volver a ser libre tendrá que encontrarla y traerla de vuelta. No sólo esto, haciendo referencia a Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), el Governor lo viste con un traje muy particular con explosivos que destrozarán al protagonista si violenta a Bernice o no cumple en tiempo con la misión. En un locura absoluta –con un criminal destinado a redimirse (Cage); el samurái y matón del Governor, Yasujiro (Tak Sakaguchi); los fantasmas de un incidente nuclear y una tribu tan extravagante como marginada–, el Governor se erige como el verdadero antagonista.

Charlé con Moseley sobre este personaje y su experiencia filmando en Japón con Sono y Cage… también hubo tiempo para recordar al querido Otis.

Cinema Inferno (CI): ¿Cómo se dio esta colaboración con Sion Sono?

Bill Moseley (BM): La primera película que vi de él fue Tag (Riaru onigokko, 2015) y simplemente me voló la cabeza. Soy amigo de Reza Sixo Safai, uno de los escritores del guión y productor de Prisoners of the Ghostland, empezamos a hablar sobre la película, él mencionó a Sion y yo conocía Tag. Entonces comencé a ver películas como El club del suicidio (Jisatsu sakuru, 2001), que es increíble, Antiporno (Anchiporuno, 2016), Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013)… mi favorita fue Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010), pienso que es impresionante. 

Soy un gran admirador del “Asian Extreme”, de I Saw the Devil (Ang-ma-reul bo-at-da, 2010) y de las películas de (Takashi) Miike, así que el simple hecho de ver cosas nuevas me emocionó mucho. Me alegró en demasía conseguir el papel del Governor.

CI: ¿Cómo fue tu aproximación a este personaje?

BM: Todas las mañanas caminaba por la orilla del lago Biwa, el lago de agua dulce más grande de Japón. Me la pasaba repitiendo los diálogos del Governor porque tenía que explicar la complejidad del traje del personaje de Nic. Al repetir los diálogos comenzó a surgir la voz del Governor. 

Cuando hice la prueba de vestuario, una vez que tuve puesto el sombrero sentí que estaba muy cerca del personaje, pero luego me dieron los guantes rojos y me di cuenta que era la personificación de todo lo que está mal en el capitalismo: con el traje blanco pero con sangre en mis manos. Cuando entendí eso, la voz llegó porque era fanfarrón, exuberante, también loco y malvado. 

El Coronel Sanders fue una de mis inspiraciones y también el gallo Claudio, el de las caricaturas, el gallo grande con una voz fuerte, fanfarrona y sureña. 

CI: ¿Qué pensaste del Samurai Town?

BM: Que era la fusión perfecta entre Este y Oeste, esta mezcla fue una de las cosas emocionantes de estar en el set. Realmente se sentía como un pueblo del viejo y salvaje Oeste, especialmente por las calles de tierra. Obviamente era muy japonés también con todas las flores de cerezo, las hermosas geishas, los ninjas y los samuráis. Me encantó, pensé que era fantástico.

También pude visitar el set de la planta fantasma con el reloj gigante y todos los extras con vestuario salvaje. Si bien fue abrumador, me sentí como en casa.

CI: ¿Cómo fue trabajar con Nicolas Cage?

BM: Estaba muy emocionado porque soy un gran fan de Nic. Recientemente amé Color Out of Space (2019) y Mandy (2018). También me encantan muchas de sus películas viejas. 

Mi esposa, Lucinda Jenney, es actriz y trabajó con Nic en Peggy Sue Got Married (1986) –dirigida por Francis Ford Coppola–. Ambos hemos sido seguidores de Nic. 

Me ponía nervioso pensar que no le iba a gustar trabajar conmigo, mi estilo o el personaje que había elegido, pero Nic es grandioso, realmente es un tipo amigable. Pasamos el Día de Acción de Gracias en Japón y Nic nos llevó a todos, reparto y crew, a cenar. 

Nic es determinado y profesional. Así me gusta trabajar: me gusta ir por todo pero también ser puntual, saber mis diálogos. En cuestión de construir un personaje, por más extremo que parezca, Nic es maravilloso, te motiva e inspira. 

CI: ¿Qué nos puedes decir del proceso de Sono?

BM: Fue interesante, la barrera del idioma es ciertamente importante, sobre todo cuando tratas de ser muy específico sobre las emociones, los movimientos y los detalles del personaje. Mientras hacía algo, podía darme cuenta si él sonreía o aplaudía, estaba feliz. Había un traductor, si había algún problema o cambio él trataba de hacer su trabajo, pero la mayor parte del tiempo simplemente nos comunicamos por medio de sonrisas. Así lo describiría. 

CI: No hace mucho regresaste al personaje Otis. 

BM: De hecho fue un reto porque Otis era 14 años mayor y todo ese tiempo había estado en prisión, entonces la pregunta era: ¿qué tanto afectó su personalidad vivir 14 años en una celda? Sin mencionar volverse viejo. 

Esto me preocupaba y el primer día de filmación tenía un pequeño monólogo. Recuerdo estar preocupado por el diálogo, en la primera toma dije algo mal y tuvimos que cortar. Luego respiré y lo volví a intentar, me equivoqué, corte. Rob me miró como diciendo “¿qué está pasando hombre?” y le dije “dame un minuto”. Recuerdo sentarme en solitario, respirar profundamente, luego escuché una voz en mi cabeza que decía: “Bill, relájate, tengo esto bajo control, sólo quítate de mi camino”. Era la voz de Otis diciéndome “vete de aquí, señor actor que no puede recordar sus líneas y se preocupa por cómo se ve”, toda esa onda de Hollywood. En cuanto escuché esto, me quité del camino y no volví a tener problemas. 

CI: Personajes como Chop-Top y Otis siguen siendo recordados por los fans muchos años después. Pienso que el Governor es otro de tus papeles memorables. 

BM: Te lo agradezco. Realmente se trata de no intentar controlar al personaje. Leo el guión varias veces y luego dejo que el personaje surja naturalmente, sin importar qué tan loco pueda parecer. Si es un personaje pirado, siempre lo interpreto como si yo fuera la única persona cuerda en el lugar. Pienso en esa historia de Otis diciendo “quítate del camino, Bill”, si haces eso, entonces los personajes se vuelven emocionantes y reales. Creo que ese es el trabajo del actor: ¡quitarte del camino!

Prisoners of the Ghostland está en cines de EUA y VOD.

Fantasia 2021: SWEETIE, YOU WON’T BELIEVE IT, una dosis de absurdo humor negro

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

La comedia kazaja Sweetie, You Won’t Believe It (Zhanym, ty ne poverish, 2020), del director Yernar Nurgaliyev, inicia con una secuencia divertida que comprueba la existencia de parejas que pelean a toda hora. Nuestro protagonista, Dastan (Danyar Alshinov), se siente asfixiado por su embarazada esposa (Assel Kaliyeva), quien no para de recriminarle cualquier cosa. Ya lo dijo el comediante Andrew Schulz: “hay ciertas actividades construidas alrededor de escapar de tu esposa”, por eso ir de pesca a un río con un par de amigos –aunque ninguno tenga experiencia pescando– parece el plan perfecto para que Dastan se relaje, de hecho poco le importa que su esposa dé a luz pronto. Obviamente, lo que está a punto de suceder con los amigos dista drásticamente de una aventura tranquila. 

La gran mayoría de personajes en Sweetie, You Won’t Believe It son unos zopencos carismáticos; por ejemplo, una de las escenas que más me hicieron reír tiene ecos de El gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998). Aquí uno de los amigos del protagonista, Murat (Yerlan Prynbetov), no quiere deshacerse de una colilla encendida por la ventanilla del carro, sino de una botella en la que acaba de orinar. Eventualmente, la botella consigue salir por la ventanilla y golpea el parabrisas de otro carro, provocando un accidente que inaugura todo el desmadre. 

Antes, conocimos al otro grupo en la trama: cuatro hermanos criminales de visita en la zona para cobrar una deuda. El líder (Almat Sakatov) se la pasa recitando refranes, otro par poco brillante no para de pelear (Rustem Zhanyamanov y Yerkebulan Dayirov), y los acompaña un gordinflón (Beckarys Akhetov) que baila chistoso y se desmaya en los momentos violentos. Luego de que el parabrisas de su coche se ensucia de orina, terminan atropellando a un perro. Uno de ellos –siempre acusado de no tener agallas para disparar– decide darle el tiro de gracia al animal, salpicando de sangre la cámara. 

Sweetie, You Won’t Believe It hace referencia a esas películas de género que se desarrollan en un ambiente rural donde los locales suelen ser creepies y dan miedo. Por ahí está un señor raro y su hija atendiendo la estación de servicio y, para hacer las cosas más extraordinarias, resulta que el dueño del perro muerto es un tuerto despiadado (Dulyga Akmolda), casi con superpoderes e indestructible, quien no descansará hasta vengar a su mascota, provocando así una serie de inminentes comparaciones que la acusarán de ser una suerte de John Wick kazaja. 

En otra gran secuencia, los protagonistas intentan pescar usando como una de las lanchas ¡las muñecas sexuales inflables que Arman (Azamat Marklenov) vende en su sex shop virtual! Arman evidencia su torpeza cuando su anzuelo le arranca el pantalón a Dastan y luego ¡el anzuelo de Murat hace lo mismo con parte de la oreja de Arman! Esta escena ridículamente hilarante lleva a los amigos a finalmente conocer a los criminales y, para su mala fortuna, ser testigos de un asesinato accidental. Ese humor absurdo ciertamente alcanza el terreno de la comedia negra con violencia explícita, bebiendo de cineastas como Quentin Tarantino –incluso hay una toma contrapicada de los criminales– y Takashi Miike, por algo no falta una mandíbula destrozada y cuerpos decapitados. 

Decidí describir algunas escenas de Sweetie, You Won’t Believe It porque, al final del día, es una comedia precisamente de momentos. El filme es disparejo, una vez familiarizados con el relajo, los deseos de venganza y la confusión, no todas las ocurrencias y giros argumentales funcionan igual. Destaca en su segunda mitad la transformación cómica –con bromas de pedos incluida– de esas secuencias clásicas y tensas de los thrillers –o del terror–, donde las potenciales víctimas tratan de esconderse del peligroso antagonista. En Sweetie, You Won’t Believe It, la amistad se refuerza tras el cúmulo de contratiempos que, como el título indica, la esposa del protagonista escuchará incrédula cuando éste intente justificar su ausencia. Algunas situaciones están entre lo más divertido de lo visto en el Fantasia International Film Festival. 

Sundance 2021: PRISONERS OF THE GHOSTLAND, Sono, Cage y el delirio de la redención

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

A más de 30 años de su primera película, el japonés Sion Sono se ha consolidado como un director genial, prolífico y camaleónico. Tan sólo en la década pasada, se pueden encontrar algunos de sus mejores trabajos: un hilarante homenaje al cine de guerrilla y al 35mm, con yakuzas, samuráis y artes marciales, Vamos a jugar al infierno; películas brutalmente violentas y sórdidas, Pez mortal y El romance y la culpa; dramas alusivos al desastre nuclear de Fukushima, Topo y The Land of Hope; un delirante musical de hip hop, Tokyo Tribe; y un emotivo kaiju navideño con pegajosas canciones de rock, Love & Peace.

Por otra parte, Nicolas Cage se convirtió en uno de los actores hollywoodenses más prolíficos, encontrando desde hace algunos años papeles memorables en el cine de género, que más allá de la subversión se convierten en delirios absolutos. Basta nombrar Mandy (2018) y Color Out of Space (2019) para olvidar sus numerosos trabajos por encargo. 

Teniendo en cuenta eso, Prisoners of the Ghostland (2021), la anticipada primera película en inglés de Sono con Cage como protagonista, es una locura. Una verdadera locura.

Sono ha destacado en la construcción de mundos propios. Cuando lo entrevisté en 2015 por Tokyo Tribe (2014), reveló no estar interesado en usar locaciones reales de esa ciudad, porque quería “crear todo un mundo falso”. Prisoners of the Ghostland, una de sus producciones con mayor presupuesto, no se contiene en ese apartado. Sus dos universos principales –mejor dicho, prisiones– cobran vida y son un disparate maravilloso. 

Prisoners of the Ghostland es el wéstern de Sono y su regreso al cine de samuráis, dos géneros por los que siente afección como sus contemporáneos: Takashi Miike (Sukiyaki Western Django) y Quentin Tarantino (Kill Bill, Django sin cadenas). Un grupo que comparte influencias: Sergio Leone, Ennio Morricone, Sergio Corbucci, Bruce Lee, Kinji Fukasaku, Toshiya Fujita, entre muchos otros. 

En el “viejo oeste” de Sono conviven occidente y oriente, la mística del vaquero y el samurái. De hecho, está ambientado en “Samurai Town”. El icónico sheriff es un cowboy japonés, obeso y de cabello largo, fanático de Elvis Presley. El verdadero “jefe” del pueblo, el Governor (Bill Moseley, en una actuación para el recuerdo), es un gringo con acento sureño que controla un lugar de geishas. Lo acompaña su matón preferido: el hábil samurái Yasujiro, interpretado por el mismísimo Tak Sakaguchi –el “Bruce Lee” de Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013) y reciente protagonista de Crazy Samurai Musashi (2020), el emocionante y sangriento plano secuencia basado en una idea de Sono–. 

La iconografía híbrida y estrafalaria se extiende al pueblo, prácticamente un universo alterno donde convive todo tipo de gente sin importar la edad (hay un buen número de niños). Es un choque entre lo tradicional y lo moderno: un pueblo western/oriental clásico adornado con letreros electrónicos, con interiores dignos de una estilizada película futurista. Vaya, ¡el Governor viaja en un carro moderno! Es el cinema of cool en su expresión más llamativa. 

Courtesy of Sundance Institute.

¿Quién mejor para encabezar el reparto que un histrión con el entendimiento perfecto sobre este tipo de cine? ¿Hay mejor oportunidad de lucimiento para Cage que un filme donde su personaje es descrito como “tan cool, tan badass”? 

El actor lleva un buen rato divirtiéndose a lo grande. “Personalmente encuentro extremadamente divertidas sus actuaciones estilizadas”, dijo Richard Stanley cuando lo entrevisté por la lovecraftiana Color Out of Space, “dicen que es campy y exagerado, que cómo puedes hacer una película seria pero bastante divertida. Eso es justo lo que amo de Nic, es capaz de ser gracioso y serio al mismo tiempo”. 

Cage mantiene ese estilo en Prisoners of the Ghostland, dándole vida al clásico antihéroe sin nombre, aunque a diferencia de esas figuras casi silentes del spaghetti western –Leone bebió de los samuráis de Akira Kurosawa–, Nic no se guarda nada. La película está plagada de diálogos y momentos divertidamente absurdos. Es un territorio que Sono domina: basta recordar al hilarante líder yakuza enamorado en secreto de la hija de su rival, famosa por un un jingle que el criminal sigue bailando, en Vamos a jugar al infierno

La trama de Prisoners of the Ghostland es bastante sencilla: la “nieta” del Governor, Bernice (Sofia Boutella), ha desaparecido; en realidad, era una prostituta que logró escapar de su “prisión”. El hombre sin nombre está preso en Samurai Town y podría recuperar su libertad si cumple con la misión de traer de vuelta a Bernice. 

La secuencia que expone el conflicto es un despliegue en extremo disfrutable de la iconografía alrededor del personaje de Cage. ¿El mejor ejemplo? El traje ultra tecnológico que amenaza con volar al antihéroe en pedazos si trata mal a Bernice (¿un comentario de Sono sobre la supuesta “misoginia” de su cine?), o si no cumple con la misión en el tiempo establecido por el Governor. Ok, quizá no suena tan demente, ¿qué tal si le sumamos un par de explosivos a los testículos del protagonista? Y sabemos que Sono no añadiría ese detalle si no fuera a…  ¡explotar en cualquier momento!

Prisoners of the Ghostland es la cinta post-apocalíptica madmaxiana de Sono. Un mundo en ruinas con viejos maniquíes por doquier, figura recurrente en la filmografía de Sono, como en Exte: Hair Extensions (Ekusute, 2007) y en esa retorcida escena del crimen de El romance y la culpa (Koi no tsumi, 2011). Al centro del escenario está una derruida torre coronada por un inmenso reloj, propiedad de un imperio nuclear desaparecido.  

Tras el desastre nuclear de Fukushima en 2011, Sono no ha dejado de mostrar preocupación por ello en su cine. Está Topo (Himizu, 2011) con sus personajes que lo perdieron todo y pasaron a vivir como indigentes. En The Land of Hope (Kibô no kuni, 2012), el realizador imagina que un temblor y un tsunami provocan una nueva catástrofe nuclear en otra zona de Japón. Es una dura crítica al accionar del gobierno y a la población con poca memoria, que olvida el dolor de las personas ordinarias cuya vida nunca volverá a ser igual.

En The Land of Hope, Sono pensaba en la amenaza de la radiación como algo inherente a su país. Luego, en Love & Peace (Rabu & Pîsu, 2015), usó el furor por las inminentes Olimpíadas de Tokio 2020 (que aún no suceden, claro) como reflejo de un país que ha olvidado Hiroshima, Nagasaki y Fukushima. Por algo el cineasta sigue insistiendo: la mitología de Prisoners of the Ghostland, explicada en una estilizada secuencia onírica, es otro comentario sobre dicho tema.

Prisoners of the Ghostland se nutre de un montón de vertientes. Este mundo post-apocalíptico, y su trasfondo, es un híbrido. Para evitar explotar en pedazos, el personaje de Cage debe adentrarse a una mítica tierra de fantasmas, donde habitan figuras que se distinguen por su distintiva armadura samurái; deambulan entre hombres vestidos con ropa de prisión, cuyo líder es un tipo monstruoso, antagonista a medio camino entre el terror y la explotación. 

El destino de los que cruzan la carretera de los fantasmas son las ruinas nucleares. No existe salida de este lugar, donde habita una tribu extravagante pero bienintencionada. Algunos de estos personajes –como el carismático Rat Man, un recolector de combustible fanático de los vehículos–, bien podrían habitar una aventura fantástica en una galaxia muy, muy lejana. En Prisoners of the Ghostland, Sono vuelve a poner su atención en los marginados; en niños que han crecido sin agua o aire puro, en fantasmas que terminan representando las secuelas del horror mundano, el horror nuclear.

Prisoners of the Ghostland se filmó en Japón porque Sono sufrió un infarto durante su pre-producción y, aunque el nipón no aparece entre los guionistas, el tema de la reencarnación y la redención conducen la película. El personaje de Cage es pintado inicialmente como un criminal de la peor calaña, digno del viejo oeste salvaje de Corbucci. Uno de los fantasmas que lo persiguen es un inocente niño japonés, que tuvo el infortunio de presenciar un desastroso atraco bancario en el que participaron muchos de los personajes y elementos presentes en el relato. 

Prisoners of the Ghostland sigue al hombre sin nombre hasta que se gana el derecho de aparecer como “héroe” en los créditos finales. Es una redención siempre demencial absurdamente entretenida. Cage no se detiene, ni cuando tiene que dar el discurso motivacional como el “chosen one” que hará posible lo imposible. Ésta es una película bastante violenta –aunque sin llegar al Sono más brutal, horroroso y controversial de Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010)–, hay duelos estilizados, espadazos, balazos y, por supuesto, chorros de sangre. Prisoners of the Ghostland es un delirio absoluto y una de las entregas más satisfactorias del gran Sion Sono.

Cannes 2019: FIRST LOVE, la película reciente más notable de Takashi Miike

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Pocos directores logran hacer de la violencia explícita algo tan gozoso y divertido como el nipón Takashi Miike. El prolífico cineasta, a tal grado que estamos ante su largometraje número 103, es uno de los maestros que dominan este arte y desde los primeros momentos de First Love (Hatsukoi, 2019) la brutal decapitación de un miembro del crimen organizado revela un toque absurdo y demencial irresistible (la edición la liga genialmente con una secuencia anterior de boxeo, mientras la cámara muestra la extraña expresión de la cabeza decapitada).

First Love nos presenta un par de tramas. Primero conocemos a una joven promesa del boxeo, Leo (Masataka Kubota), quien en una pelea se desvanece sorpresivamente arriba del cuadrilátero para después recibir una noticia crucial y trágica: su doctor le ha detectado un tumor en el cerebro que, naturalmente, lo dejará con poco tiempo de vida.

Por otra parte, Miike regresa a un territorio en el que ha navegado durante décadas: el cine de yakuzas, ahora explorando un contexto particular en el que la vieja escuela criminal añora un pasado con más honor y, donde, una vez que el jefe ha salido de prisión, una guerra contra los chinos parece inminente. Ahí Miike introduce a otro puñado de personajes y al móvil narrativo central de su cinta: un yakuza (Shota Sometan de memorable actuación), preocupado por los tiempos violentos y difíciles que vienen en su submundo, decide traicionar a los suyos y aliarse con un policía corrupto (Nao Ohmori), robar un cargamento de drogas, y así dirigirse a un futuro en prisión eventualmente pacífico, mientras yakuzas y chinos se destruyen afuera. Las víctimas del robo serán otro yakuza y su mujer, quienes a su vez son responsables de Monica (Sakurako Konishi), una jovencita que, para pagar la deuda de su ausente padre con el clan yakuza, ha tenido que prostituirse, lo cual la ha llevado también a convertirse en una adicta a las drogas que sufre de alucinaciones.

Toda esta variedad de personajes se reunirán la noche que tanto el yakuza traidor como el policía corrupto han elegido para llevar a cabo su plan maestro. Con esto como pretexto, Takashi Miike nos muestra una serie de situaciones improbables, que llevarán al boxeador a involucrarse con personas ajenas a su mundo de manera circunstancial, alterando todo el plan y comenzando a sentir algo por la inocente joven que se encuentra  secuestrada por los yakuzas y las drogas.

El resto de First Love se desarrolla en el transcurso de una sola noche en la que nada, absolutamente nada sale acorde a lo planeado y todo se torna más violento, increíble y épico. Un frenético cóctel en el que caben otros personajes, como la demente y deseosa de venganza novia (Becky Rabone) del yakuza al que le roban la droga; continuos asesinatos; una batalla entre criminales japoneses y chinos; y hasta una delirante secuencia animada, por ejemplo. Si bien a estas alturas se pudiera pensar que Miike ya le ha ofrecido todo al cine de yakuzas o de crimen en general, First Love lo muestra como un cineasta que, a sus 59 años, sigue sorprendiendo por su impredecible manera de innovar.

First Love es una colección de momentos que nos obligan a preguntarnos: ¿cómo demonios se le ocurrió esto a alguien?. En este caso un pensamiento siempre asociado por el nivel de violencia pero al mismo tiempo de comicidad, exageración y lo absurdo. Por si fuera poco, y como su título lo indica, First Love es otra muestra de que la humanidad es también una parte esencial del cine de Miike: aquí todo ese delirio ya mencionado está acompañado de una historia de amor y de un par de protagonistas entrañables, a quienes deseas ver juntos al final de la locura. First Love es, sin duda, uno de los puntos altos de la interminable filmografía de Miike.

Fantastic Fest 2018: Nicolas Pesce y su adaptación de la novela PIERCING

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Para su segundo largometraje, después de The Eyes of My Mother (2016), el joven director americano Nicolas Pesce decidió adaptar la novela Piercing, escrita por el japonés Ryu Murakami y publicada en 1994. 

La cinta del mismo nombre es protagonizada por Christopher Abbott y tiene, en definitiva, una de las secuencias iniciales más llamativas del año: Reed, el personaje de Abbott, es un hombre de familia bien educado que, de cualquier manera, está listo para matar a su propio hijo, sin embargo, su esposa lo interrumpe y su propia voz interior –proyectada a través de un bebé que habla– dice que debería asesinar a una prostituta. Rápidamente, decide continuar con este último plan, por lo que alquila una habitación y contrata a la trabajadora sexual Jackie (Mia Wasikowska), quien, para la sorpresa de Reed, resulta ser otra alma retorcida.

Piercing (2018) tuvo un par de funciones en Fantastic Fest, donde tuvimos la oportunidad de platicar con Pesce.

Cinema Inferno: ¿Por qué decidiste hacer una adaptación después de tu primer largometraje?

Nicolas Pesce: Descubrí a Murakami a través de Takashi Miike, quien dirigió Audición (Ôdishon, 1999) basada en un libro de Murakami. Así es cómo descubrí al autor, leí Piercing, me encantó, y encontré muchos elementos que realmente pensé que serían interesantes de explorar. Vi la oportunidad de hacer algo muy diferente a mi primera película. Me intrigó la idea de encontrar una historia con la que me identificaba, pero que yo no había generado, y de averiguar cómo tomar el material de origen, hacerlo mío, pero aún así tratar de permanecer fiel a su esencia.

Entonces, ¿cuál crees que era la esencia de la novela?

La esencia del libro, ante todo, es una interpretación de los thrillers sensuales americanos; en el libro es muy abierto y consciente a la hora de burlarse de Bajos instintos (Basic Instinct, 1992) y ese tipo de película. Pero debajo de eso, se trata de dos personas profundamente dañadas que piensan que quieren hacer daño pero realmente no lo hacen, y encuentran un poco de este amor extraño y retorcido, y una conexión, entre ellos. Así que es como una historia de amor pirada, ¿sabes? Esa fue realmente la esencia del libro para mí: estas dos personas dañadas que se encuentran. Estilísticamente le puse mi propio toque, pero sí, ese fue el lugar de partida.

Creo que cualquier película que comienza con un padre que intenta matar a su propio bebé, realmente te atrapa desde el principio…

Ese también es el inicio de la novela. Creo que la razón por la que te atrapa es porque creemos que como padre debes tener amor incondicional por tu hijo, pero ser padre no es necesariamente tan fácil y el personaje de la historia no puede librarse de estos pensamientos oscuros que está teniendo. Ver a alguien que se supone es el protector definitivo, ser la persona que potencialmente está poniendo en peligro al niño, es fascinante, pero también es un gran impulso para querer encontrar una manera de deshacerse de eso. El protagonista también sabe que es oscuro y no quiere ese sentimiento, por lo que la historia realmente trata sobre este hombre que intenta deshacerse de estos pensamientos, aunque no de la mejor manera: está planeando otro asesinato, pero al menos la víctima no es su hijo [risas].

Al mismo tiempo, es divertido, desde el principio con la voz del bebé y demás. El tono me recordó a Psicópata americano (American Psycho, 2000)…

Totalmente.

¿Cómo se equilibra ese tono con la historia de un psicópata?

Eso es parte de lo divertido de toda la película, tratar de hacer que esta historia realmente oscura y retorcida se sienta más divertida y juguetona, con un extraño sentido del humor. El libro tiene un sentido del humor muy extraño, pero vi muchas películas de Park Chan-wook, Bong Joon-ho y Takashi Miike, que tienen un sentido del humor negro, como si estuvieras viendo la cosa más horrible y aún así tienes una sonrisa en tu cara porque hay una punzada de alegría. Creo que gran parte del cine asiático, particularmente de género, hace cosas asombrosas de este tipo, híbridos que yuxtaponen sentimientos y emociones que no necesariamente deben ir juntas para un efecto impresionante. Me inspiraron mucho los cineastas que acabo de mencionar para intentar jugar con ese tono.

La película depende básicamente de los actores, hay pocas locaciones y sólo dos protagonistas. ¿Qué tan desafiante fue encontrar a las personas adecuadas para interpretar estos roles?

Siempre es una apuesta, especialmente en una película independiente, no tienes mucho tiempo, no tienes tiempo para ensayar. Chris, quien interpreta a Reed, era un amigo mío y, a menudo, participa en películas muy naturalistas, como un hombre ordinario. Quería darle algo que no era eso, algo totalmente diferente y que pudiera demostrar que él es más que eso. También por tener una relación personal con él, y saber que mucho de la película es sobre él, sabía que podríamos hacer ciertas cosas juntos.

Con Mia, ella entró en el proyecto poco tiempo antes de que filmáramos. Soy un admirador de su trabajo, creo que es una gran actriz, en cada película en la que participa, su estilo tan único impregna toda la película con su tono.

Lo último es esperar que los dos puedan trabajar juntos, los dos por su cuenta son grandiosos así que queda esperar a que tengan química, y creo que en ese punto dependes un poco de la suerte, ¿sabes? Fuimos afortunados porque estuvieron muy bien juntos y realmente se llevaban bien, se conectaron de inmediato y pudieron complementarse.

Ya hablaste sobre el personaje masculino, pero ¿qué pasa con el personaje masoquista femenino?

En la mayoría de las películas como esta, este tipo thrillers sexuales y psicópatas, el personaje femenino está ahí para ser una damisela en apuros, para salir desnuda o para ser asesinada de una manera realmente brutal. Esta película establece que aquí hay un tipo que quiere matar a una prostituta, por lo que piensas que la película se dirige a entregar todas esas cosas, pero no es así.

La belleza del personaje de Mia es que ella no se deja llevar por ninguno de esos clichés, no es una damisela en apuros, no deja que se aprovechen de ella, ni es asesinada; Jackie realmente es la que tiene todo el poder y la que se está divirtiendo con los juegos mentales.

Creo que el aspecto más divertido de esta película es que al inicio la audiencia tiene una expectativa muy clara de a dónde irá, y gracias a Jackie, ella te dice que no esperes nada porque no sabes de lo que es capaz, no sabes lo que hará. Eso alteró el rol femenino en este tipo de película, eso fue importante e interesante para mí.