Entrevista: Neill Blomkamp sobre DEMONIC, una mezcla de ciencia ficción y terror sobrenatural

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El primer contacto extraterrestre en Sector 9 (District 9, 2009), la potente ópera prima del sudafricano Neill Blomkamp, resulta ser diferente a lo que podríamos anticipar. Los alienígenas varados en una nave sobre el horizonte de Johannesburgo, Sudáfrica, están malnutridos, sucios y sin dirección alguna. Eventualmente su refugio temporal se convierte en un peligroso barrio, convirtiendo su presencia en una absoluta molestia para los residentes humanos de dicha ciudad. Resuenan en sus imágenes los ecos del apartheid. 

Aunque le moleste a sus críticos, Blomkamp es desde entonces un referente innegable de la ciencia ficción, conocido por construir mundos enteros que dicen mucho sobre nuestra actualidad. Su obra abarca el cine de acción con violencia explícita, el falso documental e, incluso, el terror corporal. La ciencia ficción de sus primeros tres largometrajes –Sector 9, Elysium (2013) y Chappie (2015)– se desarrolla en un entorno hostil, parte de Elysium, por ejemplo, se filmó en el Bordo de Xochiaca. Extraterrestres, robots, avanzada tecnología e inteligencia artificial habitan el imaginario de Blomkamp, donde son usados para tocar temas pertinentes como la desigualdad social, la xenofobia, el crimen urbano, la sobrepoblación, la inmigración ilegal, la contaminación ambiental y la avara corrupción del poder político/corporativo.

En los años que han pasado desde Elysium –un filme adelantado a su tiempo: imaginen la resonancia si hubiera sido estrenado con Donald Trump en el poder– y la divertida y emotiva Chappie, Blomkamp estuvo concentrado en su propio estudio: Oats Studios. Además, estrenó una serie de cortometrajes en internet –entre ellos Rakka (2017), Firebase (2017) y Zygote (2017)– con la posibilidad de convertirlos en proyectos de mayor escala. Rakka, por ejemplo, es una prueba de concepto dividida en tres partes sobre una brutal invasión alienígena y la subsecuente resistencia humana en ese mundo post-apocalíptico.

El cuarto largometraje de Blomkamp, Demonic (2021), fue anunciado sorpresivamente en diciembre de 2020, luego de una filmación sin reflectores en plena pandemia de la COVID-19. La película gira en torno a Carly (Carly Pope), una mujer atormentada por su pasado: en 1998, su madre (Nathalie Boltt) fue encarcelada por asesinar a más de 20 personas. Cuando inicia el filme Carly es contactada por un viejo amigo, Martin (Chris William Martin), quien le informa que su madre es una de las pacientes de la empresa de tecnología médica Therapol. 

Es ahí donde Blomkamp vuelve a la ciencia ficción: Carly acepta conectar su mente a la de su madre semicomatosa con la intención de ayudarla. Blomkamp nos muestra una simulación deliberadamente imperfecta, por medio de la volumetric capture: “una nueva tecnología de video tridimensional que convierte a los actores en objetos geométricos”. 

Demonic marca también su incursión en el terror sobrenatural, donde abundan las posesiones demoníacas y exorcismos. Carly sufre pesadillas recurrentes que se conectan con la realidad. La película desarrolla toda una mitología sobre un demonio y un sitio maldito que podrían alterar por completo la percepción de Carly sobre el sanguinario despliegue de violencia de su madre. 

Lo sobrenatural se cruza con el sci-fi en Demonic. Un espacio virtual construido mediante recuerdos convive con un onirismo horrífico; lo moderno (tecnología y armamento) con lo antiguo (iconografía religiosa y una vieja lanza sagrada). Demonic es una combinación de géneros que, tras esos cortos de Oats Studios, se siente como una continuación de la faceta más experimental y juguetona de Blomkamp. 

De todo esto charlamos con el director previo al estreno de Demonic en cines de Estados Unidos y VOD a partir del 20 de agosto.

Cinema Inferno (CI): Usualmente eres visto como un director de ciencia ficción pero hay horror en tu trabajo previo: terror corporal y, en algunos de tus cortos, una suerte de terror cósmico. Demonic es terror sobrenatural en su corte más clásico, aún así resulta una mezcla única de elementos. ¿Cómo fue tu aproximación?

Neill Blomkamp (NB): Me interesa mucho el terror cósmico. Definitivamente me interesa el terror corporal y está presente, sin duda, en Sector 9 y Elysium. Si bien me interesa el terror, tienes razón al decir que en Demonic juego por primera vez con elementos más tradicionales del género, como una posesión demoníaca. 

Irónicamente, el material de los Oats Studios es lo que me había llevado más cerca a hacer terror puro. Zygote, Firebase y Rakka están al borde del terror, son ciencia ficción de terror. 

Con Demonic quería ver si podía realizar mi propia película de terror autofinanciada, en la vena de Actividad paranormal (Paranormal Activity, 2007). Quería tener estos elementos clásicos del terror, una posesión demoníaca y un exorcismo, como piedra angular de la historia. 

CI: También conecto las secuencias de la simulación con tus cortos porque siento que estás experimentando y jugando más con el lado visual de tu trabajo. 

NB: Sí, creo que con un presupuesto y un estudio más grande hubieran existido muchas preocupaciones en torno a la imaginería de la volumetric capture. Simplemente es algo muy loco, el nivel de fallos técnicos y los problemas reales que conlleva. Puedes experimentar más con un presupuesto menor, me parece sensacional que haya ocurrido así porque siempre había querido usar la volumetric capture y no había tenido un canal para hacerlo. Pensé que el canal iba a ser Oats Studios, entonces empecé a hablar con compañías dedicadas a la volumetric capture sobre los elementos involucrados y lo que conlleva. Tenía que encontrar la manera, narrativamente, de incorporar esto a una estructura de largometraje, deseando que la audiencia acepte la naturaleza glitchy (con fallos técnicos). Es experimental y creo que Demonic fue el medio adecuado para hacerlo. 

CI: Cuentas con una gran colección de criaturas. Ahora añades un demonio que parece pájaro, ¿cómo lo concebiste?

NB: Fue raro, tomé inspiración durante la pandemia porque estaba mirando imágenes de las máscaras de la época de la peste en la Edad Media, ese pico largo que tienen. El pico me llevó a la imaginería del cuervo, las plumas y el pelaje negro. Simplemente lo escribí y luego le di mi escrito a Eve Ventrue, una artista conceptual con la que me encanta trabajar. Ella me regresó una imagen que es básicamente el diseño final que está en la película. Cuando la vi inmediatamente pensé “amo a esta criatura”. Construimos el traje de dos metros de la criatura, con un pico animatrónico. Pensé que era posible que a la audiencia no le guste el pico y el look en general, pero la verdad no me importó, simplemente quería ver a esta criatura. 

CI: Creo que no había visto antes en el terror sobrenatural a exorcistas con alta tecnología. Lo disfruté bastante. 

NB: Es uno de mis elementos favoritos. Cuando empezó la pandemia quise hacer un filme de bajo presupuesto, saqué un montón de ideas que tenía archivadas en mi cabeza y las junté en la película. Una idea que siempre había tenido: ¿qué pasaría si los asesinos masivos en la historia que son líderes políticos, como Stalin, hubieran estado poseídos por un demonio? Si la posesión hubiera provocado lo que sucedió en la historia, el Vaticano necesitaría una unidad masiva y bien financiada para poder lidiar con alguien a esa escala, para poder exorcizar a alguien así. Si se hacen otras películas en el mundo de Demonic, podrías aumentar la escala, podría ser una cuestión casi geopolítica, podrías llevar una posesión demoníaca al terreno de la política. Para esta película, que es más pequeña e íntima, se acomodó con la idea de adquirir compañías tecnológicas que están experimentando con la realidad virtual para personas en coma o situaciones médicas en las que su mente está activa pero no así su cuerpo. Simplemente jugué con esta idea. 

CI: La emotividad y los lazos familiares están presentes en tu trabajo desde Sector 9. Demonic es sobre la relación problemática entre una madre y su hija. ¿Qué te inspiró?

NB: Necesitaba un motor emotivo para conducir la historia. Pensé que una relación entre madre e hija sería interesante. Me encanta la idea de que el demonio esencialmente se ha apoderado de la mamá y la ha hecho hacer cosas, de una manera que Carly malentiende. Siempre estás tratando de obtener una reacción emocional de la audiencia entonces espero que la resolución del tercer acto, con Carly y su mamá, sea emotiva, en medio de algo que está diseñado para sentirse como una película de terror. Quería siempre tener mi ojo puesto en las emociones de los personajes, sin importar en qué parte del filme nos encontrábamos. 

CI: En el terror de ciencia ficción, sé que la franquicia de Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) es muy importante para ti. En cuanto a terror sobrenatural, ¿tienes alguna película favorita?

NB: La verdad es que nunca me interesé tanto por el terror sobrenatural. Me gusta El exorcista (The Exorcist, 1973) y amo El resplandor (The Shining, 1980), pero me es difícil mencionar otros filmes de terror que realmente tuvieron un gran impacto en mí. Considero que Alien, el octavo pasajero es tan de terror como de ciencia ficción, esa película me impactó enormemente. Rakka es terror de ciencia ficción, por ejemplo, me encanta estar en esa zona. 

El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, 1999) y Actividad paranormal inspiraron Demonic, aunque más porque sus respectivos cineastas tuvieron que financiar esas películas ellos mismos, era lo más inteligente dadas las circunstancias. Cuando la industria del cine estaba detenida por la pandemia, dije “bueno, bien podría filmar algo como Actividad paranormal”, y eso hice.

LUZ, LA FLOR DEL MAL: La coexistencia del bien y el mal

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

“Los temas religiosos realmente subrayan mucho del terror, está la duda si existe alguna fuerza opuesta, alguna fuerza adversaria que podría llamarse satánica, dentro de las religiones tradicionales, y algún ser que representa esa fuerza. Se podría decir que el terror, como género, es religioso por naturaleza”.

Estas palabras de Mitch Horowitz, a quien entrevisté por la serie Cursed Films (2019), resuenan profundamente en todo folk horror, subgénero que ha gozado de un renacer en años recientes. Quizás no haya un filme de terror estrenado la década pasada cuya influencia inmediata sea mayor que la de La bruja (The VVitch: A New-England Folktale, 2015), ópera prima de Robert Eggers. El western de terror The Pale Door (2020), por ejemplo, se originó luego de que Universal pidió al director Aaron B. Koontz pitchar una película de brujas ante el éxito de Eggers. Y aunque ese pitch fue rechazado por Universal, confirma la influencia del filme.

Siguiendo esa idea, me atrevería a decir que la producción de Luz, La flor del mal (Luz, 2019), ópera prima del colombiano Juan Diego Escobar Alzate, también es, en cierto modo, provocada por la notoriedad de La bruja

Uno de los temas explorados por La bruja y clásicos más allá del folk horror –como El exorcista (The Exorcist, 1973)– son las dudas en torno a la fe. En Luz, La flor del mal seguimos a una comunidad rural liderada por un predicador, conocido simplemente como El Señor (Conrado Osorio). Este patriarca ha insistido durante un par de años, desde la muerte de su esposa Luz, que el Mesías llegará a estas tierras como signo inequívoco de una nueva, floreciente y milagrosa era. No obstante, varios supuestos Mesías han sido desacreditados y enterrados, la comunidad y sus propias hijas (quienes supuestamente son ángeles) no pueden evitar dudar de las predicciones de El Señor. 

Luz, La flor del mal está plagada de composiciones verdaderamente hermosas –su colorida fotografía está más cercana a Midsommar: El terror no espera la noche (Midsommar, 2019) que a La bruja, aunque tiene cierto dejo de cuento de hadas y hace énfasis en cielos estrellados–, pero mucho de lo que vemos no podría ser más horrible. Durante la primera parte del metraje se hace evidente que la fe de El Señor lo ha convertido en un monstruo mundano, capaz de cometer atrocidades.

Parece ser una pista sobre el posible conflicto de la película, de hecho, la primera interacción entre el patriarca y su única hija biológica, Laila (Andrea Esquivel), sugiere un abrir de ojos en la joven. Ella encontró una casetera en el bosque que rodea su hogar, ahí donde podría merodear esa “fuerza” opuesta. Sin embargo, su padre le advierte: la música es una señal del diablo disfrazada de algo bello. Laila y sus “hermanas”, Uma (Yuri Vargas) y Zion (Sharon Guzmán), ni siquiera conocen el concepto de música, están tan aisladas e influenciadas por El Señor, que su única conexión es una caja musical cuyo sonido era referido por su difunta madre como angelical. El Señor se queda con la casetera pero Laila guarda en secreto uno de los casetes. Ella duda, no está segura de su padre, quizá la música no sea algo del diablo sino simplemente música. 

Luz, La flor del mal cuestiona de diversas maneras las creencias de El Señor (“los ángeles no sangran”, dice el interés romántico de Uma tras un intento de relación sexual; el nuevo Mesías tiene frío como cualquier otro niño ordinario…), o coquetea con que sus sermones tendrán un efecto contrario (cuando un viejo de la comunidad amenaza con dispararle a Laila porque es “el diablo disfrazado”), luego aborda un terror que se suele ligar a lo sobrenatural o demoníaco (cabra incluida, aunque blanca). 

El concepto podría reducirse a: no hay bien sin mal, ni mal sin bien. Como en La bruja, la familia protagonista de Luz, La flor del mal se va consumiendo. Hay un desconcierto general, que se transmite a la audiencia (incluyendo voces en off más cercanas a la reflexión poética) y que, sin duda, no será para todos. Es en esta confusión, por llamarla de algún modo, donde radica la clave de este filme: la familia, sobre todo El Señor, se pierde en el horror y en la subsecuente duda, esperando el milagro –representado por un árbol, ubicado sobre el terreno donde está enterrada Luz, que debe volver a florecer–, olvidando que el bien y mal coexisten.

Luz, La flor del mal está disponible en Shudder.

LEAP OF FAITH: EL EXORCISTA según William Friedkin

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El legado de El exorcista (The Exorcist, 1973), dirigida por William Friedkin, es verdaderamente inmenso. Por ejemplo, la saga de terror más popular de nuestros días, iniciada por El conjuro (The Conjuring, 2013), le debe todo. Sin embargo, el impacto de la película va más allá de la pantalla. 

Cuando entrevisté al escritor ocultista Mitch Horowitz, con motivo del estreno en Blu-ray de la serie documental Cursed Films (2019), comentó que “la mayor parte de la gente en Estados Unidos y en Latinoamérica perciben un exorcismo o una posesión demoníaca con base en lo que experimentaron gracias a esa película. Aún si no la han visto, las ideas de la película han sido tan influyentes que quienes hablan de exorcismos probablemente están formando su punto de vista a partir del filme. Si El exorcista nunca se hubiera hecho, es probable que el término sólo sería conocido y usado por unos cuantos. Si viajas en el tiempo a los años sesenta y buscas el término exorcista, la mayoría de la gente no sabría de qué estás hablando. Y, sin embargo, hoy todos lo saben y la gente siente una necesidad por los exorcismos, a tal grado que la Iglesia católica está dando licencias para ejecutarlos correctamente, en cantidades sin precedentes”.

A estas alturas, 47 años después de su estreno en cines y a 20 del lanzamiento del corte extendido, no hay mucho más que decir de El exorcista. Así que Alexandre O. Philippe, director del documental Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist (2019), decidió enfocarse en filmar una serie de entrevistas uno a uno con el también responsable de Contacto en Francia (The French Connection, 1971) y El salario del miedo (Sorcerer, 1977). 

Philippe, en entrevista para Cinema Inferno, contó que comenzó a interesarse mucho “en el proceso de Friedkin como cineasta” y que “quería hacer un filme sobre El exorcista por medio de la música, el arte y las influencias de Friedkin. También de su aproximación a la vida, de su filosofía como hombre y cineasta. Para mí el documental es esencialmente El exorcista según William Friedkin. De hecho, él me ofreció hablar con Linda Blair, Max von Sydow, Ellen Burstyn, etc. Le dije que sería un honor pero que no era ese tipo de documental, que se trataba de él. Me da gusto que resistí la tentación. Quería usar el modelo de Hitchcock/Truffaut, pero en lugar de explorar su filmografía cronológicamente, decidí enfocar las entrevistas específicamente en El exorcista para diseccionarla secuencia por secuencia, escena por escena, toma por toma, técnica por técnica. Un clavado profundo a su proceso como cineasta”. 

Escuchar a Friedkin por 100 minutos es una experiencia enriquecedora. Estamos ante un autor que, como varios de sus contemporáneos durante la era del Nuevo Hollywood, construyó sus producciones minuciosamente, capa por capa. Su visión nunca estuvo comprometida a pesar de que El exorcista emergió del sistema de estudios. No sólo desafió a los ejecutivos de Warner Bros. (insistió en castear al desconocido Jason Miller en el vital rol del padre Carras, por ejemplo), también al propio guionista y escritor del libro original, su buen amigo William Peter Blatty. Friedkin fue quien insistió, entre otras cosas, en añadir al guión el prólogo del libro que se desarrolla en Iraq, estableciendo así el tono del filme. Buscando el score adecuado, que no opacara el detallado y experimental diseño sonoro, Friedkin rechazó las propuestas de grandes como Bernard Herrmann y su amigo Lalo Schifrin (con quien nunca volvió a hablar). 

Está claro que Friedkin es un cineasta visionario y atrevido, que toma referencias precisas: Orson Welles, Carl Theodor Dreyer, Alain Resnais, Alfred Hitchcock, técnicas del cine documental, pintores como René Magritte, Rembrandt y Caravaggio, la fotografía de Henri Cartier-Bresson y todos los compositores de la música, están presentes de alguna manera en El exorcista. Friedkin, asimismo, se refiere a muchas de sus decisiones como la “seguridad del sonámbulo” (término usado por Fritz Lang, a quien Friedkin entrevistó notoriamente en 1975): cuando crees firmemente que cada decisión que tomas es correcta y no cuestionas tu instinto. Friedkin tiene fascinación por los “misterios de la fe y del destino”, cree que muchos de los elementos hoy venerados de El exorcista fueron “regalos de Dios”. 

Friedkin es, para Philippe, “un erudito, puedes hablar con él sobre arte, literatura, historia, música. Sabe mucho de una gran variedad de temas, es impresionante. Pero también reconoce que el conocimiento que llevas a la creación de tu propio arte, no es necesariamente algo en lo que debas pensar conscientemente. Tienes que confiar que lo que ingieres, cualquier influencia, idea o imagen, tendrá efecto en lo que le das al mundo, si simplemente lo dejas fluir. Ese es su proceso. Cuando menciona que no piensa mucho, que confía en su instinto o que no piensa en el significado de ciertas imágenes, está diciendo la verdad. Tampoco quiere decir que sólo tira cosas a la pantalla deseando que tengan cohesión. Funciona porque tiene resonancia con él, y tiene esa resonancia por el conocimiento que tiene. Friedkin no emerge del vacío, es un estudiante del oficio, del arte, de la música. Cuando todas esas influencias llegan a su arte, no lo cuestiona. Es una manera de trabajar notable”.

Basta mirar la entrevista con Friedkin conducida por Nicolas Winding Refn, difundida profusamente en redes sociales, para notar su brutal honestidad y fuerte carácter. Al indagar en las legendarias historias del making-of de El exorcista, siempre llama la atención los métodos singulares que usó (disparar un arma de fuego o golpear a un actor para capturar reacciones genuinas) y que actualmente serían condenados. 

Al cuestionar a Philippe si tuvo algún problema con Friedkin, el documentalista reveló: “fue un proceso muy orgánico, no pudo ser más fácil. Surgió de un encuentro con Friedkin en el Festival de Sitges, me invitó a su mesa, luego a almorzar en Los Ángeles. Sé que es raro, he escuchado las historias, he visto las entrevistas. Mucha gente me ha preguntado si fue difícil o aterrador trabajar con él, pero es el tipo más dulce, ha sido amable, abierto y divertido”.

Además de considerar la experiencia de filmar Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist como una “clase magistral privada, mejor que la escuela de cine”, Philippe destacó la calidad humana de Friedkin:

“Básicamente se ha convertido en un mentor. Obviamente lo admiro como cineasta, desde siempre ha sido uno de mis héroes, pero lo mejor son las lecciones de vida que me ha dado como resultado de las conversaciones. Cuando habla de la fe y el destino, de las notas de gracia, son ideas que son parte tanto de su proceso como de su personalidad, de cómo ve la vida. Las notas de gracia, es la idea de poner atención a las cosas pequeñas que nos rodean. Los momentos más inesperados y hermosos pueden surgir de ahí. Siempre le había prestado atención a los detalles, cuando Friedkin lo dijo me hizo sentido inmediatamente. Desde las entrevistas le he puesto aún más atención a las notas de gracia, que están en todos lados, cualquier día. Friedkin dice que la vida es un regalo y si no te tomas un momento para apreciar esto, entonces ¿qué estás haciendo?”

Leap of Faith: William Friedkin on The Exorcist está disponible en Shudder.

MENÉNDEZ: EL DÍA DEL SEÑOR: Un violento y delirante exorcismo

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En Menéndez Parte 1: El día del Señor (2020), del catalán Santiago Alvarado Ilarri, un “sacerdote maldito” (interpretado por Juli Fàbregas) vive marcado por el pasado, gracias a un exorcismo fatal que lo llevó a la cárcel. Tras su liberación, se ha convertido en un alcohólico solitario que sufre de pesadillas vívidas y sin ganas de retornar a su oficio. Sin embargo, todo cambia cuando es visitado por un viejo conocido: Sebas (Héctor Illanes), un delincuente y drogadicto reformado. 

Illanes afirmó, en entrevista para Cinema Inferno, que Sebas “es un gran personaje. Es otra concepción, otro registro completamente distinto a lo que se propone en Feral (2018), ahora ya no soy el cura. Hice una creación desde el punto de vista teatral. El proceso de creación fue desde la perspectiva vivencial de qué haría yo, Héctor, si fuera Sebas. A partir de ahí construí el yo mágico, imaginarme y sustentar lo que podría pasar con un personaje así. Tomé referencias de estos Sebas que he conocido a lo largo de mi vida, de repente el tío o el vecino medio lacra y chaca con el que compartiste muchos años, el gandalla de la escuela, tu compañerito de la secundaria que ahorita está en el reclusorio con una pena de 20 años. Hice un trabajo muy cercano con Santiago Alvarado, es un director que sabe escuchar y que tiene mucha claridad con lo que quería. Además me dejó proponer, me dio toda la libertad de construir el personaje, de proponer diversas situaciones, formas de comportarse y de hablar: hay un dejo de un tono chilango, no venía explicado en el guión pero yo quería darle eso. Fue un desgaste físico muy exigente”.

Sebas es padre de una adolescente, Raquel (Ximena Romo), a quien evidentemente ama. Al inicio del filme, cuando se reencuentra con el sacerdote que lo ayudó a enmendar su camino, se nota desesperado: jura que su hija ha sido poseída por un demonio. Su última esperanza es que el reticente Menéndez regrese al ruedo y lleve a cabo un exorcismo para salvar a Raquel. 

Por su puesto que Menéndez Parte 1: El día del Señor es parte de un subgénero del terror con una larga tradición. “Siempre quise ver El exorcista (The Exorcist, 1973) en el cine, era un niño cuando se estrenó en México y no podía verla. Recuerdo reportajes de que la gente hacía filas para entrar al cine, que había hasta paros cardíacos. De verdad yo quería verla y no podía. Muchos años después la vi en un Beta, luego VHS y la vez que la reestrenaron en cines con las nuevas secuencias, fue un sueño cumplido apreciar El exorcista en pantalla grande”, recordó Illanes.

“Independientemente de que sí tenga efectos visuales, sonoros y una gran producción de Sula Films, Menéndez Parte 1: El día del Señor apuesta mucho hacia ese cine con base en los actores. Podrá o no haber efectos pero los actores son la base y el hilo conductor de lo que realmente sucede. Es uno de los grandes aciertos, que apuesta por las actuaciones y el desarrollo de los personajes. La interpretación te va a dar todo lo demás”, añadió.

Más allá de que una parte importante del metraje depende, en efecto, de la peculiar tensión que se crea a partir de la interacción entre Fàbregas y Romo, Menéndez Parte 1: El día del Señor siempre se dirige al clímax clásico del cine de exorcismos. El sacerdote protagonista tiene un método muy particular para enfrentar a los demonios, con base en la violencia extrema. Son ecos del llamado torture porn. No obstante, la película mezcla constantemente tonos, con el Sebas de Illanes siendo fundamental para un irresistible toque cómico que lleva a los momentos más delirantes. 

“De Sebas me gustó ese humor, que es muy mexicano. Puede que literalmente te esté llevando el diablo, sin embargo, el mexicano siempre saca el chiste, esta picardía. Llegar al tono exacto de ese humor negro y acidez fue de lo más difícil. Pude ver la película en cine y le doy la razón a Santiago, quien decía que tenemos una película llena de mala leche. Te juro que estaba incómodo, me retorcí en el asiento pero también me estaba riendo y a punto de llorar. Ya cuando concluye lo primero que pienso es que sí está fuertecita [risas]. Es atractiva porque no puedes dejar de verla pero sí es fuerte. Hay unas escenas muy fuertes que tengo con Ximena Romo y ella fue de lo más profesional y generosa, siempre estábamos ahí uno para el otro”, reveló Illanes.

Con momentos de terror, violencia, sexo y humor por igual, Menéndez Parte 1: El día del Señor “definitivamente molestará a las buenas conciencias”, comentó Illanes, “es algo bueno porque lo estamos viendo ahora, que molestar a las buenas conciencias también trae muchas cosas positivas. Lo cierto es que somos bien doble moral, mientras más escándalo y más morbo, ahí vamos. Sobre todo esta secuencia (el clímax) es un golpe a la moral, es transgresiva, disruptiva y te incomoda”. 

El plan del director/escritor Alvarado Ilarri y del co-guionista Ramón Salas es que Menéndez Parte 1: El día del Señor sea apenas el inicio de una trilogía. Al preguntarle sobre el futuro cercano, Illanes dijo lo siguiente: “Santiago Alvarado escribe esta historia junto con Ramón Salas, ambos catalanes. Salas es un artista de cómics, creo que esta película tiene mucho de cómic. Cuando ellos escriben la historia, desde la primera palabra sabían que se iba a tratar de una trilogía. Antes de empezar a rodar la primera parte ya tenían escrita la segunda; todavía no tienen escrita la tercera. No sé de qué va, yo me muero de ganas por saber. Seguiremos las aventuras de Menéndez pero quisiera saber más, porque me enamoré del proyecto y de la mística de trabajo en el set. Estoy cruzando los dedos para que explote”.

Menéndez Parte 1: El día del Señor está disponible a partir de hoy, 30 de octubre, en Netflix.

Nightstream 2020: ANYTHING FOR JACKSON, luto y caos demoníaco

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El duelo es uno de los temas recurrentes del cine de terror. No es coincidencia que dos de los cineastas contemporáneos más aclamados del género lo hayan explorado en más de una ocasión. La australiana Jennifer Kent lo hizo en su ópera prima The Babadook (2014) y The Nightingale (2018), un brutal filme de venganza basado en la pérdida. Por su parte, el americano Ari Aster tocó el asunto en El legado del diablo (Hereditary, 2018) y Midsommar: El terror no espera la noche (Midsommar, 2019), filmes construidos alrededor de una tragedia familiar.

Anything for Jackson (2020), de Justin G. Dyck, es otra película sobre una desgracia y el dolor consecuente de una familia. Se conecta con The Babadook y El legado del diablo mediante un accidente automovilístico funesto: la hija de los protagonistas iba conduciendo y la víctima fue su nieto, Jackson (Daxton William Lund). Eventualmente, incapaz de soportar la realidad, la hija discapacitada se quitó la vida. En el presente, los abuelos Audrey (Sheila McCarthy) y Henry (Julian Richings) están dispuestos a hacer cualquier cosa para revivir a Jackson, de ahí el título, incluso si está ligado a un rito satánico y un horrendo crimen. 

Anything for Jackson presenta una peculiar dinámica al poner a esta pareja de ancianos en una de las tramas por excelencia del terror. Resulta ameno verlos lidiar con cuestiones que parecen salidas de El despertar del diablo (The Evil Dead, 1981), en específico un libro antiguo sobre ocultismo, ritos, conjuros y demonios. Tampoco nos equivoquemos, los viejos podrán mantener su amabilidad pero desde el inicio está claro que han entrado en territorio criminal, el “ritual negro” que en teoría les devolverá a su nieto los lleva a secuestrar a una inocente embarazada (Konstantina Mantelos), una paciente de Henry. Existe un sentimiento de esperanza genuino tras el luto y la desesperación de los abuelos. También es evidente la crueldad hacia su víctima. Algunos flashbacks hacen énfasis en esto, mostrando la evolución de un embarazo inicialmente no deseado, a la total ilusión de una futura madre (y víctima). 

Anything for Jackson está anclada en el terror sobrenatural. Hay ecos de El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968): una pareja de ancianos, conectados a un culto satánico (aunque aquí todo es estrictamente “por Jackson”), que ven en el embarazo de una mujer su medio perfecto para lograr su retorcido objetivo. No quieren que nazca el hijo del diablo, desean que el fantasma de su nieto Jackson se apodere del feto en el vientre para poder renacer. Anything for Jackson sigue la tradición de El exorcista (The Exorcist, 1973) y filmes subsecuentes cuyo peso recae en buena medida en la realización de un ritual, incluso tenemos al personaje arquetipo del experto en lo paranormal que es equivalente a un exorcista (Josh Cruddas interpreta a un cultista, y fan del metal, que tiene agenda propia). 

La película sigue un desarrollo clásico: ¿cuantas veces hemos visto que los protagonistas terminan abriendo un portal terrorífico y sucumbiendo ante un poder mayor? Incluso, al desarrollarse prácticamente en una sola locación, el hogar de los abuelos, tiene similitudes con la típica historia de la “casa embrujada”. 

El filme no deja de ofrecer una ejecución generalmente creepy, cuyos mejores y más desquiciados momentos exacerban y en ocasiones mezclan las inquietudes mundanas (una detective busca a la chica desaparecida y la coartada de los viejos no es perfecta, un tipo local insiste en remover la nieve de la casa) y sobrenaturales (varios fantasmas que atormentan y juegan con la mente de los personajes) tras haberse involucrado con un rito demoníaco. En Anything for Jackson las motivaciones humanas están claras, pero se termina apostando por un caos absoluto. Sin un final contundente, se siente algo truncado, resaltan esas imágenes piradas.