Entrevista con Bill Moseley, antagonista de PRISONERS OF THE GHOSTLAND

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Bill Moseley vio por primera vez Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) en Boston, Massachusetts, como parte de una función doble con Operación dragón (Enter the Dragon, 1973). “Después de ver Masacre en cadena me daba miedo la parte rural de Estados Unidos”, reveló el actor en el documental It Runs in the Family (2006), entonces, seguramente, Moseley no imaginaba que en la década siguiente sería parte integral de Masacre en el infierno (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986), única secuela en la interminable franquicia con la dirección de Tobe Hooper. Sin ser originario del sur rural, de hecho nació en Connecticut, Nueva Inglaterra, Moseley ha encarnado personajes icónicos provenientes precisamente de esta zona. Son antagonistas clásicos que han cometido algunos de los crímenes más “horrorosos y extraños en la historia americana”. 

Moseley filmó y apareció en el cortometraje cómico amateur The Texas Chainsaw Manicure, una copia de éste eventualmente llegó a las manos de Hooper, quien le dijo al actor: “si llego a hacer una secuela te tendré en cuenta”. Cuando llegó la hora de darle continuación a la película que cambió el rumbo del terror, Hooper cumplió su palabra. Moseley, en su primer papel importante, le dio vida a Chop-Top, un nuevo integrante de la familia experta en carne humana, un demente incapaz de dejar de pensar en Vietnam. Además, tiene una placa de metal en la cabeza, visible cuando su hermano Leatherface lo roza accidentalmente con la motosierra. 

Masacre en el infierno tiene una aproximación deliberadamente fársica, con guión de L.M. Kit Carson (Sin aliento, París, Texas) y un Denis Hopper glorioso con motosierras y deseos de venganza. Si bien este filme fue incomprendido en su tiempo, hoy día es genuinamente de culto. Si Chop-Top no ha vuelto a aparecer en la franquicia es por un tema de derechos. 

Moseley volvió a la franquicia hasta Masacre en Texas: Herencia maldita (Texas Chainsaw 3D, 2013), pero en el rol de Drayton Sawyer, el hermano mayor en la película original, porque esta producción ignoró el resto de secuelas. Una participación demasiado breve que no pasa de la violenta secuencia inicial cuando un grupo de texanos deciden saltarse la ley y destruir a la familia.

El cameo de Moseley en Masacre en Texas: Herencia maldita llegó cuando el actor ya había conquistado a toda una nueva generación de fieles del terror. Evidentemente influenciado por Hooper, el músico Rob Zombie debutó como cineasta con La casa de los mil cuerpos (House of 1000 Corpses, 2003), presentando a otra pirada familia sureña y una historia de época que comienza a finales de los años setenta. Aquí Moseley es Otis, uno de los hermanos protagonistas, que combina a Charles Manson, Tex Watson –en la superior segunda parte, Violencia diabólica (The Devil’s Rejects, 2005), el diálogo “I’m the devil and I’m here to do the devil’s work” es una referencia ineludible– y al propio Leatherface: suele usar como máscara la cara de sus víctimas. Zombie completó la trilogía sobre la familia Firefly en 2019, con el estreno de Los 3 del infierno (3 from Hell, 2019).

De la mano del brillante y camaleónico cineasta japonés Sion Sono, Moseley ha construido otro villano para el recuerdo. En Prisoners of the Ghostland (2021), el debut en inglés de Sono, Moseley interpreta al Governor, quien controla Samurai Town, un lugar donde se conjuga oriente y occidente, los samuráis con los vaqueros, lo moderno con lo antiguo. 

Al inicio de la película el hombre sin nombre (Nicolas Cage dando otra actuación delirantemente divertida) es un prisionero en dicho pueblo. La supuesta nieta del Governor, Bernice (Sofia Boutella), escapó y si el personaje de Cage quiere volver a ser libre tendrá que encontrarla y traerla de vuelta. No sólo esto, haciendo referencia a Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), el Governor lo viste con un traje muy particular con explosivos que destrozarán al protagonista si violenta a Bernice o no cumple en tiempo con la misión. En un locura absoluta –con un criminal destinado a redimirse (Cage); el samurái y matón del Governor, Yasujiro (Tak Sakaguchi); los fantasmas de un incidente nuclear y una tribu tan extravagante como marginada–, el Governor se erige como el verdadero antagonista.

Charlé con Moseley sobre este personaje y su experiencia filmando en Japón con Sono y Cage… también hubo tiempo para recordar al querido Otis.

Cinema Inferno (CI): ¿Cómo se dio esta colaboración con Sion Sono?

Bill Moseley (BM): La primera película que vi de él fue Tag (Riaru onigokko, 2015) y simplemente me voló la cabeza. Soy amigo de Reza Sixo Safai, uno de los escritores del guión y productor de Prisoners of the Ghostland, empezamos a hablar sobre la película, él mencionó a Sion y yo conocía Tag. Entonces comencé a ver películas como El club del suicidio (Jisatsu sakuru, 2001), que es increíble, Antiporno (Anchiporuno, 2016), Vamos a jugar al infierno (Jigoku de naze warui, 2013)… mi favorita fue Pez mortal (Tsumetai nettaigyo, 2010), pienso que es impresionante. 

Soy un gran admirador del “Asian Extreme”, de I Saw the Devil (Ang-ma-reul bo-at-da, 2010) y de las películas de (Takashi) Miike, así que el simple hecho de ver cosas nuevas me emocionó mucho. Me alegró en demasía conseguir el papel del Governor.

CI: ¿Cómo fue tu aproximación a este personaje?

BM: Todas las mañanas caminaba por la orilla del lago Biwa, el lago de agua dulce más grande de Japón. Me la pasaba repitiendo los diálogos del Governor porque tenía que explicar la complejidad del traje del personaje de Nic. Al repetir los diálogos comenzó a surgir la voz del Governor. 

Cuando hice la prueba de vestuario, una vez que tuve puesto el sombrero sentí que estaba muy cerca del personaje, pero luego me dieron los guantes rojos y me di cuenta que era la personificación de todo lo que está mal en el capitalismo: con el traje blanco pero con sangre en mis manos. Cuando entendí eso, la voz llegó porque era fanfarrón, exuberante, también loco y malvado. 

El Coronel Sanders fue una de mis inspiraciones y también el gallo Claudio, el de las caricaturas, el gallo grande con una voz fuerte, fanfarrona y sureña. 

CI: ¿Qué pensaste del Samurai Town?

BM: Que era la fusión perfecta entre Este y Oeste, esta mezcla fue una de las cosas emocionantes de estar en el set. Realmente se sentía como un pueblo del viejo y salvaje Oeste, especialmente por las calles de tierra. Obviamente era muy japonés también con todas las flores de cerezo, las hermosas geishas, los ninjas y los samuráis. Me encantó, pensé que era fantástico.

También pude visitar el set de la planta fantasma con el reloj gigante y todos los extras con vestuario salvaje. Si bien fue abrumador, me sentí como en casa.

CI: ¿Cómo fue trabajar con Nicolas Cage?

BM: Estaba muy emocionado porque soy un gran fan de Nic. Recientemente amé Color Out of Space (2019) y Mandy (2018). También me encantan muchas de sus películas viejas. 

Mi esposa, Lucinda Jenney, es actriz y trabajó con Nic en Peggy Sue Got Married (1986) –dirigida por Francis Ford Coppola–. Ambos hemos sido seguidores de Nic. 

Me ponía nervioso pensar que no le iba a gustar trabajar conmigo, mi estilo o el personaje que había elegido, pero Nic es grandioso, realmente es un tipo amigable. Pasamos el Día de Acción de Gracias en Japón y Nic nos llevó a todos, reparto y crew, a cenar. 

Nic es determinado y profesional. Así me gusta trabajar: me gusta ir por todo pero también ser puntual, saber mis diálogos. En cuestión de construir un personaje, por más extremo que parezca, Nic es maravilloso, te motiva e inspira. 

CI: ¿Qué nos puedes decir del proceso de Sono?

BM: Fue interesante, la barrera del idioma es ciertamente importante, sobre todo cuando tratas de ser muy específico sobre las emociones, los movimientos y los detalles del personaje. Mientras hacía algo, podía darme cuenta si él sonreía o aplaudía, estaba feliz. Había un traductor, si había algún problema o cambio él trataba de hacer su trabajo, pero la mayor parte del tiempo simplemente nos comunicamos por medio de sonrisas. Así lo describiría. 

CI: No hace mucho regresaste al personaje Otis. 

BM: De hecho fue un reto porque Otis era 14 años mayor y todo ese tiempo había estado en prisión, entonces la pregunta era: ¿qué tanto afectó su personalidad vivir 14 años en una celda? Sin mencionar volverse viejo. 

Esto me preocupaba y el primer día de filmación tenía un pequeño monólogo. Recuerdo estar preocupado por el diálogo, en la primera toma dije algo mal y tuvimos que cortar. Luego respiré y lo volví a intentar, me equivoqué, corte. Rob me miró como diciendo “¿qué está pasando hombre?” y le dije “dame un minuto”. Recuerdo sentarme en solitario, respirar profundamente, luego escuché una voz en mi cabeza que decía: “Bill, relájate, tengo esto bajo control, sólo quítate de mi camino”. Era la voz de Otis diciéndome “vete de aquí, señor actor que no puede recordar sus líneas y se preocupa por cómo se ve”, toda esa onda de Hollywood. En cuanto escuché esto, me quité del camino y no volví a tener problemas. 

CI: Personajes como Chop-Top y Otis siguen siendo recordados por los fans muchos años después. Pienso que el Governor es otro de tus papeles memorables. 

BM: Te lo agradezco. Realmente se trata de no intentar controlar al personaje. Leo el guión varias veces y luego dejo que el personaje surja naturalmente, sin importar qué tan loco pueda parecer. Si es un personaje pirado, siempre lo interpreto como si yo fuera la única persona cuerda en el lugar. Pienso en esa historia de Otis diciendo “quítate del camino, Bill”, si haces eso, entonces los personajes se vuelven emocionantes y reales. Creo que ese es el trabajo del actor: ¡quitarte del camino!

Prisoners of the Ghostland está en cines de EUA y VOD.

RANDOM ACTS OF VIOLENCE: El potente debut de Jay Baruchel en el terror

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

El canadiense Jay Baruchel se dio a conocer como parte del grupo de jóvenes cómicos ligados a Judd Apatow. En la comedia romántica Ligeramente embarazada (Knocked Up, 2007), por ejemplo, interpretó a uno de los amigos del protagonista interpretado por Seth Rogen. Luego tuvo un rol similar en la comedia apocalíptica Este es el fin (This Is the End, 2013), donde este grupo de actores llevó la autorreferencia y autoparodia a otro nivel. 

Al igual que Rogen y Jonah Hill, Baruchel se convirtió en director: debutó con Goon: Last of the Enforcers (2017), secuela de Goon (2011), cuyo guión fue co-escrito por Baruchel. Este par de filmes –en los que Baruchel da vida al amigo del protagonista (Seann William Scott)– combinan el deporte (hockey sobre hielo) con la comedia, el romance y la violencia, esto último porque están enfocadas en un enforcer: un jugador que en sólo entra a la pista para madrearse.

Baruchel dio un giro importante en su segundo largometraje como director: Random Acts of Violence (2019) es un filme de terror ligado al slasher. Siguiendo la novela gráfica original –escrita por Jimmy Palmiotti y Justin Gray, publicada en 2010–, Baruchel explora la relación entre la violencia real y la ficticia.

Jesse Williams interpreta a Todd, creador del exitoso y sumamente violento cómic Slasherman, el cual está inspirado en un asesino en serie real que aterrorizó –de 1987 a 1991– una zona de la carretera I-90. 

Mientras escribe el gran final de Slasherman, Todd realiza un roadtrip para “inspirarse” por el área donde el asesino le quitó la vida a seis personas y desapareció sin dejar rastro. A Todd lo acompaña su editor Ezra (el propio Baruchel), su asistente Aurora (Niamh Wilson) y su novia Kathy (Jordana Brewster), quien realiza su propia investigación con el objetivo de publicar un libro sobre las víctimas que contrarreste la creciente mitología del victimario. 

Un trabajo como Slasherman no es para todo el público, hay quienes lo tachan de inmoral. Pero ni las peores críticas se comparan a la pesadilla que Todd vivirá con el regreso del verdadero “Slasherman”, ahora inspirado por el cómic. ¿Quiénes serán las próximas víctimas? Además del cómic, ¿algo más conecta a Todd con el asesino? 

Con motivo del estreno de Random Acts of Violence en Blu-ray, DVD, VOD y Digital, charlé con Baruchel sobre el controversial tema de la violencia, la conexión entre realidad y ficción, además de sus influencias cinematográficas y la colaboración con Rogen y compañía. 

Cinema Inferno (CI): Random Acts of Violence es tu segunda película como director. Aunque Goon es sobre hockey, también se abordan cuestiones de violencia. ¿Qué te atrae al tema? 

Jay Baruchel (JB): Si me pongo analítico, se debe a varias cuestiones. Por ejemplo, a mi padre. Le gustaba pelearse, también le encantaban los “peleadores” del hockey y las películas de acción. Cuando era niño, por alguna razón, siempre me atrajo The Punisher, era uno de mis superhéroes favoritos de la infancia. 

Para ser honesto, pienso que es porque la violencia debe ir directo al corazón. El terror y la acción son al cine, lo que el heavy metal, el punk y el industrial a la música. Te inclinas hacia algo real para lo que no tienes palabras. Hay una pureza y una simplicidad también, algo increíblemente honesto. Y todo esto que llaman “civilización”, se basa en y es una reacción a la violencia. Todos llegamos a este mundo a través de un acto violento. 

Simplemente es algo que ha sido muy vistoso toda mi vida. He pasado una buena parte de mi vida adulta tratando de descifrar la razón, porque no soy una persona violenta, pero sí conozco los colores que me interesan y lo que me gustaría pintar. Nunca haría una película en la que a nadie le pateen el trasero. 

CI: Aunque la novela gráfica es de 2010, el que existan personas temerosas de la violencia que pueda provocar la ficción se siente más relevante hoy. Ahí está la controversia alrededor de Guason (Joker, 2019), por ejemplo. 

JB: Cuando iba en la prepa pasó lo de Columbine, el diálogo sobre la masacre era muy simplista y superficial. Primero la gente decía: estos chavos lo hicieron debido a Doom y Marilyn Manson. Era una pendejada, no tenía ninguna base en la realidad. Pero la respuesta automática a eso fue: entonces puedo hacer y decir cualquier cosa y no tengo ninguna responsabilidad, lo cual es igualmente una pendejada. Si salgo y le digo algo a un extraño, soy responsable hasta cierto punto de cualquier cosa que podría pasar. Pretender que si escribí una canción o película y está afuera en el mundo no tengo ninguna responsabilidad, es una estupidez.

Me interesa el ciclo en el que nacemos y al que contribuimos. Tratar de determinar un claro momento de la “gallina y el huevo”, en el que esto causa aquello, es imposible, dado que esta mierda ya estaba jodida mucho antes de que cualquiera de nosotros apareciera: el mundo ha sido un lugar violento por mucho tiempo. Lo que encuentro fascinante es cómo todos estamos influenciados por esto, cómo nos lleva a direcciones diferentes, y cómo un acto terapéutico, presentado como arte, tiene algunas repercusiones. 

CI: Random Acts of Violence es un slasher potente, horripilante, demente y, por supuesto, violento. ¿Cómo te aproximaste a las secuencias más explícitas? 

JB: Fuimos muy específicos y conscientes respecto a nuestra violencia. Tratamos de lograr verosimilitud, queríamos que fuera desagradable, contrarrestar 40 o 50 años de terror corporal extravagante, de sangre saliendo a chorros. Cuando un cuerpo hace algo imposible en una película, cuando la cabeza de alguien es rebanada y hay una fuente de sangre saliendo del puto agujero y de la garganta, esto es: impactante, entretenido, puedes regodearte con el arte del trabajo de efectos especiales, sin embargo no es jodidamente escalofriante. Nada de eso da miedo porque es tan jodidamente irreal que es imposible verte a ti mismo en esa situación. 

Primero, no da nada de miedo; y segundo, queríamos que se preguntaran: ¿cuál es mi experiencia como cinéfilo cuando veo un filme con Jason, Michael Myers o Freddy destripando a un montón de jóvenes? ¿Puedo decir honestamente que alguno de esos jóvenes son los protagonistas? Tal vez, pero si no puedo ni decir el puto nombre de alguno, entonces probablemente no. Sí puedo nombrar a Jason, Freddy y Michael Myers. Si el asesino o el monstruo es un personaje más definitivo que los jóvenes, ¿qué experiencia tengo al mirar la película? Yo argumentaría que está cerca de ser sadismo indirecto. No soy nadie para decir si está bien o mal, simplemente estoy diciendo que noté como eso me incomodaba. 

También me incomoda que puedo nombrar a Jason o Freddy, no a sus víctimas. Puedo nombrar al Zodiaco, Ted Bundy y John Wayne Gacy, pero no sé a cuántas de sus víctimas podría nombrar. 

Los dos fenómenos están conectados y con base en esto nos aproximamos a la violencia. Queríamos que fuera burda, errática, que no tuviera una coreografía… claro que la tienes que coreografiar, pero no queríamos que se notara. No queríamos que se sintiera como una puesta en escena, queríamos que se sintiera como violencia que ocurre por sí sola. Y no queríamos en esta película algo que no le puede pasar de verdad a alguien. Tratamos de ser sutiles de cierto modo, cuando digo sutiles me refiero a no tener decapitaciones y mierda así. Simplemente queríamos que fuera verídica, auténtica y cruda.

CI: Hay varias diferencias entre el cómic y la película. Por ejemplo, en el filme “Slasherman” está inspirado en un asesino serial real. ¿Cómo fue el proceso para añadir nuevas cosas al material original? 

JB: Tuvimos mucha suerte de tener un material original asombroso como el cómic de Jimmy Palmiotti y Justin Gray. Hicimos nuestro mejor esfuerzo para contribuir a la conversación que ellos empezaron, nos dimos cuenta que todo se trata de la naturaleza cíclica de la inspiración. Cómo una persona hace algo malo, esto afecta a un montón de cosas que a su vez influencian a otra persona a, potencialmente, hacer algo malo después. 

Hay algo que hacemos como sociedad: convertimos a los asesinos seriales en monstruos, los hacemos míticos, les damos apodos, les hacemos libros y documentales. Diría que a costa de entender la experiencia de las víctimas. Un monstruo no mata, un hombre sí. Es más fácil para nosotros como sociedad digerir a un monstruo, porque no tenemos que vernos reflejados, y no tenemos que preguntarnos: ¿cómo pudo ocurrir esto? 

Se trató de enfocarnos en ese proceso de convertir a un ser humano en un monstruo. Cómo le quitan humanidad a las víctimas y las convierten en estadísticas. En ambos casos, sacrificamos humanidad. 

CI: ¿Qué películas de terror te influenciaron? ¿Quizás algún giallo?

JB: Llegué sabiendo que quería recrear el color y la energía de un filme británico llamado Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948). Que quería que la violencia se sintiera entre La masacre de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, 1974) e Irréversible (2002).

Cuando llegó Karim Hussain, mi cinefotógrafo, mencionó Rojo profundo (Profondo rosso, 1975), White of the Eye (1987),  y hablamos bastante de The Bird with the Crystal Plumage (L’uccello dalle piume di cristallo, 1970). Guantes de cuero, ese fetichismo italiano, la verdad no es lo mío, pero a Karim le importa. Lo respeto, aunque no es mi mierda preferida. 

Entre mis intereses y los de Karim, no había idea errónea. Era de vamos a improvisar, vamos a mezclar estas cosas. Entonces sí, definitivamente hay un poco de Rojo profundo y definitivamente un montón de La masacre de Texas

CI: En los dos filmes que dirigiste tienes pequeños roles, ¿protagonizarás después tus propias películas?

JB: ¡No! Todo lo contrario, espero el día en el que pueda dirigir una película sin tener que aparecer en ella. Odio actuar y dirigir al mismo tiempo, lo siento como tarea. Mi jodida concentración está dividida. Tengo que sufrir los dailies y verme con mi puta boca abierta. No lo soporto, sólo actúo en las películas que dirijo porque, por alguna razón, sigo siendo famosillo y eso ayuda a que se hagan. Pero sueño con un tiempo en el que pueda sólo dirigir. 

CI: A casi 15 años de Ligeramente embarazada, todos están en proyectos interesantes. ¿Qué sientes al mirar atrás?

JB: Lo recuerdo con mucho cariño, no deseas hacer cosas que no hagan sentir a nadie, ser parte de una película que significa lo que significa para el mundo es sumamente especial. 

Es cool conocer a ciertos tipos desde que tenías 18, y ahora que todos tenemos casi 40, saber que estamos bien. Bastaría con eso, pero estamos haciendo la mierda que soñamos: todavía recuerdo vívidamente ser un mariguano de 19 años en Los Ángeles, charlando con Seth (Rogen) y Evan (Goldberg), soñábamos sobre dónde esperábamos estar a los 40 y qué esperábamos poder hacer. Es muy cool que estamos haciendo toda la mierda que deseábamos. Yo quería hacer películas raras e independientes en Canadá. Seth dijo que quería hacer largometrajes americanos de estudio, escribirlos y dirigirlos. Lo estamos haciendo. 

CI: ¿Trabajarás otra vez con ellos?

JB: Si fuera por mí, sólo trabajaría con gente que conozco y con la que me puedo comunicar. No sabes que nos espera en el puto futuro, pero sé que la última vez hicimos Este es el fin, una peli muy buena. Si es el proyecto correcto y todos están de buen humor, entonces sí, claro que sí.