Una entrevista con Emile Hirsch sobre MIDNIGHT IN THE SWITCHGRASS

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

“La actuación más significante de un joven americano en generaciones”, así describió Sean Penn el trabajo de Emile Hirsch en la épica Camino salvaje (Into the Wild, 2007). Hirsch se transformó físicamente para llevar a la pantalla la aventura liberadora y mortal de Chris McCandless, quien llegó hasta Alaska buscando alejarse de las convenciones sociales. A los 22 años, Hirsch consiguió su rol distintivo que se mantiene como el más reconocido de su extensa filmografía.

Hirsch se encuentra, 14 años después, promocionando Midnight in the Switchgrass (2021), un thriller de crímenes filmado durante la época de COVID-19. Aquí su papel es totalmente serio: Byron, un agente de policía que carga el peso de varios casos no resueltos de mujeres brutalmente asesinadas. El actor americano recordó, en entrevista con Cinema Inferno, que anteriormente había “lidiado con personajes con una mentalidad similar, donde hay mucha profundidad y tristeza. He interpretado a otros policías, también a un Navy SEAL en El sobreviviente (Lone Survivor, 2013)”, sobre una misión comprometida que deja a cuatro SEALs luchando por su vida contra un numeroso grupo talibán.

Al inicio de Midnight in the Switchgrass Byron recibe más malas noticias: se descubrió el cadáver de una prostituta, el séptimo caso similar en dos años, y otra chica desapareció en un motel cerca de una parada de camiones. Todo esto sucede en el Panhandle de Florida. Hirsch conoce bien las historias de crimen situadas al sur de Estados Unidos, basta recordar su participación en Killer Joe, asesino por encargo (Killer Joe, 2011), un pirado y sucio pulp noir tejano de humor negrísimo.

Al respecto, Hirsch comentó: “no sé exactamente qué tienen estos lugares. Creo que, de alguna manera, es su naturaleza rural. Sus historias alejadas de la ciudad y sus espacios más abiertos. Es un área ligada a las tradiciones. En el caso de Midnight in the Switchgrass, mi personaje es un hombre muy religioso. Él y su esposa (Jackie Cruz) son muy creyentes. La clave para mí fue nunca olvidar la idea de que su espiritualidad lo impulsa por una causa justa, pero también resaltar su lucha interna. Similar al personaje de Tommy Lee Jones en Sin lugar para los débiles (No Country for Old Men, 2007): ese último monólogo en el que le da significado a su existencia y se pone muy filosófico sobre la naturaleza del bien, del mal y del crimen. Quería ver a mi personaje batallar con su propia espiritualidad: las cosas atroces, terribles y tristes que ve pueden deteriorar su fé en Dios. Es cuando su esposa lo trae de vuelta, lo empuja, lo vuelve a inspirar en su trabajo”.

El personaje de Hirsch eventualmente une esfuerzos con Rebecca (Megan Fox), integrante del FBI y parte de una operación encubierta en el mundo de la prostitución y la trata de mujeres. A pesar de no contar con el apoyo total de sus respectivos superiores, Byron y Rebecca son la única esperanza para detener a un asesino serial que en apariencia es sólo un padre de familia (Lukas Haas). En el reparto de Midnight in the Switchgrass también se encuentra el mismísimo Bruce Willis, como el compañero de Rebecca que abandona la peligrosa operación.

“Tenía 19 años cuando conocí a Bruce Willis, estaba trabajando en Sospechas mortales (Alpha Dog, 2006)”, recordó Hirsch. La película inspirada por un caso real sigue el pleito por dinero entre un dealer californiano (Hirsch) y uno de sus secuaces, un ex preso drogadicto y neonazi (Ben Foster). Todo se sale de control cuando el dealer y dos de sus amigos (uno de ellos interpretado por Justin Timberlake) se topan de la nada con el hermano del neonazi, un chico inocente de sólo 15 años (el fallecido Anton Yelchin); lo que sigue es un secuestro no planeado y una verdadera tragedia. En esa película dirigida por Nick Cassavetes, Willis interpreta a un temido criminal, padre del joven traficante.

Hirsch rememoró que la “primera vez que trabajé con Bruce Willis, fuimos por unos tragos, básicamente terminé diciéndole que era su fan durante buena parte de la noche, fue casi vergonzoso. Me encanta trabajar con estos actores legendarios. He aprendido mucho de Bruce, también de Mel Gibson (compartió pantalla con él en La fuerza de la naturaleza). Con estas estrellas de cine fundamentales no te das cuenta de cuántas de sus películas has visto, hasta que realmente revisas sus currículos y descubres que has visto unas 20 de sus películas. Bruce y Mel han hecho muchos clásicos”.

Algo similar me sucedió al revisar la filmografía de Hirsch para preparar esta entrevista, sin duda cuenta con un gran número de títulos valiosos. Antes de Camino salvaje, Hirsch destacó en películas como la ya mencionada Sospechas mortales, la divertida La chica de al lado (The Girl Next Door, 2004) –una suerte de antecesora espiritual de Supercool (Superbad, 2007), con un adolescente impopular que se enamora de su bella vecina (Elisha Cuthbert) cuyo pasado está conectado con la industria pornográfica–, y Los amos de Dogtown (Lords of Dogtown, 2005), un energético retrato de la salvaje juventud californiana que en los setenta fue vital para la evolución del skateboarding, gracias a la influencia del surf y patinar en piscinas vacías.

Es especialmente valioso ver estas producciones hoy porque son los primeros pasos de otras estrellas además de Hirsch, quien durante la entrevista alabó a sus contemporáneos: “Paul Dano y yo trabajamos juntos en tres películas: The Emperor’s Club (2002), La chica de al lado y Bienvenido a Woodstock (Taking Woodstock, 2009), aunque en esta última no compartimos pantalla. Me encanta el trabajo que ha hecho, esa película sobre Brian Wilson (Amor y compasión); en esa misma película también me encanta John Cusack, con quien pude trabajar en Never Grow Old (2019). Jesse Eisenberg también salió en The Emperor’s Club, todos teníamos 16 o 17, luego hizo Red social (The Social Network, 2010) y otras grandes interpretaciones. Juno (Temple) estuvo asombrosa en Killer Joe, asesino por encargo, ahora es grandioso verla haciendo todo tipo de cosas. Es simplemente increíble”.

El carismático Hirsch no se ha quedado atrás. Después de Camino salvaje llegaron protagónicos en filmes como la infravalorada Meteoro, la película (Speed Racer, 2008), o Prince Avalanche (2013), una muy graciosa y significativa oda a la amistad. También colaboraciones con grandes como William Friedkin (Killer Joe, asesino por encargo), Gus Van Sant (Milk, un hombre, una revolución, una esperanza), Oliver Stone (Salvajes) y Quentin Tarantino (Había una vez… en Hollywood).

Ante los límites temporales de nuestra entrevista, decidí preguntarle a Hirsch en específico sobre su experiencia bajo la dirección de Friedkin y Tarantino, quienes en palabras del actor “están a la par en su habilidad para expresarse”.

En Killer Joe, asesino por encargo el personaje de Hirsch es parte de una familia bastante disfuncional: la hija adolescente (Juno Temple) termina en manos de un detective y matón (Matthew McConaughey) como anticipo porque el altanero pero nada brillante hijo (Hirsch), y el usualmente distraído padre (Thomas Haden Church), no tienen el dinero para pagar por adelantado el asesinato de la madre. “Friedkin es impredecible y explosivo, te diviertes con él porque nunca sabes lo que hará. En ocasiones filmaba toda mi parte en una sola toma, es muy seguro de sí mismo y no necesita protección. No sé si he trabajado con otro director tan carismático como Friedkin”, se preguntó Hirsch.

Hirsch se convirtió en Jay Sebring, estilista y ex de Sharon Tate (Margot Robbie), en Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019). Entre sus momentos más memorables están su baile en la mansión Playboy a ritmo de “Son of a Lovin’ Man”, sus interacciones con Charles Manson (Damon Herriman) y, al final, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio). De acuerdo con Hirsch, “Tarantino emana alegría de vivir. Probablemente hay muchas personas tan inteligentes como Quentin en el mundo, pero no todas tienen la misma pasión, eso es lo que lo separa. Es como un niño, genuinamente ama contar historias, las películas o escribir una novela. Es un narrador natural y talentoso. En Había una vez… en Hollywood tuve 18 o 19 días de filmación, distribuidos en unos cinco meses. Fue un privilegio poder pasar todo ese tiempo alrededor de Tarantino”.

Al regresar a algunos de sus papeles más memorables, Hirsch no evitó sentirse sorprendido por su propio recorrido: “llevo actuando profesionalmente 26 años ininterrumpidos. Es gracioso que a veces se me olvide esto, pero luego pienso: ‘wow, literalmente llevo 26 años, Dios mío’. Es de locos”.

Midnight in the Switchgrass se puede ver en cines de Estados Unidos y VOD. También está disponible en Blu-ray y DVD.

Entrevista con Zoë Bell: “2021 se tratará de establecerme como directora”

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

Han pasado 20 años desde que la neozelandesa Zoë Bell llegó a Los Ángeles, California, tratando de llevar su carrera como doble de acción a otro nivel.

Oriunda de la isla Waiheke, en Nueva Zelanda, Bell disfrutó de la actividad física desde muy pequeña, incluyendo las alturas y la velocidad. De acuerdo con su madre, un trampolín que recibió cuando tenía dos años fue determinante para descubrir su pasión. Eventualmente, durante un año sabático tras la preparatoria, Bell puso su atención en los stunts, una labor heroica y necesaria, pero peligrosa y poco reconocida. 

La serie Xena: La princesa guerrera (Xena: Warrior Princess, 1995-2001) es la producción más importante en la que Bell trabajó en Nueva Zelanda: fue la doble de acción de la actriz principal Lucy Lawless de 1998 a 2001. 

Como se puede apreciar en el valioso y emotivo documental Double Dare (2004), el fin de Xena: La princesa guerrera trajo incertidumbre a la joven stuntwoman. Desempleada y buscando una oportunidad lejos de casa, Bell encontró una mentora en Hollywood: la veterana Jeannie Epper, parte de una familia legendaria en el oficio de los stunts y doble de acción de Lynda Carter en la serie La Mujer Maravilla (Wonder Woman, 1975-1979). 

Bell pudo audicionar, de la mano de Epper, para un proyecto sumamente anticipado: Kill Bill (2003-2004), entonces el regreso tras seis años de ausencia de Quentin Tarantino, quizás el más popular e influyente de los directores americanos que emergieron en los años noventa. El resto es historia. 

En los años posteriores a su icónica colaboración con Uma Thurman, Bell logró consolidarse en Hollywood y construyó una carrera multifacética. El primer gran homenaje tarantiniano a los stunts, A prueba de muerte (Death Proof, 2007), significó para Bell su primer papel importante como actriz: una versión cinematográfica de ella misma, naturalmente este rol también le permitió brillar más que nunca como doble de acción. La secuencia de la persecución de carros es la antítesis del CGI y se mantiene como una de las mejores en la historia del cine. Bell sobre el cofre del Dodge Challenger evocando Vanishing Point (1971) es increíble. 

Entre las películas con Bell como protagonista están sus colaboraciones con el director Josh C. Waller: Raze (2013), una colección de peleas a muerte entre mujeres, y Camino (2015), un thriller de supervivencia.

Asimismo, la neozelandesa no ha abandonado su trabajo detrás de cámaras. Al contrario, poco a poco ha ido evolucionando, ha sido productora y en 2019 dio un salto importante con el segundo homenaje de Tarantino a los dobles de acción, Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019), en la que coordinó los stunts de una producción millonaria por primera vez. Esta progresión es lo que buscan los stunts cuando llegan a cierta edad adulta, generalmente los hombres tienen mayor probabilidad de lograrlo.

En 2021, el nombre de Zoë Bell aparece por todos lados en los créditos de Haymaker (2021), de Nick Sasso. La carismática neozelandesa tiene un papel pequeño, coordinó los stunts, fue productora ejecutiva y dirigió la segunda unidad. 

A dos décadas de su llegada a Hollywood y con motivo de Haymaker –un drama romántico sobre la relación entre un peleador de Muay Thai (Sasso) y una exitosa cantante trans (Nomi Ruiz)– entrevisté a Bell. Hablamos de temas como su deseo de dirigir, sus reflexiones de vida en época de pandemia y el posible retiro de Tarantino. 

Cinema Inferno (CI): Tuviste labores diferentes en la producción de Haymaker. ¿Qué representa este proyecto para la evolución de tu carrera?

Zoë Bell (ZB): Creo que es bastante simbólico. En los últimos dos años ha habido un cambio para mí, las cosas se han empezado a fusionar un poco, en vez de sólo ser doble de acción, o sólo actriz, o sólo productora. Pero siempre he mezclado un poco todo esto. 

No sé cómo mi carrera fue intercambiando departamentos; de hecho, realmente lo disfruto de esta forma, me encanta la experiencia de colaboración, disfruto mucho estar por todas partes, pero lo que sigue es intentar dirigir. 

Haymaker fue dar un paso adelante y estar más cerca de dirigir. Nick (Sasso) y yo tuvimos muchas conversaciones sobre esto. Hubo una libertad en esa filmación para explorar esta faceta, con Nick y para Nick. Creo que es muy representativo de mi naturaleza personal. 

CI: Entonces, ¿planeas dirigir largometrajes en el futuro cercano?

ZB: Absolutamente, ese es el plan. Me representa CAA y 2021 se tratará de establecerme como directora y encontrar mi primer largometraje… y después de eso ¡la dominación del mundo entero! 

CI: ¿Qué tipo de películas te gustaría realizar?

ZB: Ha sido un proceso realmente interesante explorar qué tipo de películas me interesaría tener a cargo. Probablemente están en algún punto del género de la comedia de acción. 

Quiero traer de vuelta las buddy cop movies (filmes que son protagonizados por una pareja de policías amigos). ¿Conoces ese tipo de películas que existían en los años ochenta? ¿Arma mortal (Lethal Weapon, 1987)? ¿48 Hrs. (1982)?

CI: ¡Claro!

ZB: Siento que el mundo necesita películas así en estos momentos. Y yo soy la persona indicada para hacerlas (risas). 

CI: En otros filmes recientes, como Había una vez… en Hollywood, te has encargado de la coordinación de stunts. ¿Cómo abordas actualmente ese mundo?

ZB: Anteriormente coordiné los stunts de un par de filmes pequeños, luego un par de cortometrajes y un largometraje de bajo presupuesto. Había una vez… en Hollywood fue en definitiva dar el salto a las grandes ligas. Me encantó. 

Primero que nada, he estado haciendo esto desde que tenía 17 años, entonces tenía esa sensación de: “Ok, lo tengo bajo control”. También se trató de reconocer que tenía miedo, que dudaba de mí misma, y sobreponerse a las dudas rumbo a lo desconocido. Todo salió realmente bien.

Amo trabajar con Quentin en cualquier capacidad. Me encanta trabajar en todas las películas de la familia Quentin, porque somos como una gran familia. Fue interesante porque siempre había sido algo así como la bebé en el set, tenía unos 20 años cuando empecé a trabajar con estos tipos. Llegar a ser jefa de departamento y uno de los adultos en el set (risas), fue realmente cool, lo disfruté bastante. 

Coordinar stunts y dirigir la segunda unidad me ayuda a entender quién quiero ser en el set como directora, y también a qué personas quiero tener a mi alrededor.

En ocasiones mi carrera ha sido confusa y conflictiva, me he sentido perdida, cuando pienso “no sé hacia dónde me dirijo”. Entonces, cuando arribo a un lugar como este y miro hacia atrás, pienso: “todos los caminos me estaban dirigiendo aquí y no estaría en el lugar en el que estoy ahora si no fuera por todos estos caminos aleatorios que recorrí”. 

CI: En ese sentido, estaba pensando en el documental Double Dare, el cual aborda tus primeras experiencias en Hollywood. A casi 20 años, ¿cómo te sientes cuando miras atrás a esta época?

ZB: Creo que esa es una de las cosas que la pandemia y el encierro nos ha obligado o permitido hacer: mirar atrás, a nuestro lugar de origen, y al lugar en el que estamos hoy. Hay algo interesante de tener que permanecer en silencio por un minuto. Y es que somos buenos para acostumbramos al estrés y escondernos en nuestro trabajo. 

He estado mirándome en retrospectiva y pienso, “si hubiera tenido fé en mí misma, en la dirección en la que iba, hubiera tenido muchísimo menos estrés en los años pasados”. Dicho esto, nunca sabrás lo que vendrá en el futuro y alrededor de todos esos pequeños momentos de estrés, simplemente hay una vida por la que estoy muy agradecida. 

No siempre he sido afortunada, ciertamente no ha sido fácil ni me he sentido cómoda. He tenido muchas dudas en la industria, ha habido momentos en los que me he querido regresar a casa. 

Se me ocurre que si tomas decisiones desde un lugar que no está basado en el miedo, terminarás en algún lugar que se sentirá bien durante un periodo de tiempo. Pero si estás tomando decisiones basadas en el miedo de manera constante, no vas a poder disfrutar cuando todo va bien en tu vida. 

Creo que me puse muy filosófica, me disculpo (risas).

CI: Tarantino es mi cineasta favorito, ¿qué piensas de su plan de retiro?

ZB: Mira, no pretendo saber qué pasa por la cabeza de alguien más, mucho menos de este hombre. Creo que la número 10 podría ser su última película, pero creo en sus planes de escribir, quizás obras de teatro, quizá novelas. Es como si no fuera lo último que veremos, leeremos o escucharemos de Quentin. Él simplemente tiene una voz. 

¿Te imaginas una novela de Tarantino? ¡Sería increíble! Y obras de teatro, vaya, Los 8 más odiados (The Hateful Eight, 2015) bien podría ser una obra, ¿sabes? Entonces, pienso que hay un mundo nuevo para él.

No creo que se iría del cine si todavía fuera el medio por el que siente más pasión. Si se siente entusiasmado después de la décima película, de antemano imagino que continuará. Aunque siento que se está dirigiendo a explorar algo nuevo y me emociona poder conocer qué será. Vaya, por supuesto que todo el mundo estará triste si nunca vuelve a hacer una película, pero ¿quién dice que no habrá todo un nuevo universo de Tarantino a partir de lo que sea que haga en el futuro?

Fantasia 2020: #SHAKESPEARESSHITSTORM, una sátira demencial para la era woke

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

La gente de Troma Entertainment, de la mano de su co-fundador y líder Lloyd Kaufman, pueden presumir 46 largos años haciendo cine verdaderamente independiente y guerrillero, alejado por completo de lo normal. Esto nos indica que Troma ha logrado adaptarse a los tiempos, a pesar de las crecientes dificultades económicas. Vaya, su época dorada, cuando ganaban millones en el mercado del video, ha quedado en el pasado. 

En años recientes, Troma ha reducido su número de producciones. La casa de Toxie se encuentra en una faceta propia de su longevidad: parecen haberlo hecho todo y sólo regresan a terrenos familiares. Su proyecto anterior fue, precisamente, un remake/reboot/secuela de Class of Nuke ‘Em High (1986), filmada en 2012 y eventualmente estrenada en dos partes: Return to Nuke ‘Em High Volume 1 (2013) y Return to Return to Nuke ‘Em High Aka Vol. 2 (2017). 

Su nuevo largometraje, #ShakespearesShitstorm (2020), es otra adaptación de la obra de William Shakespeare, 24 años después de la genial locura de Tromeo y Julieta (Tromeo and Juliet, 1996), para mí el mejor filme noventero de Kaufman y quizá la adaptación fílmica subversiva por excelencia (¡Shakespeare conoció a Motörhead para empezar!). 

A pesar de que en el papel, estas reinterpretaciones de sus viejos éxitos podrían parecer desechables, la realidad es que Troma sigue en forma. Tardó en llegar (¡años!) pero el épico clímax de Return to Return to Nuke ‘Em High Aka Vol. 2 –mezclando efectos prácticos y digitales, además de varios mutantes memorables–, hizo que la espera valiera la pena. 

#ShakespearesShitstorm va directo al grano, es Troma en estado puro con esa esencia que ubicamos a la perfección, cimentada desde El Vengador Tóxico (The Toxic Avenger, 1984). Su subtexto no podría ser más actual, Kaufman tiene algo qué decir en tiempos de “progresismo” y activistas de clic.

La sátira social y política es irreemplazable en el menú tromático desde sus inicios. La misma ciudad Tromaville, Nueva Jersey, no es sino la contraparte –producto de la contaminación y los desechos tóxicos– de la (¿que fue?) capital del mundo: Nueva York. Troma siempre se ha adaptado, satirizando la respectiva actualidad. Poultrygeist: Night of the Chicken Dead (2006), por ejemplo, apuntó a la insalubridad de las cadenas de comida rápida en la época post Súper engórdame (Super Size Me, 2004). En ese sentido no debería ser sorpresa que en #ShakespearesShitstorm la burla hacia los llamados “wokes” sea el tema principal. Kaufman tampoco olvida su tradicional crítica a las corporaciones avaras y corruptas que se acuestan con el gobierno, sin interés alguno por el bienestar de los consumidores, aquí los representa una farmacéutica (en el díptico Return to Nuke ‘Em High fue una empresa de comida orgánica).

La sátira de #ShakespearesShitstorm nace de la hilarante mezcla de esas dos partes. La farmacéutica, liderada por el fiestero, mujeriego y cocainómano Big Al (Abraham Sparrow), tiene lista una medicina que les hará ganar millones: la Safespacia, ideal para tranquilizar a los jóvenes privilegiados que se irritan y ofenden por todo, que quieren aleccionar a cualquiera que no opine como ellos, y que suelen usar las redes sociales para impartir “justicia social”. 

#ShakespearesShitstorm respeta la trama general, los personajes y algo del diálogo de la obra shakesperiana en la que se basa: La tempestad. Aunque, naturalmente, desde el primer segundo la irreverencia característica está presente. Si en la adaptación noventera el legendario Lemmy fue el narrador, aquí toma su lugar el mismísimo Shakespeare (Fraze Brown), en su encarnación más valemadrista: en su introducción ¡inhala cocaína! Otro ejemplo: sólo a Troma se le ocurriría ligar la frase de Shakespeare de los mortales tontos con ¡un viaje a Tijuana y bestialismo!

Kaufman, quien interpreta los papeles de Prospero y su hermana Antoinette Duke, aprovecha la historia original de venganza y perdón para ligarla con otra cuestión de nuestros días: la cultura de la cancelación. En el pasado, el brillante Prospero (que ciertamente representa al propio Kaufman y a Troma) fue traicionado por su hermana y su socio, también fue “cancelado” por una horda de gente ofendida precursora de los “wokes”. En los años ochenta, el protagonista cometió el error de celebrar el Cinco de Mayo y terminó acusado, entre otras cosas, de apropiación cultural. Su exilio lo llevó, acompañado por su hija Miranda (Kate McGarrigle, en la versión adulta del personaje), hasta Tromaville, donde compró un picadero que convirtió en su base de operaciones. Ayudado por varias prostitutas adictas al crack, entre ellas Ariel y Caliban (interpretadas respectivamente por Amanda Flowers y Monique Dupree, ambas muy divertidas), Prospero ha planeado su gran venganza desde entonces. 

Varios de los momentos más divertidos de #ShakespearesShitstorm llegan gracias a los personajes basados en los “social justice warriors”.  Un par de influencers (Zoë Geltman y Dylan Greenberg) predican corrección política, al mismo tiempo posicionan en redes a la malvada e hipócrita corporación farmacéutica. De hecho podríamos pensar en #ShakespearesShitstorm desde la perspectiva de estos millennials, cuando van descubriendo el universo cinematográfico de Troma, tan desmesurado y “cancelable” como pocos.

Equivalente a lo que demostró Quentin Tarantino en Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019), Kaufman comunica que no cambiará ante los parámetros actuales que juzgan el cine desde lo moral. Al final del día, Troma jamás se ha tomado a sí misma en serio. Su violencia, gore, gusto por lo grotesco, escenas de sexo con incontables desnudos, su particular sentido del humor (satírico, absurdo, vulgar, negro, escatológico), y todo ese material “incorrecto” siempre han tenido una sola finalidad: divertir, hacer gozar al espectador. 

#ShakespearesShitstorm es una mezcla de géneros y elementos que han caracterizado a Troma. Una compañía sinónimo de desmadre. No es casualidad que el núcleo de la película esté en dos fiestas, una desarrollada en un barco y la otra en la guarida de Prospero (como manda La tempestad). Si piensan que en esta ocasión la ambición es menor, sobre todo tomando en cuenta que Kaufman venía de filmar una película de casi tres horas dividida en dos volúmenes, se equivocan. Estas dos secuencias se ubican entre lo mejor de Troma. 

Nuestros queridos influencers social justice warriors se topan primero con la que debe ser la escena de efectos digitales (aunque incluye prácticos) más grande que Kaufman ha filmado hasta ahora, una que le hace honor a la “shitstorm” del título, reminiscente de Sharknado (2013) pero con ballenas y un montón de mierda para aderezar el desenfreno total de sexo y drogas.

Posteriormente, no sin antes enojarse por todo lo “problemático” y tratar de educar a la afroamericana Caliban sobre racismo y la n-word, estos activistas de Twitter acompañados de una pandilla de “snowflakes” –intolerantes a los chistes (atentos a una maravillosa referencia a Los guerreros)– se adentrarán a otra fiesta sin control con las “crack whores”, una nueva y potente droga, y la “obsesión” tromática por los mutantes. Apegado a los efectos prácticos de antaño, Kaufman vuelve a deleitar con su clásico horror corporal –en vena del Stuart Gordon de From Beyond (1986)–, que se torna violenta y ridículamente memorable: una “orgía” de rock, vómito verde, sangre, tripas, mierda y explícitas mutaciones que hacen constante referencia a los órganos sexuales. 

En estos 80 minutos aparecen otros elementos tromáticos clásicos: múltiples referencias a la cultura popular (de El resplandor a El rey león) y autorreferencias (pósters de otras películas Troma, cameos de personajes de este universo), musicales que recuerdan la gloria de Poultrygeist: Night of the Chicken Dead, romance (cuando Miranda conoce a Ferdinand), masturbación femenina y hasta una secuencia animada.

#ShakespearesShitstorm tiene todo el sello de la casa, lo hemos visto antes, sí, pero la ejecución es notable y satisfactoria, más cuando suceden cosas como un pequeño mutante despachándose a un “progre” de la manera más demente, vulgar y violenta posible. Troma no escatima, hasta cuando parece que mandarán un mensaje de “abrazar nuestras diferencias” optan por lo absurdamente monstruoso, todo en ese tenor de burla y relajo. 

A costa principalmente de aquellos que confunden el activismo y quieren que nadie se vuelva a divertir en el cine, particularmente con lo “políticamente incorrecto”, Kaufman se ríe y nos hace reír. 

¡Bravo!

Los Cabos 2019: El productor Gastón Pavlovich habla sobre EL IRLANDÉS

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

En 2016 el legendario cineasta italoamericano Martin Scorsese logró estrenar Silencio (Silence, 2016), un proyecto sumamente personal cuya realización le tomó más de 25 años. No es ningún secreto que el productor clave en la culminación de este esfuerzo fue un sonorense: Gastón Pavlovich, quien posteriormente fue invitado por el propio Scorsese para colaborar en su largometraje subsecuente, cualquiera que este fuera.

Eventualmente, Scorsese decidió dirigir la adaptación de la novela de Charles Brandt, I Heard You Paint Houses, la cual está basada en una serie de entrevistas con Frank “The Irishman” Sheeran, un hombre de la clase trabajadora, padre de familia, veterano de la Segunda Guerra Mundial, miembro del sindicato de camioneros Teamsters y también parte del crimen organizado.

El Irlandés (The Irishman, 2019) es un filme épico de rememoración con el que Scorsese regresa al cine de gánsteres y a varios de sus actores predilectos: además de Robert De Niro (quien interpreta a Sheeran), están Joe Pesci y Harvey Keitel como los jefes criminales Russell Bufalino y Angelo Bruno respectivamente, aunado a que otro icono de este tipo de cine (el mismísimo Michael Corleone y Tony Montana, Al Pacino) debuta en la filmografía del director dándole vida a Jimmy Hoffa, el líder del sindicato de los Teamsters cuyos lazos con la mafia provocaron su desaparición en 1975.

Tras el estreno latinoamericano de El Irlandés, charlamos con el productor Pavlovich en el marco de la octava edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.

Cinema Inferno: Una vez que ya sabías que El Irlandés sería la siguiente película de Scorsese, ¿cuáles fueron tus impresiones del material?

Gastón Pavlovich: Scorsese me la había platicado, me dijeron que había un guión en Paramount pero tenía que sacar el guión y los derechos de Paramount para hacerla, porque Paramount tenía la historia desde hace 10 años pero no habían decidido hacerla, andaban atorados. 

La historia en sí misma me fascinó cuando me la platicó Scorsese. Logramos sacar el guión y los derechos de Paramount después de unas negociaciones. Leí el guión y dije “hay algo muy especial aquí”, pero especial en el sentido de que es al estilo de El Padrino (The Godfather, 1972), de gran drama, de grandes personajes, épica, pero es un drama muy lento, no es para cualquiera y por eso en Hollywood, los estudios, nadie quería hacerla. Por sentido común, era un drama muy lento y muy largo. Yo sabía que iba ser un gran reto desde el principio. 

Entonces ¿cuál fue la clave para lograr producir una película de casi cuatro horas que se toma su tiempo para explorar a sus personajes?

Me gustan esas historias, me gusta cuando el personaje es de gran carácter, de gran personalidad, cuando los personajes rigen la historia. Yo sabía que para eso nadie mejor que Scorsese. Y luego, nadie mejor que esos actores para manejar una historia así. Yo traía una gran anticipación de ver cómo funcionaba entre ellos esa química, esa dinámica. Fue muy agradable ver cómo se preparaban, cómo practicaban las líneas, los movimientos, los gestos, cómo se preparaban para las escenas.

Luego yo a su vez abordando el tema del plan de producción y el presupuesto, armando los contratos para tener todo listo. Fue un proceso fascinante pero muy complicado porque íbamos viendo cómo el presupuesto crecía y crecía y se complicaba financieramente. Hasta que llegó Netflix, ahí mejoró mucho esa situación.

Además de De Niro y Pacino, está Joe Pesci, quien prácticamente regresó del retiro…

Y no quería, no quería hacer la película. Scorsese y De Niro tardaron mucho para convencerlo. Yo estaba un poco a las orillas, esperando las reuniones que estaban teniendo Scorsese y De Niro con él como amigos, tratando de convencerlo.

En ese sentido, yo estaba más a la orilla esperando que me dijeran va o no va. Yo mientras tanto preparando ideas para poder suplirlo en caso de que no iba. Entre ellos había sugerido que fuera Leonardo DiCaprio. Pero finalmente un día me hablaron y me dijeron “ya aceptó, ten su contrato listo, vamos a hablar con sus agentes” y todo ese proceso. Yo pensé que estaba muy renuente y que iba a andar de malas o algo así, porque sus amigos lo “obligaron”. Pero no, ya en el set era la persona más bromista y agradable, andaba de buenas generalmente. 

Habías comentado en Twitter que querías a DiCaprio no sólo para este papel, sino que para ti tenía que estar en esta gran producción, pero que finalmente se fue a filmar Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019) de Quentin Tarantino. En ese sentido, ¿cómo es el proceso con Scorsese para sugerirle actores y qué tanto te involucras en esa parte?

Por su puesto que Scorsese está abierto a sugerencias y la discusión de DiCaprio sí existió. Pero él visualiza perfectamente bien sus historias y con qué actores y demás, entonces no había la menor duda en El Irlandés sobre quién iba a ser quién. Él quería juntar a su banda, ahora más Pacino con quien no había trabajado; estaba muy animado con eso y nadie se atrevía a proponerle algo diferente a ese grupo. Ahí no hubo mucha discusión. 

En Silencio, cuando llegué ya estaban los actores también. Él siempre ha tenido apertura en hablar todos los temas pero en ambos casos ya estaba muy definido con los actores y estaban tan bien designados que yo no me metía, yo no iba a contradecirle o proponerle a alguien más.

Sólo en el caso de Pesci que se estaba complicando y les dije a todos “vamos a tener una alternativa, por si acaso, y sugiero que sea DiCaprio”, pues imagínense a todos: Pacino, De Niro y DiCaprio, es también una fórmula ganadora. Pero desde el primer momento me dijeron “sí pero DiCaprio ya está firmando con Tarantino, van a ser fechas similares, creemos que ahorita no funciona”. 

Sobre el llamado de-aging, estos efectos especiales para rejuvenecer a los actores que tomaron mucho tiempo. Ya viendo la película, te toma un segundo acostumbrarte pero después se sienten adecuados. ¿Cómo te involucraste en esta parte del de-aging que ha generado bastante expectativa? 

Desde que sacamos el proyecto de Paramount ya Scorsese traía la idea de probar esta tecnología que le habían propuesto. La empresa se llama ILM. [Scorsese] Me lo propuso, me lo comentó pero yo pensé que iban a ser algunas escenas y no todas. Hicimos pruebas con De Niro y nos gustó, pero sentíamos que no estaba al 100% la tecnología aunque nos prometían que iba a estar al 100% para cuando termináramos de filmar, para la post-producción ya iba a estar al 100%. Ahí fue el riesgo: filmarla y ver si estaba lista la tecnología después. Pudo pasar que nos dijeran dos años más de espera para terminarla. Era un riesgo pero decidimos tomarlo porque creímos que la empresa sí iba a estar lista. Y dicho y hecho, cuando terminó el rodaje, unos meses después ILM nos dijo “100% listos”. Las pruebas que vimos en ese entonces ya se veían mucho más realistas. 

Aún así, Scorsese, como buen artesano que es, se dedicó con mucho detalle a sacar adelante eso. Fue un gran deber de su parte, porque le estaba dedicando tiempo y esfuerzo a asegurarse que no te fijaras, que fuera muy natural, muy orgánico.

Generalmente salió muy bien, sí actualmente al principio a lo mejor se nota un poquito pero lo demás ya salió muy bien. La gente no se da cuenta que la mayoría de las escenas están digitalizadas. 

Pasando a los muchos temas de la película, sobre todo me llamó la atención que involucra la etapa cuando los protagonistas ya están viejos. Después de Buenos muchachos (Goodfellas, 1990) y Casino (1995), se siente como el Scorsese más maduro por medio de una reflexión sobre la vida y su propia carrera…

Tanto como productor como audiencia, me gustó ver cómo Scorsese cierra ese círculo, cómo cierra ese círculo con toda esa banda, cómo manda un mensaje de decir: “este es nuestro gran adiós”, haciéndole un homenaje al cine, a una historia y a los personajes.

Luego también cómo cierra el círculo de decir “bueno, todo lo que les venimos diciendo con las historias de los mobsters, esta es la realidad, así terminan, así de muertos, muertos en cuerpo o muertos por dentro o en vida, solos y aislados”. Ese mensaje con esta película, de cerrar el círculo de esa gran generación que tuvieron ellos, y luego a su vez el mensaje del mundo de los gánsteres, que todos ellos habían hecho algo de ese mundo, y terminar diciendo: “no termina bien, nunca va a terminar bien para nadie”… me pareció muy importante, ambos mensajes. 

A veces se malinterpreta el cine de Scorsese en esta discusión sobre la violencia cinematográfica y su inherencia en la sociedad. He notado que eres muy crítico, de las narcoseries por ejemplo. En ocasiones la gente, probablemente la que ni siquiera ve una película como El Irlandés, quiere criticar por lo mismo a Scorsese, pero particularmente aquí sus intenciones son muy claras…

Exactamente… por ser Scorsese, si me hubiera invitado a Buenos muchachos quizá hubiera entrado por la emoción de estar con Scorsese. Pero quizá no, porque la sentiría muy violenta. Aquí como te habrás dado cuenta, no es una apología. Me pareció un mensaje muy claro, aquí nosotros no estamos promoviendo esto y no funciona, aquí terminan mal. 

Mi crítica generalmente en torno a las [narcoseries] que he visto, sobre todo en México, es que terminan dándole a México una imagen de que todo es un tema relacionado a la violencia de los narcos. No niego que es una realidad, sin embargo la manera en que proyectan a los personajes de esas series es casi glorioso, es invitando a todo mundo a ser así porque ellos son los que terminan ganando siempre o generalmente. Y no puede ir por ahí, no es real y yo no quiero proyectarle eso a los chavos de este país.

Creo que El Irlandés es un gran ejemplo porque no están glorificados, aquí te dan pena y te duele ver la soledad con la que termina el último personaje [Sheeran]. El Irlandés, en realidad, tiene muy poca violencia; salen las pistolas, varias pistolas que desecha, pero no hay mucha violencia. Pum, pum, y caen, no hay mucha sangre, no hay escándalo, todos los asesinatos son rápidos.

[Scorsese] Demostró que no sea trataba de hacer una película de mobsters por la violencia, como aquí [en México] les encanta. Todas estas serie y películas de narcos, ahí sí les encanta que la violencia sea predominante, fuerte, sangrienta y que sea lo que corona a un personaje. Y eso no me gusta.

THE HAUNTING OF SHARON TATE: El burdo retorno de la Mansonploitation

Por Eric Ortiz García (@EricOrtizG)

50 años han pasado desde los asesinatos Tate-LaBianca perpetrados por la llamada familia Manson, los cuales han sido abordados y explotados hasta la saciedad por la cultura popular. Al tratarse de un aniversario significativo, de un año como 1969 que marcó un nuevo rumbo respecto a la contracultura y al “verano del amor” de 1967, era inevitable que surgieran más películas basadas en Charles Manson, sus súbditos y sus víctimas (entre ellas la actriz Sharon Tate). 

Sin embargo, no todas las producciones pueden darse el lujo de alejarse de la Mansonploitation cinematográfica de la mano de Quentin Tarantino, un presupuesto millonario y un reparto plagado de estrellas como Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y Margot Robbie (en el rol de Tate); hay otras cintas que, con descaro, simplemente toman la violenta historia verídica para que su propuesta, de otra forma totalmente genérica, gane mayor atención en el mercado. Aquí entra The Haunting of Sharon Tate (2019), de Daniel Farrands, la cual si inicialmente aporta algo al tema es que está narrada desde el punto de vista de Tate (interpretada por la otrora teen idol Hilary Duff) y sus amigos, días previos a la madrugada fatídica del sábado 9 de agosto de 1969. 

The Manson Family (1997), de Jim Van Bebber, exhibe sin reparo la experimentación con drogas, las orgías y, en general, la locura que se vivía en el rancho de la familia Manson, así como la brutalidad de sus más notorios asesinatos; por su parte, Helter Skelter (1976), de Tom Gries, explora las consecuencias y las investigaciones oficiales hasta que Manson y algunos de sus seguidores son sentenciados a muerte. The Haunting of Sharon Tate, entonces, muestra a Tate junto con sus conocidos –también eventuales víctimas–: Jay Sebring (Jonathan Bennett), Wojciech Frykowski (Pawel Szajda) y Abigail Folger (Lydia Hearst), interacciones que dan algo de visibilidad a la conflictiva relación entre Tate y Roman Polanski. De acuerdo al filme, Tate sospechaba que Polanski la engañaba, aunado a que no era bien visto por nadie de ellos que el cineasta había decidido permanecer en Londres, Inglaterra, para trabajar en un guión, aún cuando su esposa estaba a sólo semanas de dar a luz. 

No obstante, desde la primera secuencia de The Haunting of Sharon Tate queda claro que estamos ante la Mansonploitation en estado puro: ¿Sharon Tate  teniendo sueños y premoniciones de su asesinato un año antes? Este supuesto hecho verídico, que ha sido rotundamente desmentido por la hermana de Tate, es el punto de partida y el asunto central de la película de Farrands, algo que –más que ahondar en una perspectiva diferente de la tragedia– nos lleva a diversos lugares comunes del terror. Si olvidamos por un momento que la trama versa sobre Tate, Manson y compañía, tenemos un escenario y una ejecución común y corriente: una mujer que acaba de regresar a su hogar siente que algo no está bien, al tiempo que comienzan a suceder cosas que sólo refuerzan este inquietante pensamiento: hay ruidos extraños, tipos desconocidos aparentemente merodean el lugar, sus amigos toman decisiones sin su permiso, incluso hay cuestiones que rayan en lo paranormal. 

Todo esto es, efectivamente, una insípida sucesión de clichés, pero al recordar que la protagonista es Sharon Tate, se alcanza otro nivel de lo absurdo. Que las situaciones y los diálogos sean increíblemente torpes y burdos no ayuda en nada y, en consecuencia, The Haunting of Sharon Tate será recordada no por su intento de indagar en el tema del destino y si todo está previamente escrito o no, ni por su desenlace carente de sentido, sino por una serie de momentos infames. 

Veamos, en The Haunting of Sharon Tate hay una secuencia donde un juego que predice el futuro le dice a Tate que no vivirá felizmente por mucho tiempo, una subtrama que involucra a Steven Parent (otra de las víctimas de la familia Manson, interpretado por Ryan Cargill) convertido en “experto” en mensajes subliminales que alertan el “Helter Skelter” y se esconden en un casete que a veces se reproduce sólo (¿por qué diablos no?), e incluso un momento pesadillesco en el que Tate parece remitir a Rosemary (el personaje de Mia Farrow en la obra maestra El bebé de Rosemary) y le alerta por teléfono a su esposo que algo terrible sucederá, que sus conocidos están conspirando en contra de ella y que existe un hombre llamado Charlie y un culto que “vendrá para llevarse al bebé”. Anteriormente uno de sus amigos había tratado de calmar a la paranoica Tate diciéndole, así sin más, “esta no es una película de Roman [Polanski]”, en un pedazo de diálogo digno de enmarcar. 

Bienvenidos de vuelta a la Mansonploitation.